No hay virtud más elogiable para un ser humano que admitir un error y saber cambiar a tiempo para remediarlo. Alejandro Sabella dio ayer una clara muestra de ser un entrenador autocrítico e inteligente: cometió una equivocación en el plantel inicial, lo corrigió en el entretiempo y al final del partido tuvo la dignidad de admitir que se había equivocado.
“A veces son errores míos”, dijo el entrenador argentino cuando terminó el partido. Una declaración en la que asumió claramente su error en la propuesta que ordenó ante Bosnia. En realidad ya lo había admitido implícitamente cuando dispuso cambios en el segundo tiempo para dejar de jugar con cinco defensores y pasar a hacerlo con cuatro delanteros.
Claramente, el equipo se siente identificado con el sistema con el que jugó en el complemento: arriesgar atrás para sumar gente, velocidad y jerarquía individual en ataque. Así se luce mejor Lionel Messi, se siente rodeado y acompañado, tiene más opciones de pase. Potencia al resto de sus compañeros y el rival debe prestar tomar mayores recaudos.
Las declaraciones de los jugadores después del triunfo no hicieron más que reafirmar que prefieren una propuesta ofensiva que engrosar la línea defensiva. Y en la cancha, le mostraron a Sabella qué camino debe tomar de ahora en más. Ahora dependerá del entrenador no volver a equivocarse. Porque en los Mundiales, los errores se pagan más caro que nunca.
