Daniel Scioli encontró un argumento para fantasear con que seducirá a los votantes de Sergio Massa. Escarba más allá del concepto, incierto, de que son “peronistas”: parte de la tesis de que si esos electores fueron al tigrense, que aparecía tercero y perdedor el 25-O, es porque tienen resistencia a migrar a Mauricio Macri.
El dictamen, que sonó en el revoleo de cálculos e hipótesis que se ensayó en los laboratorios del PJ, sostiene que el “voto útil” opositor se alineó el domingo último detrás de Cambiemos. “Fue el votante que votó para que Scioli no gane en primera vuelta”, dijo un cacique peronista que midió ese factor en su territorio.
Sobre esa lectura, el peronismo, que juega su suerte en el balotaje del 22-N, confía en que puede capturar un alto porcentaje de voluntades entre los 5,2 millones de UNA y los 400 mil que obtuvo Adolfo Rodríguez Saá. Se anexa una mirada: Scioli logró 9 millones de votos y, para ganar la segunda vuelta, necesita juntar entre 3 y 3,5 millones más. Es decir: repartir mitad y mitad ese caudal de votos con Macri lo dejaría, dice el sciolismo, a tiro de la victoria.
A la pesca de esas voluntades, el peronismo buscó reconstruir la hermandad con “primos” que jugaron con Massa. Sergio Urribarri, gobernador de Entre Ríos –que retuvo la provincia con Gustavo Bordet y Concordia, su pago chico, con Enrique Cresto– mostró el martes la primera foto de ese fenómeno que quieren viralizar: Adrián Fuertes, candidato a vicegobernador y alcalde massista, anticipó que apoyará a Scioli. Hay, como contó este diario, un radar sobre el vice de UNA, el salteño Gustavo Sáenz, y se exploran, en sigilo, pactos implícitos con el cordobés Juan Schiaretti y el chubutense Mario Das Neves, con quien Scioli habló por teléfono el domingo.
Los dos gobernadores están anunciados en la cumbre que ayer a media mañana capitaneó Massa en Puerto Madero, en la que mostró una postal de poder y estructura política. Nada nuevo: Massa fue el candidato presidencial más antisciolista y se presentó como el único que podría derrotarlo en un balotaje. ¿Habrá sido una premonición?
Desmarque
Pero las ecuaciones y los acuerdos de superestructura están taponados por otro factor.
El PJ que orbita al candidato terminó de unificar criterio detrás de un concepto que se sintetiza en una frase: Scioli tiene que ser Scioli, pero, sobre todo, tiene que dejar de ser el candidato de Cristina de Kirchner.
El presidencial lo redondeó en una frase cuando dijo que “será más Scioli que nunca”, que sugiere que hasta acá no lo fue, que tiene algo guardado o que alguien no le permitió ser todo lo Scioli que le quiso ser. A lo Néstor Kirchner –homenajeado el martes por los 5 años de su muerte– Cristina podría exigirle que diga quién no lo deja ser Scioli.
Hoy, según trascendió, la presidenta volverá a la agenda pública con un acto y, en teoría, un discurso por cadena nacional. Si ese episodio se concreta, las gestiones de estas horas habrán fracasado: alguna, más allá de la negación desde el círculo más estrecho del hombre de La Ñata, anticipó un encuentro a solas entre la presidenta y el candidato para fijar reglas de los 20 días de campaña que quedan por delante.
Archivo
Gobernadores, dirigentes y legisladores del peronismo, mientras se sobreponen del porrazo del domingo, repiten que cualquier táctica para encarar el balotaje con expectativa requiere archivar el eslogan híper K de que “el candidato es el modelo”.
Según esa mirada, el “modelo K” con la presidenta en el centro de la escena y Scioli como su “delegado” logró 38,7 por ciento en las Paso y 37 por ciento en la general y “será insuficiente para ganar la segunda vuelta”.
Scioli es, claro, más cauto que los que lo rodean y le sugieren incluso que plantee la conveniencia de que Aníbal Fernández –fallido candidato a gobernador bonaerense que cada mañana habla para denunciar traiciones y complots– salga de escena o, directamente, renuncie. “La elección depende de Scioli: Cristina ya no puede hacer más nada”, aportó un dirigente con una postura antagónica a la del profesor Ricardo Forster, que pidió que la presidenta se ponga al frente de la campaña.
El cartero no está solo: en Casa Rosada trascendió que fue exactamente la misma recomendación que dirigentes de La Cámpora le “elevaron” a Máximo Kirchner para que éste la discuta con Cristina. La evolución de esas deliberaciones se traslucirá en lo que haga y diga la presidenta en estos días.
El otro cambio
En el búnker sciolista buscan, en paralelo, la piedra filosofal comunicacional, el mensaje para mostrarse como parte del cambio, aquel eslogan de la “continuidad con cambio”, una frase que le permita a Scioli, el candidato del FpV, ser poskirchnerista sin ser anti-K. Para explicar eso, aparecerán voceros: Urribarri, el salteño Juan Manuel Urtubey, el santafesino Omar Perotti e intendentes ganadores del conurbano como Gabriel Katopodis, Martín Insaurralde, Juan Zabaleta, Mariano Cascallares o Fernando Gray, versiones de un peronismo K que ganó.