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Newell’s cambió a tiempo y superó por la mínima a Defensa y Justicia en el Coloso Marcelo Bielsa

Armando Méndez, que ingresó en el complemento, le otorgó al Rojinegro un triunfo sobre el Halcón cuando las cosas no salían de la mejor manera. Las modificaciones que metió Larriera en el complemento hicieron efectos y la Lepra le ganó bien al elenco de Florencio Varela

Ganar es todo. Es único. Significa alivio y felicidad. Deja de lado lo malo, ese fútbol que no se encuentra, ese goleador apagado, un Ever desgastado y ese entrenador dubitativo. Ganar evita reproches, deja atrás la bronca y cambia cuestionamientos por aplausos. Ganar es un Coloso estallado y abrazos desaforados. Y eso sucedió en el Parque. Newell’s sufrió como siempre, pero derrotó a Defensa y Justicia 1 a 0. Y esta vez el triunfo llegó desde el banco, ese que pocas veces entrega soluciones. Fue Armando Méndez, desterrado a los relevos por venir de un estado viral, quien abrió un arco cerrado y permitió que la noche se iluminara. Y de paso, la Lepra se mete en zona de Copas y mira todo con más optimismo, aunque no sobren argumentos para ilusionarse demasiado.

La actitud inicial generó conformismo en la gente y también en Larriera. El regreso al esquema 4-3-3 parecía caerle bien al equipo, que salió con ímpetu y arrincona en su área a Defensa y Justicia. Las subidas prolijas de Schott emularon a Méndez y el Pitbull junto a Banega eran los referentes donde pasaba la pelota para intentar generar alguna jugada de gol. Pero como sucede en los últimos partidos de Newell’s, costó horrores poner un jugador de cara al gol. Al acercarse al área la Lepra empieza a nublarse, se queda sin ideas o se pasa de rosca. Y entre imprecisiones y apuros, Fiermarín no tuvo que preocuparse por ningún remate al arco, porque no hubo, salvo un rebote que tomó Fernández Cedrés tras un córner y remató desviado; o una jugada preparada que tuvo un toque de Martino bombeado por encima del travesaño. Panchito siempre encaró al revés, Aguirre no pudo desequilibrar y cuando lo hizo sus centros fueron deficitarios, y Ramírez vio la pelota pasar lejos de su zona.

Como era lógico, el correr de los minutos hizo que Newell’s aflojara, Defensa se adueñó del balón y lo hizo correr, y los nervios y la ansiedad se apoderó de los hinchas. Y el equipo de Larriera se fue al vestuario con el hit «Ponga huevos… Newells ponga huevos…», que fue una mochila que le pusieron a los jugadores para el complemento. Del entusiasmo a la impaciencia en un parpadear, a partir de un equipo que transmitía poco desde adentro. Y en el banco no había ningún salvador a la vista.

La mochila se hizo más pesada para Newell’s en el segundo tiempo y el equipo comenzó a jugar en arena movediza. Y Larriera empezó a mover las piezas para intentar revulsionar algo, aunque parecía más un manotazo de ahogado que algo posible.

Pero el fútbol siempre sorprende. Y la combinación de ingresos propuesta por el DT fue una fórmula del éxito impensada.

Armando Méndez puso potencia y entusiasmo, Guillermo May fue al frente lleno de ganas y los pibes Esteban Fernández y Misael Jaime entregaron esa dosis de desfachatez y fútbol que alguna vez tuvieron Panchito y Aguirre.

Hubo un susto con un remate de Molinas que encontró una gran atajada de Hoyos, pero los cambios habían encendido una chispa y los hinchas se contagiaron. Y los reproches pasaron a ser aliento para mandar al equipo adelante.

Y esa vibra positiva logró lo impensado: el gol. Newell’s armó una jugada a puro toque hacia al área, y esta vez hubo conexión. May armó una jugada desde la derecha al centro y cedió el balón a Fernández, que hizo un pausa y habilitó a Jaime que entraba a la carrera. Y el Monito sacó un centro al segundo palo, similar al que un rato antes no había podido mandar a la red el Colo Ramírez.

Pero esta vez apareció un goleador impensado, Armando Méndez. El lateral metió un cabezazo potente y estalló el Coloso. Fue un desahogo y enseguida el «uruguayo… uruguayo…» fue la pleitesía al jugador que le permitió a la gente irse con una sonrisa y tener una semana feliz. Y de paso, Larriera tomó oxígeno y la Lepra se metió en zona de Copas, aunque la deuda futbolística continúe.

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