Valió mucho más que tres puntos. El debut con victoria de Argentina en el Mundial Sub 20 dejó casi tantas cosas por corregir como motivos para estar más que satisfechos. Uzbekistán fue un rival complejo que con poco lo puso en aprietos, aunque al final el moderno estadio Madre de Ciudades celebró junto a los pibes un triunfo importantísimo desde lo anímico, que sirve y mucho para empezar a creer en el libreto que tanto defiende Javier Mascherano, ese que no funcionó en el Sudamericano y que ahora busca ratificar con varios de los jugadores que le negaron en su momento, algunas caras nuevas y dos que estuvieron siempre: Alejo Véliz y Brian Aguirre.
El goleador de Central y el habilidoso puntero de Newell’s fueron sin duda lo mejor que mostró el elenco nacional en Santiago del Estero. Uno por su contundencia y oficio, el otro por su valentía y potrero. Ambos venían de formar parte del plantel que no logró conseguir en la cancha el boleto a la Copa del Mundo en Colombia y necesitaban tanto como Mascherano un buen resultado en el estreno.
Lo de Véliz no deja de sorprender. Irrumpió con toda en el Clásico que ganó el Canalla el año pasado en el Gigante con un golazo suyo de cabeza y a fuerza de goles se convirtió en el 9 indiscutido del elenco de Arroyito y de esta Selección Sub 20. El sábado ante los asiáticos jugó un partido casi perfecto desde lo táctico, aportando siempre salida limpia cada vez que lo buscaron con el pelotazo (lo cual pasó fue seguido) y exhibiendo un oficio tremendo para fajarse con los centrales rivales sin nunca dar una bocha por perdida. Marcó el empate en el momento justo y dejó la cancha extenuado sobre el final en medio de una merecidísima ovación del público santiagueño, que supo reconocer el enorme desgaste físico que realizó. Oportunista y activo, el martes es número fijo ante Guatemala.
Y lo del atacante leproso también fue digno de aplaudir. Aguirre le aportó la cuota de rebeldía y vitalidad que tanta necesitaba Argentina. Mascherano no lo puso por izquierda como hace Heinze, sino por la derecha. Y acertó de pleno, porque Brian se las ingenió para dejar siempre desparramados a sus marcadores y si no anotó fue de mala suerte. Encaró todo el partido y nunca se escondió. La figura indiscutida de la cancha es un producto “made in Parque Independencia”.
El podio en Santiago lo completa Valentín Carboni, el “europibe” del Inter italiano que, de a ratos, mostró pinceladas de su enorme técnica y con un bombazo marcó el 2-1. El resto, de irregular para malo. Lógico: falta ritmo y la confianza que brinda el rodaje. Quizá por eso dos de los puntos más flojos fueron la dupla de mediocampistas que conformaron el ex Central Mateo Tanlongo y el actual Manchester City Maxi Perrone.
El ex jugador de Central arrancó bien pero no tardó en diluirse. Mascherano lo puso a cargo de la salida y logró darle buen destino a la pelota en el tramo inicial del encuentro, pero jamás se sintió cómodo con el doble cinco, primero con el ex Vélez y después con Federico Redondo. Perdido, el Jefecito lo sacó por Ignacio Miramón, dejando latente la sensación de que aún no tiene el puesto asegurado.
Más discreto aún fue lo de Gino Infantino, aunque justo le tocó ingresar en un momento dificilísimo, con Argentina aferrándose al triunfo. Se paró por derecha y buscó ser salida rápida, aunque aportó mucho más en lo defensivo que en lo ofensivo. Lo importante es que Masche lo tiene como uno de las principales opciones de recambio. Su turno ya va a llegar.
El de todos, en realidad. Porque todavía falta mucho, pero por algo había que empezar. Y si la victoria se consiguió respetando los ideales que enarbola el entrenador, vale el doble. Porque Argentina no brilló, es cierto, pero fue de menor a mayor ante un rival durísimo, pegó en los momentos justos y después no se puso colorado para aferrarse a la ventaja. Lo que no tuvo en juego lo compensó con actitud. Y eso también merece celebrarse.