Por Horacio Ghirardi (*)
El Congreso Obrero y Socialista de la Segunda Internacional celebrado en Paris entre el 14 y 21 de julio de 1889, del que participaron delegaciones de 21 países, incluida la Argentina, representada por el escritor socialista Alejo Peyret, instauró el día 1° de mayo como “Día Internacional de los Trabajadores”, eligiendo esta fecha en clara alusión a la huelga que habían iniciado tres años antes los obreros de Chicago y que terminó con el procesamiento sumarísimo y la condena a ocho de sus principales protagonistas, cinco de los cuales fueron ejecutados en la horca tan solo un año después.
Nuestro país y particularmente nuestra ciudad adhirieron inmediatamente a esta iniciativa y desde el 1° de mayo de 1890, con el impulso de las organizaciones anarquistas y socialistas locales celebraron esta fecha de los trabajadores del mundo que se convirtió en el punto de quiebre para que la clase obrera, sometida a las condiciones laborales más aberrantes, comenzara el largo y tortuoso camino de la reivindicación del trabajo como la más pura expresión de la evolución y la dignidad humana.
Finalizando el siglo XIX, socialistas y anarquistas residentes en Rosario se reunían en el café “La Vieja Bastilla”, ubicado en calle Rioja entre Libertad (Sarmiento) y Progreso (Mitre) en donde funcionaba la “Asamblea de Internacionalistas”, integrada por obreros franceses, italianos, alemanes, austriacos, españoles y argentinos; desde allí se decidió adherir a la iniciativa de la Segunda Internacional.
El Club Verein Vorwarts, que agrupaba a los socialistas alemanes en Buenos Aires, convocó a las organizaciones obreras del país a una reunión para el domingo 30 de marzo de 1890. En Rosario, se designó a Virginia Bolten y Rómulo Ovidi para representar a los gremios y activistas locales.
El historiador Leónidas Ceruti es quien más ha escrito sobre este gesta y cuenta lo acontecido en la Capital Federal: “En dicha asamblea se decidió convocar al proletariado para realizar distintos actos el 1º de Mayo, para reclamar las ocho horas de trabajo, crear una federación de obreros, editar un periódico para defender los intereses de la clase obrera, elevar al Congreso nacional un petitorio reclamando leyes laborales y dar a conocer un “Manifiesto a los Trabajadores Argentinos”.
Con respecto a las actividades locales continúa diciendo: “…con los días, en Rosario, los encuentros aumentaron para organizar la manifestación y el acto. La policía que vigilaba a quienes asistían a las tertulias, en uno de sus informes advirtió al gobierno provincial que “se habían incrementado las reuniones de unos gringos extravagantes que usan corbata negra, moño volado y lucen frondosos bigotes”.
La plaza López, de Pellegrini y Laprida, fue designada como lugar de concentración. Más de 1.000 personas acudieron a la convocatoria con carteles y pancartas y desde allí, al mediodía, comenzó la marcha que, celosamente custodiada por bomberos a caballo, se dirigió hacia el centro de la ciudad finalizando su recorrido en Entre Ríos y Urquiza para darle lugar al acto en el que numerosos oradores se dirigieron a la multitud manifestante en los más variados idiomas.
El 2 de mayo, la prensa de Rosario editorializó sobre lo acontecido titulando “La fiesta universal se los obreros”, cuyo texto decía: “El día de ayer era el elegido por los obreros de todos los países para hacer una manifestación internacional. Este bello ejército que defiende el bello ideal de la democracia sublevándola contra el antiguo y feudal orden de cosas, conseguirá a fuerza de la lucha pacífica y perseverancia, el triunfo de su causa, cimentando las bases de una nueva era de paz y prosperidad. No es el socialismo brutal que pretende oponerse con la fuerza, el que ayer se reunía bajo el pabellón negro de la “fraternidad universal”, no, era en su mayoría el gremio obrero, que tranquilo y sereno festejaban el día 1º de Mayo, adhiriéndose al programa lanzado por sus hermanos de la vieja Europa, constituyéndose en comité, justos pedidos, que responden todos, a la instrucción y mejoramiento de la situación de la clase obrera”.
Resulta importante recordar el contenido de los reclamos obreros. El Manifiesto del 1° de Mayo de 1890 de los Trabajadores Argentinos planteaba: limitación de la jornada de trabajo a un máximo de ocho horas para los adultos; prohibición del trabajo de los niños menores de catorce años y reducción de la jornada a seis horas para los jóvenes de ambos sexos de 14 a 18 años; abolición del trabajo de noche, exceptuando ciertos ramos de industria cuya naturaleza exige funcionamiento no interrumpido; prohibición del trabajo de la mujer en todos los ramos de industria que afecten con particularidad al organismo femenino; abolición del trabajo de noche de la mujer y de los obreros menores de 18 años; descanso no interrumpido de treinta y seis horas, por lo menos cada semana, para todos los trabajadores; prohibición de cierto género de industrias y de ciertos sistemas de fabricaciones perjudiciales a la salud de los trabajadores; supresión del trabajo a destajo y por subasta; inspección minuciosa de talleres y fábricas por delegados remunerados por el Estado: elegidos, al menos la mitad, por los mismos trabajadores.
También es oportuno destacar que, a partir de ese año de 1890, en nuestra ciudad nunca se dejó de celebrar el Día Internacional de los Trabajadores. Desde ese intrépido y memorable momento Rosario abrazó con firmeza la causa de los obreros y año tras año volvió a manifestarse reclamando por la dignidad laboral y, si resultaba oportuno, festejar los conquistas alcanzadas.
El pueblo rosarino ha rendido lealtad a esta fecha y lo sigue haciendo; su actitud no ha cambiado a lo largo de estos 128 años, gobierne quien gobierne, en democracia o en dictadura, siempre ha encontrado la forma de homenajear a sus trabajadores. Y no es para menos, Rosario se construyó gracias a una gran masa obrera que comenzando por el puerto fue haciendo crecer una ciudad pujante y cosmopolita que en poco tiempo alcanzó prestigio internacional, por su dinamismos, su capacidad productiva y su actividad cultural.
La jornada de 1890 culminó con la columna marchando hacia el café “la Vieja Bastilla”; una vez allí se conformó un comité provisorio y se redactó un telegrama para enviar a Buenos Aires: “Al Comité Internacional de Buenos Aires, Comercio 880: los obreros de Rosario reunidos en números de 1000 festejamos el 1º de Mayo. Orden del día: Solidaridad con el Congreso Internacional Obrero. Tiempo malo. Demostración imponente. Orden, tranquilidad y animación. Comité provisorio”.
Este Día Internacional de los Trabajadores celebremos con orgullo nuestra vocación laboriosa, acompañemos desde nuestra ciudad a todos los trabajadores de la patria y del mundo y encaremos, con renovadas fuerzas, la lucha por los derechos que aún quedan por ser reconocidos, las injusticias que todavía hacen infelices a los hombres y las deudas que siguen sin saldarse.
(*) Concejal. Presidente del bloque Socialista