Dice 93 a 87 en el tablero del Ruca Che y Corrientes queda en el camino. Es la quinta victoria seguida de Santa Fe y el pasaje a la final de esta noche en el Argentino de Neuquén. Es otra sorpresa y otra demostración de amor por la provincia.
Se autodenominan Pura Sangre, la banda, la Perrada. Asumen sin ningún tipo de complejos que estuvieron lejos de ser la primera elección del entrenador para integrar el plantel santafesino. Pero se juraron dejar la vida por la camiseta, entrenaron, entendieron que no hay rivales invencibles y que el secreto era trabajar cada juego, con respeto pero sin temor. Al fin y al cabo, Santa Fe es Santa Fe, juegue quien juegue.
Sebastián Saborido y Javier Ceci pusieron la impronta desde la dirección técnica, motivando, planificando, estudiando, convenciendo. “Lo imposible está en la mente de los cómodos”, repite desde su cuenta de Twitter cada tanto Saborido y es uno de los lemas que escribe en la pizarra ante de los juegos. El DT ya había llegado a las finales 2015 y 2016 con planteles debilitados, pero en esta ocasión, cuando las bajas eran más, nunca pensó en escaparse de la responsabilidad. Creyó. Y los jugadores también. Nadie más.
En el duelo ante Corrientes no hubo nada fácil. Mucha paridad, respuesta de gol por gol y de defensa por defensa. Nadie podía establecer un dominio claro y el público disfrutó de un gran juego, con enorme tensión.
Y fue Santa Fe el que lo quebró en el cierre, con su marca registrada de triples, con la experiencia de Bebo Ceruti, la desfachatez del pibe Gastón García, las pinceladas de Lucio Delfino (lamentablemente se lesionó) y el coraje de Jonatan Sacco. Pero con todos aportando lo suyo en ambos costados. Sacó una diferencia de seis que resultó enorme para lo que había sido el trámite, y aunque Corrientes arrimó, no pudo darlo vuelta. Después vino el festejo, y la espera para conocer al rival, que se definía al cierre de esta edición entre el local Neuquén y el enemigo íntimo Tucumán. A esta altura, no importa demasiado.
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