Intenso y conmovedor. Así podría definirse el espectáculo que el cantautor español Joaquín Sabina brindó anoche en el Salón Metropolitano ante miles de personas de todas las edades que lo ovacionaron de pie. Sin demoras el concierto comenzó a las 21 y sirvió al músico de 65 años para repasar el más emblemático trabajo de toda su carrera «19 días y 500 noches».
“Señoras y caballeros, bienvenidos a «500 noches para una crisis” disparó el español de ronca voz vestido de elegante traje verde y bombín negro para el delirio de la platea femenina. Y rápidamente invitaba a viajar con “Ahora que” (primer tema de aquel emblemático disco) y continuar con una seguidilla de himnos que encontró el destino en temas como: “19 días y 500 noches”, “Barbi Supertar” y la bellísima “Una canción para Magdalena”, inaugurando uno de los momentos más serenos y nostálgicos del repertorio local.
La banda formada por los gigantes Pancho Varona (bajo, guitarra y voz); Antonio García de Diego (teclados, guitarras y voz); Jaime Asúa (guitarras eléctricas y acústicas); Pedro Barceló (batería); Mara Baros (voz y percusión), y Josemi Sagaste (saxo, flauta, clarinete, teclados y percusión), brilló con luz propia ofreciendo un marco inigualable para seguir descubriendo los colores ocultos de un cancionero popular de más de quince años.
Ese es el tiempo que transcurrió desde la grabación de aquel trabajo que tanto enamoró a los argentinos con canciones que se impregnaron en la memoria colectiva de un pueblo. Y, consciente de ello, el cantautor se encargó de ofrecer un nuevo mapa para no quedarse con recetas viejas y ofrecer nuevos elementos para redescubrir sus historias con distintos matices, colores, rítmicas, y el encanto de su voz aún más madura que entonces.
El concierto, que se enmarcó dentro de su gira latinoamericana y que ya vivieron decena de miles de personas en Argentina, sirvió para que Sabina se reencontrara con los locales. “Necesitamos un pretexto para volver a la Argentina”, se sinceró el músico quien.
De muy buen humor dijo sentirse feliz de volver “a la tierra de Fito (Paez), (Alberto) Olmedo, (Lionel) Messi, y el Che”. Y más tarde contó los motivos de hacerlo con «19 días y 500 noches» el álbum más importante de su carrera. “Ese disco dividió en dos partes mi vida. Abandoné sustancias no recomendables para los pibes y lo hice como un macho sin internación o esas cosas. Vino la depresión. Estuve un año y medio sin cantar. Me enamoré, me volví a enamorar. Pequé, volví a pecar… y no me arrepiento”, expresó eufórico.
Con breves variaciones en el orden original de aquel disco siguió con la interpretación de canciones a prueba del tiempo. “Esta es para una chica que no es ni leprosa ni canalla”, bromeó antes de entonar “Dieguitos y Mafaldas” para continuar con “Donde habita el olvido” y concluir un primer segmento de concierto con el infaltable “Noches de boda” dedicado a Nicolás y Julia, dos chicos de la platea con pancarta en alto, “que cometieron el error de casarse” dijo el Sabina en tono jocoso.
Con “Y nos dieron las 10” se permitió un homenaje a la gran Chavela Vargas antes de hacer un breve impasse y volver minutos más tarde para seguir con clásicos como “Nos sobran los motivos”, “Con la frente marchita” y “Princesa”, último tema con el que levantó a todos de sus asientos para convertir el Metropolitano en un escenario de pura euforia.
Pero todavía quedaba tiempo para más. Nadie se había movido de sus lugares cuando el músico, junto a todos sus músicos, volvió al escenario para seguir iluminando la noche con temas como “Contigo” y “Pastillas para no soñar”, los más aplaudidos. Pasadas las 23.30 la noche finalmente terminó para los fanáticos de Sabina. El cantante español regresó a esta ciudad que tanto cariño le brindó para, en el marco de una gira por Latinoamérica, presentarse en Argentina, Chile, Perú, Uruguay y Paraguay.
500 noches y ninguna crisis
Por Patricia Dibert
Sabina vino otra vez, ofreció un concierto cuyo pretexto fue su álbum más exitoso “19 noches y 500 días”, aunque el repertorio y la puesta no ofrecieron demasiadas variantes a su último concierto en solitario, que fue hace tres años. Porque Joaquín canta las canciones que todos quieren escuchar. Precisamente ese disco, que tocó uno tras otro como cuando salió en 1999, fue marcando el amoroso vínculo entre el artista y su público.
Seis mil quinientas personas en el Salón Metropolitano totalmente abierto, sin divisiones, pero con necesarias pantallas al medio para que quienes estaban atrás lograran ver lo que pasaba sobre el escenario.
Parejas de “cuarenta y diez” según el léxico de Sabina, al frente los más maduros y un poco más atrás los más jóvenes, las cuestiones económicas no pudieron marcar diferencias al momento de cantar todas, absolutamente todas las canciones que sonaron durante dos horas y media.
El mismo repertorio y hasta el mismo farol en la escenografía, pero eso es lo que uno busca cuando va a su encuentro, disfrutar de sus canciones, sus ocurrencias, su humor picante, su empatía con lo rosarino, como el Boulevard Oroño, El Che, Messi o El Pepe Taljame.
Las canciones que todos quieren escuchar, y algunas yapas como la performance que mezcla flamenco con blues de su vocalista Mara Barros, la rockera “Conductores suicidas” por la dupla Varona – García de Diego, y un cover de Bob Dylan que le abrió la cabeza en su juventud, según confesó el músico convocante, que entre medio de chistes y anécdotas, jugó su mejor personaje acompañado por su sonrisa sincera y brillante.
Sabina es un amigo de todos, el cómplice declarado: “es necesario que ustedes estén allí para que yo pueda estar acá, por eso somos cómplices”, dijo en un momento.
Su romance con el público argentino quedó sellado con diez conciertos en Buenos Aires, seis en el interior y desde hoy serán seis shows en Uruguay durante diez días, para cuidar su voz o, según sus palabras, “las arrugas de su voz”. Después será el cierre con show vendido y gratuito en Tigre, contratado por la comuna de esa localidad bonaerense, donde tocará en un lugar para cincuenta mil personas. Será el cierre de un periplo que los colaboradores de Sabina denominan histórico.