Se fue Marcelo Sain. Y la culpa no la tienen los audios disparados por todos los medios nacionales en los que putea a los santafesinos y a la Policía. Tampoco la cantidad de muertos que se apilan en los barrios, ni la falta de patrullaje. Se va para descomprimir una interna política en la que Omar Perotti quiere dar una muestra de buena voluntad, callando al único ministro que avanza sobre la oposición pero también sobre el propio PJ sin dejar ninguna posibilidad de alianza y con las elecciones del próximo 8 de agosto encima. Se va cansado, golpeado por el covid-19 y sin haber podido implementar ninguna de las políticas de seguridad que había imaginado, 15 meses después de su asunción.
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La seguridad es un problema lo suficientemente grave como para buscar consensos. Para lograr una gran alianza política que pueda terminar con el robo y la muerte. Detrás de eso va el resto, o en paralelo. Pero el problema que golpea a gran parte de las dos principales ciudades de la provincia necesita respuestas. Cuando Rosario sumó 264 homicidios en un año y su tasa de crímenes era más parecida a Latinoamérica que las europeas que exhiben el resto de las ciudades argentinas, el desembarco federal de abril de 2014 trajo alivio. No se arrimó siquiera a solucionar el problema, pero el gran movimiento de gendarmes en los barrios fue celebrado por los vecinos. También pasó en barrio Municipal, cuando las muertes jaqueaban la zona: un abordaje multidisciplinario del Estado provincial en los Fonavi detuvo por un tiempo las peleas entre bandas y también los crímenes. Una mujer, desde una ventana del Fonavi, le gritó al entonces ministro de Seguridad Maximiliano Pullaro: “Por qué no vinieron antes, capaz no moría mi nieto”.
Esa imagen da cuenta que lanzar una política pública hacia los barrios, cuyos habitantes son quienes ponen los muertos, tranquiliza. No se puede dejar que todas las respuestas vengan de la mano dura de la derecha ni del discurso progre que habla de reinserción y justifica el delito con la pobreza. Los barrios son parte de la ciudad y por más que todas las muertes se presenten como ajustes de cuentas narco y, a muchos les resulte indiferente, el crecimiento de las bandas, la falta de justicia ante un homicidio reproduce un sistema paralelo que hay que desarmar. Porque entre las balas que se cruzan hay niños que mueren, hay miedo y muchos vecinos temen salir a la calle. Por las balaceras pero también por la ola creciente de robos callejeros.
Para manejar la seguridad de una provincia hay que conseguir acuerdos. Y esos acuerdos deben dejar de lado, en temas esenciales, las disputas políticas.
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La salida de Sain no parece solucionar ninguno de estos problemas. Y su sucesor, todo hace pensar que un hombre de su propio riñón, va a enfrentar los mismos problemas si no cambia la manera en que se aborda un problema tan complejo como el de la seguridad.
El sucesor va a contar con los mismos móviles que tiene Sain para patrullar los barrios, la misma policía, y los mismos recursos para inteligencia. El cambio, para que en realidad se materialice, no está sólo en quién se hará cargo del Ministerio, sino en qué herramientas va a tener y cuánto consenso va a lograr para hacer frente al problema más grave que padecen desde hace añares los santafesinos.
Sain, acorralado por la violencia y por sus propios exabruptos
La salida de Sain fue anunciada muchas veces. El candidato a sucederlo fue siempre Germán Montenegro, un hombre de su equipo que podría continuar la línea trazada por Perotti en seguridad. Pero la ley de ministerios exige que los ministros tengan una residencia de dos años en la provincia al momento de asumir, y faltan algunos meses para que eso sea factible. Es por eso que el nombre que dio vueltas desde la mañana de este jueves es el de Jorge Lagna, el secretario de Gestión Institucional y Social de la cartera cuyo nombre se filtró antes de que recibiera el ofrecimiento por parte del gobernador.
Con la salida de Sain, también se desactiva el pedido de juicio político presentado en la Legislatura por la Coalición Cívica y al que se le dio ingreso este mismo jueves. Y parece correr el mismo destino, al menos por estos meses, la dura disputa entre el Ejecutivo, cuya cara visible en este tema era Sain, y el senador Armando Traferri, con clímax en el pedido de desafuero de los fiscales que la Cámara baja denegó y la posterior conformación (que por ahora quedó frizada) de una comisión para controlar al MPA. A un año del inicio de la cuarentena por la pandemia, es hora de poner en marcha la maquinaria electoral.
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