Por Gastón Marote / Noticias Argentinas
Rubén Recalde fue condenado en 2015 a cadena perpetua por el femicidio de dos mujeres en Junín entre 2012 y 2014, pero se sospecha que también mató a su esposa, por lo que la Justicia lo llamó el tercer asesino serial de la Argentina, en referencia a Cayetano Santos Godino «El Petiso Orejudo» y Carlos Robledo Puch «El Ángel de la Muerte».
A Sandra Colo la asesinó en agosto de 2012 y a Paola Tomé en enero de 2014, pero según expuso el Ministerio Público en el juicio oral que terminó con la sentencia contra Recalde, existen firmes sospechas que indican que habría sido responsable del asesinato de María Fernanda Repetto, ocurrido en septiembre de 1999 en esa ciudad.
Sin embargo, como en esa época la policía no contaba con elementos adecuados para desarrollar una investigación con métodos científicos, no se hallaron pruebas contra él y el caso prescribió.
Justamente un protocolo del FBI determinó que se considera asesino serial a alguien cuando mata a dos o más personas en un determinado período y Recalde lo hizo con una diferencia de un año y medio entre una y otra mujer, todas con una motivación sexual.
Colo trabajaba en un salón de fiestas para chicos y Tomé tenía un negocio de venta de ropa para niños y las dos fueron asesinadas un jueves y de la misma manera: asfixia por sofocación y compresión con un lazo, luego de forcejear con el femicida.
Al resistirse, las víctimas lograron que Recalde sangrara, por lo que quedaron rastros de ADN y encima, durante el juicio, una amiga de Tomé reconoció al asesino como el hombre que, dos semanas antes, había visitado el local y preguntó por una prenda talle 8.
Buscaba víctimas que estuvieran solas, con el objetivo de violarlas, pero como se resistieron las asesinó.
Sin embargo, en otras ocasiones había logrado su cometido de abusar de ellas sexualmente, por eso a esas mujeres no las mató.
El 30 de junio de 2009, Recalde ingresó en una juguetería, simuló ser un cliente y, cuando la vendedora se dio vuelta para tomar los artículos por los que había preguntado, se tiró encima de la víctima, la llevó hasta el baño del local, la ató de pies y manos, la amordazó con una bufanda y la atacó sexualmente.
«Me decía que no gritara ni lo denunciara, que él me conocía, que sabía que trabajaba sola. Me hacía tocarle los zapatos, me decía que eran los mismos que usaba la policía», relató la empleada de la juguetería en el juicio oral por los femicidios de Colo y Tomé.
El femicida admitió en un juicio abreviado que había violado a esa empleada y lo condenaron, pero estuvo algo más de tras años en prisión y salió en mayo de 2012.
En agosto de ese año mató a Colo: según la autopsia la mujer fue asesinada «mediante estrangulamiento a lazo, utilizando dos sogas entrelazadas y un palo de escoba con el que realizó un torniquete, apoyando además una de sus rodillas sobre la espalda de la víctima, provocándole asimismo estallido hepático».
Juan Domingo Colo, padre de Sandra, encontró el cuerpo de su hija en la cocina del salón de fiestas infantiles situado en Alem al 300.
Este hombre ya venía de sufrir la pérdida de su otra hija, Claudia de 25 años, quien el 15 de enero de 2000 fue asesinada por José Luis Correa, su compañero en la empresa de seguros para la que trabajaba.
En ese sentido, la golpeó y la estranguló con un cable, al tiempo que después ató el cadáver de pies y manos, lo cubrió con dos bolsas de residuos y lo dejó sobre al costado de una heladera. En 2001, Correa fue condenado a prisión perpetua por el asesinato de Claudia Colo.
En el salon de fiestas infantiles la Policía Científica levantó varias muestras de sangre y en algunas de ellas halladas en una pared amarilla del lugar encontraron ADN mezclado de una mujer y de un hombre, a raíz de la lucha que dio la víctima.
Los científicos aislaron el perfil genético femenino y determinaron que correspondía a la víctima, pero ante la falta de un sospechoso, no se pudo establecer a quién pertenecía el ´que era del hombre.
El 16 de enero de 2014, también un jueves, efectivos de la Policía Científica se dirigió al local de venta de ropa para niños Rowena, situado en General Paz 45, para buscar rastros en el lugar donde asesinaron a Tomé.
El cuerpo de la víctima fue hallado en el baño del negocio y al revisar la escena del crimen, los peritos hallaron varios restos de sangre y marcas de arrastre, ya que otra vez la víctima luchó para evitar la violación.
En el marco de la puerta, fue encontrada una muestra de sangre y la fiscal de la causa, Vanina Lisazo, les pidió a los policías que buscaran posibles vínculos con otros ataques.
Así se establecieron coincidencias entre los femicidios de Tomé y Colo: el agresor no utilizó la fuerza para ingresar en los locales donde trabajaban las víctimas y aplicó una extrema violencia sobre las mujeres.
Asimismo, ambas víctimas eran solteras, de mediana edad, atacadas en sus lugares de trabajo, dedicados al rubro infantil.
La fiscal pidió que las manchas de sangre halladas se compararan con el ADN de los restos hemáticos encontrados en el local de fiestas infantiles donde mataron a Colo.
Fue así que el estudio concluyó que pertenecían al mismo hombre y los caminos apuntaron a Recalde, quien había salido de la cárcel tres meses antes del femicidio de la primera de ellas. Lisazo ordenó allanar la casa y el taller de chapa y pintura en el que trabajaba el sospechoso.
Cuando los policías revisaron el Peugeot 505 del acusado hallaron una mochila y entre los elementos encontrados había un arma blanca de fabricación casera, sogas, pastillas de Viagra, una billetera de mujer y preservativos, además de un par de zapatillas Los peritajes comparativos determinaron que la pisada talle 42 del calzado del sospechoso correspondía a la marca de la suela hallada en el lugar donde mataron a Tomé.
Asimismo, otro estudio de ADN determinó que la sangre encontrada en el salón de fiestas también correspondía a Recalde.
En julio de 2015, en los tribunales de Junín el asesino fue condenado a prisión perpetua.