“Rosario es actualmente una de las capitales de la agricultura urbana”, afirmó Marie-Monique Robin, la periodista y documentalista francesa que la semana pasada visitó la ciudad para presentar su libro y documental Las cosechas del futuro. Cómo la agroecología puede alimentar el mundo, una parte de la saga que la investigadora inició sobre la soja y la empresa Monsanto. Además, interesada por la experiencia de huertas urbanas, Robin vino a filmar la experiencia en ese rubro en la ciudad, a la que destacó por su importancia a nivel mundial, como un proyecto viable para combatir el hambre, entre otros problemas.
“Me parece un programa extraordinario. Porque hay muchas huertas en toda la ciudad con apoyo de la Municipalidad y con el trabajo de un equipo dirigido por el ingeniero Antonio Lattuca, que es muy profesional y muy dedicado. Me encanta, por eso vine a filmarlo y voy a hacer un documental que se va a ver en muchas partes del mundo. Rosario es una de las capitales actualmente de la agricultura urbana”, subrayó Marie-Monique a El Ciudadano.
Consultada sobre qué otras ciudades son vanguardia en este tema, Robin respondió: “Yo estuve en Toronto (Canadá) y vi otro programa de agricultura urbana importante. No hay muchos ejemplos mundiales de esta práctica urbana, sobre todo dirigidos por el Estado. En París hay iniciativas privadas de ciudadanos que luchan para conseguir una parcela o un pedazo de terreno para hacer un jardín comunitario, una huerta colectiva. Lo que hace falta para que este movimiento sea masivo es el apoyo de las autoridades locales, como es el caso de Rosario o el de Toronto. En Nueva York también hay una política pública para apoyar esto, pero Rosario es un ejemplo mundial, de verdad”.
En ese sentido y teniendo en cuenta la capacidad de generar alimentos que tienen estos proyectos, Robin sostuvo que “en Toronto, una ciudad con tres millones de habitantes, se hizo un estudio: un profesor de la universidad calculó que con este método de huertas urbanas en los techos, en las terrazas y los balcones se podría alimentar al 30 por ciento de esa ciudad, y eso es mucho”, a lo que agregó que si bien no es un sistema autosuficiente, es la puerta hacia nuevas formas de producción alimentaria porque entre otras cosas no genera contaminación.
Autonomía alimentaria
Durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de San Petersburgo fue asediada por los nazis y pudo sobrevivir gracias a que cultivaron en sus parques. Sin embargo, eso no sería posible en ninguna ciudad del presente. “Se calcula que la autonomía alimentaria de ciudades como París o Buenos Aires es de dos días, o sea nada. Si hubiera un problema, que no se pudieran introducir alimentos, si sube el precio del petróleo que es algo que se está dando, la autonomía de las ciudades es muy frágil y no tienen capacidad de enfrentar cualquier problema externo”, expresó Robin, quien explicó que “por eso es muy importante relocalizar la producción de alimentos; no será completa pero por lo menos hay que pensar en una parte”, porque “ésta es una manera de producir que garantiza la autonomía alimentaria de las ciudades”.
A la vez, Robin sostuvo que hay que crear modelos alternativos al que existe en el presente porque el aumento del cultivo de la soja llevará por mal camino.
“Hoy en día hay 23 millones de hectáreas de cultivo de soja transgénica que sirven para alimentar a los cerdos y a los pollos de Europa. Por esa vía se va a una catástrofe humanitaria porque eso conduce al hambre, también porque con los transgénicos se producen muchos problemas de salud, con la fumigación en este desierto de soja transgénica. Esto producirá cáncer, problemas de reproducción. También contaminación. Es terrible lo que está pasando en este país. Entiendo que después de la crisis de 2000 desde Europa se empezó a comprar mucha soja y que es una forma de conseguir divisas, pero hay que pensar a largo plazo”, expresó.
En ese sentido, señaló que el monocultivo de soja está dañando el ecosistema: “Estuve viendo que en Santiago del Estero el desmonte provoca inundaciones posteriormente. Por otro lado, los argentinos no consumen soja. Cuando viajo por las rutas argentinas y veo estos suelos desnudos, me llena de tristeza”.
Volver a la tierra
Robin opinó que el tema de las huertas, tal cual está planteado en Rosario, es un buen intento porque alcanza para el 30 por ciento de la población. Pero este proyecto tiene otra enseñanza porque muchos jóvenes se empiezan a entusiasmar. “En Toronto vi jóvenes que se fueron a trabajar a las huertas dejando sus empleos en la ciudad, algunos en la Bolsa de Nueva York, por ejemplo, donde ganaban mucho dinero. Éste es un movimiento mundial que se ve en Chicago, Madrid, Berlín. Cuando uno empieza a cultivar alimentos en la ciudad, después de unos años le dan ganas de ir a vivir al campo y eso es una buena noticia”, relató Robin. Para la documentalista, la urbanización de la humanidad lleva a los problemas que hay en la actualidad, como la inseguridad y el desempleo. Por eso, revalorizó la agicultura urbana. “Es un trabajo importante porque alimenta al mundo, que tiene mucho valor y hay que revalorizarlo”, finalizó la francesa.