Luis Scola es distinto. Siempre lo fue. Dentro y fuera de la cancha. Hizo un carrerón en el “piso”, saltando poco y sin la potencia de otros que juegan en su posición. Y en un deporte dominado por la capacidad atlética. Luifa, que brilló en Europa y se destacó en la NBA (jugó 10 años), ha enamorado a los hinchas con sus actos, no por sus dichos. Como, por ejemplo, sus 20 años ininterrumpidos con la camiseta argentina (sólo lo supera, con 21, un jugador en el mundo), siendo líder y logrando permanentes hitos deportivos. Sin venderse ni sacando chapa. Hoy, a los 39 años, sigue en esa línea, sin declaraciones rimbombantes que aumenten un legado que ya de por sí quedará marcado a fuego cuando ya no esté. “Quizá a la gente y a los periodistas les gustaría escuchar ‘que me encanta la camiseta, que por la Selección vengo nadando’ y todo eso. Y no niego que algo de eso hay, pero la verdad es que no sólo me pasa con el seleccionado. Soy un basquetbolista que todavía disfruta y la pasa bien jugando. Sería más fácil contestarte lo que la gente quiere leer, quedaría mejor, pero me pasa lo mismo en China, con mi equipo (Shanghai Sharks). Más de una vez estoy en Taishan, a la 9 de la mañana, un día de febrero, esperando para ir a entrenar y me pregunto qué hago acá a esta edad. Y me doy cuenta que todo esto aún me gusta…”, responde, libre de humo, en una entrevista exclusiva durante un parate de la concentración del seleccionado en el mágico Dow Center bahiense.
Scola, sin las prestaciones físicas ni el protagonismo del pasado, sigue marcando el camino, como en esta preparación, que para él arrancó tres meses antes de que comiencen oficialmente los entrenamientos pensando en los Panamericanos de Lima (el debut es el 31 de este mes) y el Mundial (el 31 de agosto). Contrató un PF y un asistente de técnica individual para trabajar, durante 90 días, en una canchita personal que construyó en su campo en Castelli. “Esto no es nuevo. Lo hice siempre. La diferencia es que, generalmente, nunca tuve tres meses porque jugaba playoffs. Esta vez sólo fue por más tiempo. Pero es lo que me gusta, lo que me hace bien. Además, sé y siento que estoy cerca del final, entonces todo esto lo disfruto más porque sé que se va a acabar dentro de poco”, se sincera, sin exagerar.
Se nota que Scola disfruta. Cada minuto. Se lo ve sonriente, de buen humor, más incluso que otros años. Mucho tiene que ver esta nueva camada que le ha inyectado energía. “Este grupo me gusta: juega bien al básquet, es agradable, profesional y divertido. Por eso disfruto de venir. Me lo hace más fácil. Si vos estás contento, laburás mejor. Ojo, no te miento, quizá si este grupo sería malo, me encontrarías igual acá. Pero me costaría más, eso sin dudas. Los grupos te tiran para arriba o para abajo. A veces llegás bien, con energía, y decís ‘uy, otra vez éste que se queja, o éste con mala onda’. O pasa al revés, te despertás con dolores de espalda y te cuesta levantarte, pero bajás la escalera, los ves y te llevan hacia arriba. Este grupo me da una bocanada de aire fresco y cada día me lo hace más fácil”, relata.
A Scola, en las charlas, le gusta ir más allá. Y por eso, a horas del amistoso a puertas abiertas que cerrará la visita a la Capital del Básquet, es inevitable que surja el tema de Pepe Sánchez y el Dow Center, el centro de alto rendimiento que su ex compañero de Generación Dorada construyó -con consejos y materiales de la empresa petroquímica Dow- y hoy es el hogar de la Selección en este inicio de preparación. “Tiene todo, está en un nivel máximo, a la altura de los mejores que conozco en el mundo. Celebro que lo haya hecho en el país y en su ciudad, pudiendo elegir otras opciones. Necesitamos gente con el compromiso de Pepe y lugares así para poder desarrollar mejores deportistas y crear una cultura de formación”, opina Luis.
Scola rescata, además de que sea un edificio sustentable y de vanguardia en su construcción, el concepto de formación del Dow Center. “Me encanta que todo gire alrededor de la cancha. Está todo vidriado, entonces vos podés ir a cualquier lugar del centro, sea a una reunión, al gimnasio o al restaurante, pero siempre vas a ver la cancha, a tenerla como referencia. Luego existen pequeños detalles que hacen al todo, como la limpieza, el color, el blanco, el orden, el respeto, los aromas, todas las piezas ventiladas, limpias… Todo engrana y te hace más fácil el intentar ser mejor cada día. Es un entorno que te tira para arriba. Nos pasa a nosotros hoy con la Selección y le pasará a cada uno que venga en el futuro”, explica Luifa.
Asegura que el edificio no lo sorprendió, que esperaba algo así, porque sus charlas con Sánchez son habituales. “Y muy jugosas –describe-, porque siempre me voy pensando después de tener una con él. A los dos nos pasa. A mí, en ningún ámbito, me gusta estar en una habitación donde soy el más inteligente. No me sirve. Busco estar con personas que piensen distinto, que sean mejores que yo, porque eso me desafía, me lleva a otro nivel. Pepe es una de esas personas. Nos retroalimentamos”, cuenta. Por último, valora el camino innovador y rupturista que ha tomó Sánchez con Bahía Basket. “Sé que es difícil porque al estar proponiendo cosas nuevas que el entorno nunca vio esto genera rechazo en el ambiente. Es como que los otros dicen ‘¿vos me estás diciendo que está mal lo que nosotros hicimos por 20 años?’. No es tan así, pero suena así. Y la primera reacción es el rechazo, lo entiendo, pero también les digo que en otros lugares, en países y sociedades más avanzadas, lo que está pasando es lo que hace Pepe aquí”, asegura. Clarito el capitán. Sin vender humo, siempre dejando mensajes, incluso fuera de la cancha.