San Lorenzo cayó esta noche 1-0 ante Bolívar, de Bolivia, en los 3.650 metros de altura del estadio Hernando Siles, de La Paz, y por primera vez en su historia llegó a una final de Copa Libertadores de América, a partir del 5-0 obtenido hace una semana en el cotejo de ida.
Cada vez más cerca de ese sueño que parecía quimera durante la fase de grupos, en la que San Lorenzo se clasificó angustiosamente para octavos de final, ahora el «Cuervo» afrontará el juego final de ida el próximo miércoles en el estadio Defensores del Chaco, de Asunción, ante el modesto Nacional paraguayo.
Los guaraníes, que eliminaron en la víspera a Defensor Sporting, de Uruguay (2-0 en la ida y 0-1 en la vuelta), también llegaron a la definición del certamen desde el último lugar de la tabla general en primera ronda.
San Lorenzo, en tanto, arribará a este cierre después de apabullar por 5-0 a los bolivianos en el Nuevo Gasómetro, con el que clausuró anticipadamente la llave semifinal.
El local salió a presionar con desesperación en el arranque, pero San Lorenzo aguantó a pie firme ese embate inicial y de a poco los dirigidos por Edgardo Bauza empezaron a salir de su encierro.
Bien sostenido por su línea de cuatro, el conjunto argentino se hizo sólido a partir de su defensa y fue creciendo en el medio con la fórmula Juan Mercier-Néstor Ortigoza.
El resuello lo encontraba el «Ciclón» por las bandas, donde se hacían fuertes Héctor Villalba con su velocidad por derecha e Ignacio Piatti con su habilidad por izquierda. De hecho, pese a ser un equipo corto entre líneas, San Lorenzo se las arregló para forzar tres corners seguidos y preocupar a la última línea local con el juego aéreo que resultó decisivo para definir el partido de ida (convirtió tres de los cinco tantos de cabeza) y, potencialmente, también la serie.
Y a tal punto llegó el buen rendimiento del conjunto dirigido por el sapiente Edgardo Bauza, que al promediar la etapa inicial los 4.500 hinchas azulgranas que coparon la denominada «curva sur» hacían prevalecer su aliento por encima de los 30.000 hinchas locales.
El final del período sorprendió entonces al visitante haciendo pie y marcando presencia sobre los 3.650 metros de altitud del estadio Hernando Siles, como si este factor no lo afectara en el grado que se presumía.
Los cinco grados de temperatura con los que se jugó el partido también colaboraron para que los jugadores sanlorencistas acumularan esfuerzo pero no desgaste, lo que a caballo de un inteligente planteo «made in Bauza» les permitía mantener el arco defendido por Sebastián Torrico a buen resguardo.
El comienzo de la segunda mitad volvió a mostrar a un Bolívar impetuoso, que al minuto de juego dispuso de la mejor chance para abrir el marcador en los pies de José Luis Chávez, pero su derechazo se fue besando el travesaño.
Sin embargo ese énfasis ofensivo no se extendió en igual medida que en el arranque del cotejo, en buena medida porque el conjunto argentino ya le había tomado la mano al partido y circunstancias como las subidas por derecha del ex Independiente de Avellaneda, Lorgio Álvarez, incluido para este juego por su buena pegada, no provocaban zozobras.
Claro que con el transcurrir de los minutos el cansancio empezó a hacer mella paulatinamente en el cuerpo de los futbolistas visitantes, que ante ello intentaron arroparse más cerca de su área, tornándole infranqueable el acceso por el medio a los volantes del conjunto boliviano.
Y para reforzar la idea el «Patón» decidió reforzar el fondo armando una línea de cinco con el ingreso del zaguero Walter Kannemann por Piatti, lo que también le otorgó sustentabilidad al juego aéreo defensivo.
Después llegó la hora de oxigenar el medio con el ingreso de Pablo Barrientos por un cansado Leandro Romagnoli y acto seguido la variante obligada por un golpe que dejó dolorido a Mauro Cetto, ocupando su lugar el recio Fabricio Fontanini.
Este último cambio ocurrió cuando transcurrían 30 minutos de la etapa final y le permitieron a los azulgranas solventar sin mayores apremios el cuarto de hora restante, más allá del agónico tanto convertido por Gerardo Yecerote en el descuento.
Y en el epílogo, cuando muy lejos había quedado ese conmovedor minuto de silencio de la apertura por el deceso del presidente de AFA, Julio Grondona, sobre el deteriorado campo de juego del Hernando Siles un pequeño grupo de sacrificados futbolistas vestidos de rojo y azul celebraron el paso a la primera final de la historia para San Lorenzo, que en tres oportunidades anteriores se había quedado en semifinales.