Search

Sale a la calle un libro de poesías y relatos contados desde el encierro

Con prólogo de Lalo Mir e ilustraciones de Rocambole y Tute, este sábado presentan en Salta 2817 el poemario Mate Amargo, Mate Dulce, escrito por 14 internos de la cárcel de avenida Francia al 5200

“Cuando estás en la puerta de la locura solo las palabras pueden salvarte”, dice Lalo Mir en el prólogo de Mate Amargo, Mate Dulce, un libro de poemas y relatos escrito por 14 internos de la cárcel rosarina de avenida Francia al 5200 que se presenta este sábado a las 20 en el Centro Cultural La Bartolina (Salta 2817).

Remedio, error, estadía, requisa, madre, reja, marca, distancia son algunas de las palabras que salvan de la locura y aparecen en versos simples y profundos que adquieren textura a través de paisajes bucólicos y sueños de “aire puro”. Nada más asfixiante que el llamado al “cántico de los pájaros”, a “los rayos de sol”, a las “noches estrelladas” para palpar la oscuridad de relatos donde el mate aparece como único testigo del dolor y los rezos nocturnos le susurran a la soledad que por favor no los deje morir. Además de fuerza literaria, los 33 textos son un testimonio de una realidad que nadie quiere ver, ni mostrar.

“Daría lo que sea/por oír una sonrisa/de sus labios”, dice uno de los 14 escritores en medio de tormentas que no mojan, puertas que no abren y voces que preguntan si “el error fue nacer”. Quienes escriben tienen entre 19 y 39 años y firman sin seudónimos, con excepción de las últimas cuatro poesías cuyo autor decidió que sean publicadas como anónimas. Entre ellas Mate Amargo, Mate Dulce, que le da nombre al libro que en la tapa tiene una ilustración de Rocambole y en la contratapa un dibujo de Tute.

Los textos surgieron de un taller que a mediados de 2017 comenzó a dar Martín García, un escritor rosarino de 35 años que pisó una cárcel por primera vez en junio de ese año cuando el programa de alfabetización cubano Yo, sí puedo lo invitó a dar una charla. La breve visita al interior de la Unidad Penitenciaria 6 lo movilizó al punto que días después volvió para quedarse. La excusa fue un taller de literatura que prefiere describir como de “abrazos”, porque “lo que los pibes necesitaban era expresarse y la palabra literatura da miedo”.

Todo fue fluyendo, dice Martín: “En el taller no había reglas, era todo muy flexible y fue un proceso muy largo. Lo primero fue des-complicar el lenguaje”, cuenta el joven que en ese espacio también tuvo su primera vez como coordinador de una experiencia literaria en la que se ganó el mote de “inflador anímico”. Recuerda que le decían así por las reflexiones al final de cada encuentro semanal en las que hablaban sobre ansiedad, confianza, respeto.

“Que los que están oprimidos las 24 horas puedan tener un rato de libertad simbólica es el objetivo más gratificante para mí. Fue una experiencia nueva y no creo que encuentre algo superador”, reconoce.

El espacio funcionó hasta diciembre pasado, cuando las autoridades penitenciarias cerraron las puertas para ese tipo de iniciativas que eran cien por ciento voluntarias. Así, alfabetizadores y talleristas de distintas disciplinas que también habían sido invitados por el programa Yo, si puedo, se juntaron para formar la ONG Resiliencia, que organiza la presentación de este sábado.

10