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Santa Fe perdió atractivo

El medido involucramiento de Bonfatti y Lifschitz en la campaña de Binner estos días potencia la llegada del mensaje al electorado.

Santa Fe resultó relegada a un segundo plano en la campaña de los principales candidatos a la Presidencia de la Nación, al contrario de Córdoba, que por la particularidad política que significa el peronismo conducido por José Manuel de la Sota y el singular resultado que logró en las elecciones primarias, pasó a ser un distrito estratégico para ganar junto con el siempre decisivo conurbano bonaerense. Con menor protagonismo, los candidatos presidenciales estarán poco en Santa Fe en proporción a la porción de votantes que representa a nivel nacional.

Resuelta la elección de gobernador y las intendencias, Santa Fe no ofrece el atractivo de 2011, cuando Hermes Binner fue candidato presidencial como líder de la alianza progresista no kirchnerista, hoy diluida y reducida a la candidatura sobreviviente de Margarita Stolbizer.

Los candidatos concentran esfuerzos en otras geografías, donde hay más en juego. Córdoba, por caso, donde quedaron boyando más de 600 mil votos. Son los que sacó De la Sota en la primaria. El desafío es transferirlos a Sergio Massa, que ganó la interna de UNA a nivel país, pero en esa provincia perdió 85 a 15 con el gobernador. Para fidelizar al cordobés, Massa puso en sus manos la jefatura de la campaña nacional de UNA. Ahora tiene que convencer a esos cordobeses de que lo voten a él, y que no se vayan a Macri, cuya estrategia pasa por llamar al voto útil con la subsidiaria idea de que el candidato de Tigre es funcional al objetivo kirchnerista de ganar en primera vuelta.

De acá al 22 de octubre Daniel Scioli tendrá más enviados a Santa Fe, como su hermano Pepe, Karina Rabolini o sus ministros, pero hasta ahora no está planificada otra visita a territorio santafesino.

Sergio Massa, aseguró Alejandro Grandinetti, pisará suelo santafesino al menos una vez antes del 25, pero tampoco hay fecha fijada. La preocupación principal es provincia de Buenos Aires. La vergonzosa fuga de la candidata Mónica López a las filas del sciolismo en las últimas horas es una señal inequívoca de que no puede descuidarse las espaldas.

Macri, dicen en el PRO, pasará una vez más por Santa Fe, aunque tampoco hay fecha. Mientras tanto, al igual que el sciolismo, avivará el fuego de campaña enviando aliados y funcionarios porteños. El viernes estuvo el ministro Montenegro y mañana irrumpirá Elisa Carrió en el hotel Ross Tower. Ahora sin tener que disimular, se presentará junto con Carlos Reutemann en conferencia de prensa. Ya no más piropos del tipo “es buen mozo y honesto”; aliada política lisa y llanamente.

Apostar a futuro

Scioli se fue de Rosario satisfecho tras participar el lunes a la noche de la cena de recaudación de fondos que organizó Omar Perotti en Metropolitano. No hay muchos en el peronismo santafesino que en este momento puedan poner a disposición del bonaerense una platea de 1.100 personas que en su mayoría pagaron una tarjeta de 5 mil pesos. El rafaelino se anotó un poroto a futuro, y a la vez es una devolución de todo el respaldo que el bonaerense le dio durante la campaña a gobernador.

La platea que escuchó a Scioli, Gustavo Marangoni, Miguel Peirano, Sergio Berni y Antonio Caló (al día siguiente la Justicia lo imputó por lavado de dinero y es probable que ya no aparezca en el entorno inmediato del candidato) estaba compuesta por sindicatos, dirigentes, legisladores, un puñado de intendentes, dirigentes y representantes de empresas grandes y pymes de la provincia. La presencia de grandes empresarios o sus gerentes en este tipo de encuentros –no es ningún secreto– no la motiva la pasión política. Así como estuvieron con el Frente para la Victoria, si mañana los telefonease la persona adecuada del Frente Progresista o del PRO no dudarán en comprar gustosos otras tantas tarjetas.

El peronismo santafesino enfrenta un recambio de liderazgo y eso siempre trae ruidos. Sobre esto, el perottismo –que no aspiró a constituirse como un sector partidario extendido a lo largo y ancho de la provincia sino que es un grupo político más bien acotado en torno a una figura– pide calma: “Primero hay que ganar y después vemos cómo se sigue”. El 26 de octubre, según el resultado, comienza otra etapa. En Buenos Aires conocen de memoria las internas que arrastra el peronismo santafesino, agudizadas desde 2007 cuando perdió la gobernación, y saben que cualquier movida levanta olas. Si Scioli sale presidente Perotti será el referente provincial asociado a su figura. Hoy por hoy es el que mejor lo traduce y el que encarna expectativas a futuro para el justicialismo. Sin embargo sabe que con eso no alcanza, que deberá desplegar estrategias de contención para otros sectores, especialmente los kirchneristas.

A ritmo de cumbia

Binner se lanzó con todo a promover el corte de boleta. Debe resultarle muy ingrato a un hombre con 50 años de militancia y su trayectoria verse condenado a subordinar el mensaje político al ícono utilitarista de la tijera. La apuesta del Frente Progresista es de una faena titánica, a tal punto que los demás contenientes casi no lo tienen en el radar. A la vez la única opción es asumir todos los riesgos disponibles: ¿quién capitaliza adhesiones cuando Binner cuestiona que las fuerzas federales tienen más presencia en Puerto Madero que en Santa Fe? Está claro que demanda al gobierno nacional y pone en evidencia a Macri, cuya Policía Metropolitana sólo atiende en cuatro de las quince comunas porteñas y apenas controla el 40 por ciento de la superficie de la ciudad. Pero es una elección presidencial, con boleta sábana, y la del Frente no tiene un candidato a la Casa Rosada. El medido involucramiento de Bonfatti y Lifschitz en estos últimos 20 días de campaña potencia la llegada del mensaje al electorado, pero difícilmente alcance para cambiar la forma de votar.

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