El gobierno santafesino alertó sobre el peligro que acecha a su programa de prevención de la Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA). Los profesionales del Instituto Maiztegui advirtieron que, si la administración nacional continúa restándole fondos, éste será el primer año en el que no podrán proveer la vacuna contra la enfermedad. Es el único laboratorio que la produce en la Argentina y en el mundo. Y Santa Fe es la provincia que más casos de infección contabiliza en el país, por su ubicación geográfica y la centralidad agropecuaria de su matriz productiva. Sus requerimientos están cubiertos por el momento, pero en el futuro inmediato todo es incertidumbre. La vacuna contra el «mal de los rastrojos» no es la única que puede faltar: hay retrasos en los envíos nacionales en las que se aplican a los niños de 11 años para meningococo, virus de papiloma humano y triple bacteriana celular, dijeron desde el Ministerio de Salud que conduce Andrea Uboldi.
La vacuna contra la FHA sólo se produce en la Argentina, porque es el único país donde esta enfermedad causada por el virus Junín y transmitida por roedores es endémica. Es una de las llamadas “huérfanas”: las compañías farmacéuticas privadas no tienen interés en atenderlas. La existencia de vacunas, entonces, depende del Estado. Desde 2003, el único proveedor de los sistemas de salud de las provincias es el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas Julio Maiztegui (INEVH). Su planta en la ciudad bonaerense de Pergamino necesita con urgencia nuevo equipamiento y un presupuesto acorde a su tarea. Está en peligro.
El Maiztegui ya pasó por un adelanto de estos problemas.
El 16 de enero último, sus profesionales hicieron pública la decisión nacional de excluirlos de los diagnósticos de Hantavirus. Fue un mes después de que se declarara el brote en Chubut, que dejó 11 víctimas fatales.
La réplica social se hizo sentir. Hubo una movilización y abrazo solidario al instituto y el 1° de febrero la ahora Secretaría de Salud de la Nación revirtió la medida.
Ahora, lo que está en juego es la vacuna contra la FHA y el plasma para tratarla una vez contraída.
Julio Befani es director de Promoción y Prevención de la Salud de Santa Fe y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario. Como funcionario, insiste en la necesidad de que el universo académico, los profesionales de la salud y la población en general conozcan la situación.
Para la provincia, advierte, sería grave no disponer de la vacuna. La enfermedad es una zoonosis transmitida por el roedor conocido como laucha del maíz o ratón maicero. No puede erradicarse mientras ese transmisor siga en la naturaleza. La única alternativa es inocular. Y producida una infección, tratarla con un plasma que también produce el Maiztegui. La enfermedad tiene una mortalidad del 30 por ciento si no se trata.
El sur santafesino es la zona endémica que más casos registra en el país. El área abarca los departamentos Rosario, Belgrano, Iriondo, San Lorenzo, Caseros, Constitución y General López.
Todo habitante mayor de 15 años y menor de 65 que viva en esa región debe colocarse una vez la vacuna –que está en el calendario nacional desde 2007– contra la FHA. Con eso estará protegido de por vida, explica Befani. Y aclara que la movilidad social y los cambios en los sistemas productivos hicieron que la enfermedad antes limitada a los espacios rurales se extendiera a los centros urbanos.
Fuera de Santa Fe, las restantes zonas endémicas están en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y La Pampa.
En modo destrucción
“El Maiztegui, desde el punto de vista administrativo, atraviesa una disminución del presupuesto, y se encamina a una instancia de desfinanciamiento”, recalca el coordinador de Epidemiología de Santa Fe.
“Para nosotros, la vacuna es una herramienta muy importante, además de todos los otros trabajos que realiza el instituto: investigación, diagnóstico y ayuda en el tratamiento” de la Fiebre Hemorrágica, pone en contexto Befani, quien usa el término «guacha» para mencionar la soledad de producción de la vacuna.
Una vez contraída la enfermedad, la única opción es –dentro de los primeros días de la infección– tratarla con un plasma hiperinmune, que es un concentrado de anticuerpos de pacientes que sobrevivieron a la enfermedad.
Es una técnica desarrollada también en la Argentina en la que tuvo protagonismo decisivo Julio Maiztegui, médico argentino que se perfeccionó en el extranjero y volvió al país para investigar el mal de los rastrojos. Falleció en 1993 a los 62 años. Poco después, el instituto ubicado en Pergamino fue completado con su nombre.
El plasma consiguió bajar la mortalidad del llamado Mal de los Rastrojos del 30 al 3 por ciento, y hace cinco años la Organización Mundial de la Salud adoptó la misma metodología para combatir las consecuencias del virus del Ébola.
Maiztegui, un símbolo reconocido afuera y acechado adentro
La FHA fue descrita en la Argentina en 1950 por el médico argentino Rodolfo Arribalzaga. Ocho años después, científicos del país aislaron el virus que la produce. Como lo hicieron en la localidad bonaerense de Junín, le pusieron ese nombre.
En 1984 se desarrolló la vacuna contra la Fiebre Hemorrágica Argentina impulsada por un investigador argentino en los Estados Unidos, porque en ese momento no se disponía de un edificio que tuviera la seguridad para hacer ese desarrollo en el país. Recién fue habilitado en 2001.
Los lotes experimentales de vacunas fueron producidos por profesionales que viajaron a Estados Unidos a entrenarse y realizar la transferencia de tecnología. Trasladaron todos los procedimientos de los primeros lotes que elaboraron en Estados Unidos hacia la Argentina. Y en Pergamino se desarrolló el ensayo clínico de eficacia.
Las primeras partidas de vacunas –llamadas Candid I– se pudieron producir entre 2003 y 2004 gracias a un financiamiento extra que obtuvo el INEVH por parte de la entonces Secretaría de Ciencia y Técnica.
En 2008 se incrementó el financiamiento del Maiztegui y las inversiones en equipamiento e instalaciones. La llegada de Cambiemos a la Casa Rosada marcó un punto de inflexión: de los 105 empleados con los que contaba quedan 73 porque no se autorizó el reemplazo de los que se jubilan.
Los profesionales del instituto avisaron que de no mediar una inyección de fondos del gobierno nacional, no podrán producir más la vacuna Candid I. Su capacidad de elaboración es de 500 mil dosis anuales. Hoy, tienen apenas 300 mil en stock, que les están demandando las provincias.