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Schopenhauer, la filosofía como representación y voluntad

Un minucioso recorrido por la vida y obra de un pensador “intempestivo”, cuyos juicios todavía despiertan polémica.

Arthur Schopenhauer fue un filósofo intempestivo. Sus juicios taxativos aún despiertan polémica y su obra alcanza en algunos casos las cumbres del pensamiento occidental. El libro más importante de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, ejerció una influencia muy significativa en las investigaciones y escritos de figuras relevantes de la talla de León Tolstoi, Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, Albert Einstein, Thomas Mann, Carl Gustav Jung, Ludwig Wittgenstein, Jorge Luis Borges, Pío Baroja y Émile Cioran, entre otros.

Como señala un comentarista: “Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el Vedanta (escuela filosófica hinduista). En su obra tardía, a partir de 1836, presenta su filosofía en abierta polémica contra los desarrollos metafísicos postkantianos de sus contemporáneos, y especialmente contra Hegel, lo que contribuyó en no escasa medida a la consideración de su pensamiento como una filosofía antihegeliana”.

Al decir de uno de sus biógrafos, “Arthur Schopenhauer nació en Danzig el 22 de febrero de 1788 en el seno de una familia de posición social elevada. Su padre, Heinrich Floris Schopenhauer, fue un próspero comerciante que inició a su hijo en el mundo de los negocios y contribuyó para que emprendiera largos viajes por Francia e Inglaterra. Su madre, Johanna Henriette Trosenier, fue una escritora que alcanzó cierta notoriedad por promover veladas literarias en la ciudad alemana de Weimar. Estas reuniones le permitieron al joven Arthur  tomar contacto con grandes personalidades del mundo cultural de su tiempo como Goethe y Wieland. Por lo demás, el carácter extrovertido y jovial de Johanna contrastaba con la hosquedad y misantropía de su hijo. De ahí que la relación entre ambos fuera siempre bastante conflictiva. Este rasgo de la personalidad de Schopenhauer condicionó también el trato con su única hermana, Adele, nueve años menor que él”.

“En 1793, poco antes de que Danzig fuera anexada a Prusia, se trasladó con su familia a la ciudad de Hamburgo. Por expreso mandato paterno y a contramano de su propia vocación, Schopenhauer inició en 1805 la carrera de comercio en calidad de aprendiz. Ese mismo año murió su padre, presumiblemente por suicidio. No obstante, Arthur siempre llevó una buena relación con él, estima que aparece en sus escritos al agradecer que la independencia económica heredada de su progenitor le hubiera permitido llevar a cabo su verdadera vocación. Al morir Heinrich Floris, el resto de la familia se mudó a Weimar. Arthur permaneció en Hamburgo y continuó con su actividad laboral, separándose de su madre y de su hermana”.

Lecturas y estudios iniciales

Antes de cumplir los 20 años, Schopenhauer abandonó definitivamente la ocupación de comerciante y emprendió sus estudios universitarios. Así, en 1809 se inició como estudiante de Medicina en la Universidad de Gotinga, asistiendo a varios cursos. Conoció allí a Gottlob Schulze, un profesor de filosofía que le aconsejó emprender el estudio exhaustivo de las obras de Platón e Immanuel Kant, que luego complementaría con lecturas de los libros de Aristóteles y Baruch Spinoza.

Su acercamiento a estos autores despertó en Schopenhauer su vocación filosófica y en 1811 se trasladó a Berlín, donde permaneció dos años y siguió los cursos de Fichte y Schleiermacher. Pero a diferencia de lo antedicho, ambos filósofos de mucho prestigio por entonces le provocaron decepción. Algo similar le ocurrió con Schelling, autor al que Schopenhauer leyó con intensidad. Además de sus estudios de Filosofía, se matriculó en cursos de Filología Clásica y de Historia y asistió también a un buen número de cursos de ciencias naturales, pues consideraba que estos conocimientos ampliaban y reforzaban su formación.

Ante los inminentes combates en contra de la ocupación napoleónica, Schopenhauer partió de Berlín y, tras una breve estadía con sus familiares en Weimar, se retiró a Rudolstadt. Ubicado allí, terminó de redactar su tesis titulada Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, que presentó en noviembre de 1813 y con la cual se doctoró en la Universidad de Jena.

Poco tiempo después de regreso a Weimar, se vinculó con Goethe y conoció al orientalista Friedrich Majer, quien lo introdujo en la antigua filosofía hindú. Las conversaciones con Goethe en torno a temas relacionados con la Teoría de los Colores esbozada por el poeta orientó a Schopenhauer a elaborar una teoría propia, que plasmó en su segundo libro, Sobre la visión y los colores, publicado en 1816. Schopenhauer puso de manifiesto su gran admiración por Goethe, Homero, Shakespeare y escritores del Siglo de Oro español, especialmente Baltasar Gracián, a quien tradujo al alemán y leía y citaba siempre en español.

Como reseña un diccionario filosófico: “De la fusión de las doctrinas brahmánicas y búdicas con las enseñanzas de Platón y Kant, habría de surgir el núcleo del propio sistema schopenhaueriano, sistema éste que quedó definitivamente plasmado en su obra capital, El mundo como voluntad y representación. Schopenhauer escribió este libro durante los cuatro años que residió en Dresde, concluyendo la redacción del manuscrito en 1818. A pesar de las grandes expectativas que Schopenhauer había cifrado en su obra, ésta resultó un rotundo fracaso. Tanto fue así que, nueve años después de su aparición, todavía quedaban en los depósitos de la editorial Brockhaus ciento cincuenta ejemplares de una tirada de ochocientos, muchos de los cuales, a su vez, habían sido reciclados en lugar de venderse”.

Ideas esenciales

Tal como señala un analista de sus obras, “Schopenhauer no comulgaba con las que consideraba licencias especulativas del idealismo alemán, tomó como base de su propio sistema el criticismo de Kant. Sin embargo, mientras el Kant de la primera crítica negaba radicalmente la posibilidad de conocer el noúmeno o cosa en sí, Schopenhauer sostuvo que mediante la introspección era posible acceder al conocimiento esencial del yo. Identificó a éste con un principio metafísico al que denominó voluntad o voluntad de vivir. Además, redujo las doce categorías del sistema kantiano a una sola: el principio de razón suficiente, que se subdivide en cuatro formas: el principio de razón suficiente del devenir o de la causalidad que se corresponde con la representación empírica, el principio de razón suficiente del conocer que se corresponde con la verdad lógica, el principio de razón suficiente del ser que se corresponde con la geometría y la aritmética, y el principio de razón suficiente del obrar que se corresponde con el conocimiento de sí”.

El concepto de voluntad, en el estricto sentido schopenhaueriano, no alude a la mera facultad psíquica de querer sino que, antes bien, se refiere a un ser o esencia de carácter metafísica cuyo correlato sensible es el mundo fenoménico.

En efecto, el mundo de los fenómenos –que a diferencia de la Voluntad está sujeto indefectiblemente a las coordenadas espacio-temporales determinadas por el principio de individuación y a la ley de causalidad–, no es más que la Voluntad misma objetivada que, en cuanto tal, debe ser entendida en términos de lo que Schopenhauer llama representación.

Arthur Schopenhauer murió en la ciudad de Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, a los 72 años, el 21 de setiembre de 1860, dejando a la humanidad un legado de inmenso valor para la reflexión.

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