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Salud y solidaridad andan en dos ruedas hace dos años

La “Bicicleteca” de la Facultad de Medicina deparó buenas sorpresas y alienta experiencias más abarcadoras.

Con un poco de atención pueden observarse por las calles de la ciudad pintorescas bicicletas pintadas de anaranjado y blanco, generalmente conducidas por personas jóvenes. Y si se aguza la mirada se verá en sus cuadros una placa que, junto a un número de grandes dimensiones, lleva impresa la leyenda: Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario. No son muchas unidades, apenas 45 en la actualidad. Pero forman parte de una inédita experiencia que ya lleva dos años y que además del objetivo de promover la salud individual de los ciclistas persigue con éxito el de ejercitar una práctica solidaria en el uso de un bien compartido. Es, además, el exitoso antecedente del programa Urbici, que la Municipalidad de Rosario anunció el pasado lunes y contempla una red de alquiler de este tipo de rodados.

Se trata de la llamada “Bicicleteca” de Medicina, que les permite a unos 150 estudiantes, docentes e investigadores de la Facultad el uso compartido de medio centenar de rodados provistos por la misma casa de estudios.

Las bicicletas fueron adquiridas con dinero del propio producido de la Facultad mediante una licitación entre fabricantes locales. A ellos se les encargó, a su vez, un modelo que no existe en el mercado por la singular combinación de cuadro y manubrio adaptada al uso previsto inicialmente: el de los estudiantes. Junto con el parque de rodados, se creó además un bicicletero, que atienden cuatro estudiantes becados por la Secretaría de Política Estudiantil de la Facultad. Son los encargados del mantenimiento de rutina de las bicicletas, con especial atención a las medidas de seguridad: ajuste de frenos, estado de los espejos y ojos de gato o inflado de las gomas. Además, cuidan los vehículos, y esta “seguridad” trajo aparejado un beneficio inesperado: el uso de bicicletas particulares por parte de alumnos y profesores de Medicina se incrementó en nada menos que un 70 por ciento.

Los encargados del bicicletero también llevan una planilla detallada que permitió establecer una suerte de estadística de funcionamiento del sistema. Anotan el nombre del usuario, cuándo retiró y cuándo devolvió cada rodado (la entrega incluye casco y una linga con candado para amarrarlo). Estos datos permitieron entonces poner en evidencia algunos de los logros. Contra los iniciales agoreros del fracaso, en dos años el parque inicial sólo se redujo en cinco unidades, una por rotura y cuatro por robo. Además, pese a que se apostó a no establecer límites temporales en el uso de las bicicletas comunes, se dio una natural autorregulación que dejó en claro la solidaridad de los usuarios.

“Todos los que quieren ser usuarios de lo que llamamos la Bicicleteca se hacen socios en la Secretaría de Política Estudiantil de manera gratuita y firman un convenio para que la Facultad no se haga responsable del uso que cada uno haga de la bicicleta. Así quedan habilitados para retirar el rodado del bicicletero, lo utilizan el tiempo que lo necesitan y lo devuelven al mismo lugar, donde siempre hay un responsable, el cuidador, que registra quién se lleva, el día y la hora y qué bicicleta se lleva, porque están todas numeradas”, explica Damián Verzeñassi, secretario de Extensión Universitaria de Medicina.

“Cuando desapareció la primera bicicleta, nos enteramos por el responsable del bicicletero y en menos de 10 horas recibimos un llamado de alguien de la Facultad que nos permitió recuperarla. Quiere decir que se asumió que lo que es de todos lo cuidan entre todos, contra lo que generalmente ocurre: que no lo cuida nadie. Acá fue al revés”, se jacta Verzeñassi.

El dirigente insiste en la trascendencia social de la propuesta, que entre el año próximo y 2012 duplicará las unidades disponibles: “Así es como uno le quita espacio a aquellos que plantean que la cosa pública no sirve, porque nadie cuida ni se hace responsable, y que funciona en otros países porque tienen otra cultura. En nuestra Facultad tenemos una prueba concreta de que eso es una mentira más que nos han hecho creer en tanto tiempo de colonización”.

Verzeñassi se alegra de que la iniciativa de Medicina, de alguna forma, haya hecho escuela. “Lo que nos proponíamos en 2008 cuando lanzamos la propuesta era justamente hacer punta para que quienes tienen otras responsabilidades, y más posibilidades en esto que nosotros, estimulen políticas públicas de movilidad no contaminante pero además más saludable, por esto de promover la solidaridad, el cuidarnos entre todos, el circular por la ciudad a velocidades que no pongan en riesgo la vida de ningún conductor, ningún niño o anciano. Vemos con mucho agrado que hoy se estén generando este tipo de políticas institucionalmente desde la ciudad. Y creemos que aportan”. Y resume la idea al compás de repetidas fórmulas que se declaman como instrumentos para prevenir el delito: “A veces cuando uno piensa en seguridad piensa en más policías o en cámaras. Parece que si hay cámaras que nos vigilen estamos todos más seguros. Y quizá si en vez de eso tuviéramos más bicicletas en lugar de autos en las calles, habría más gente mirando hacia los costados y haciéndose cargo de lo que pasa en las veredas, y a lo mejor esto ayudaría más a la seguridad que una cámara de video”.

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