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Se asomó a la puerta y lo asesinaron de un balazo

La víctima, un hombre de 32 años, fue atacada a tiros frente a la casa donde vivía con su madre.

“Todo se paga en la vida”, dijo en un llanto mezclado con rencor la mamá de Domingo Alejandro Ribles, un hombre de 32 años que pasado el mediodía de ayer fue ejecutado de un balazo apenas se asomó a la vereda de su casa de Grandoli al 3800, en el corazón de barrio Tablada. La mujer almorzaba en la planta alta cuando retumbaron los disparos, y al bajar se encontró con su hijo tirado en el pasillo con una herida de bala que le quitó la vida minutos después de llegar al hospital. Una camioneta y otros dos domicilios fueron alcanzados por los plomos que, una vez más, dejaron en claro cómo se aplica la justicia en una de las zonas más conflictivas de la ciudad. “Los matan como perros, esto no se arregla en la Justicia”, dijo un vecino tras explicar que el ataque de ayer fue perpetrado por familiares de Joel Alcaraz, un pibe asesinado en septiembre de 2009 y cuya muerte desató una feroz rivalidad entre bandas que ocho meses atrás terminó con el homicidio de Gustavo Benavente, en una saga que parece no tener fin.

En ese marco, familiares de Ribles dijeron ayer que “se la habían jurado sólo por tener un parentesco con los Benavente” y que en el último mes fue corrido a tiros tres veces por el muchacho que ayer le disparó. “Nadie hace nada. La Policía tiene arreglo con ellos y en Tribunales parece que nos toman el pelo”, dijeron los vecinos de Tablada con tono de advertencia.

La mamá de Ribles contó a El Ciudadano que cerca de las 14 de ayer almorzaba en la planta alta de su casa de Grandoli al 3800 cuando escuchó disparos. Al salir se encontró con su hijo malherido en el pasillo que da ingreso a la vivienda y lo trasladó al hospital Roque Sanz Peña, donde falleció minutos después.

“Era la flor que yo tenía, mi único varón”, lamentó el papá del hombre ultimado entre llantos tras referir que su hijo ya había sido corrido a tiros en otras tres oportunidades.

Voceros del caso dijeron que Ribles tenía un solo orificio de bala en el pecho, sin salida, que se presume fue de calibre 9 milímetros. No obstante, en el lugar de los hechos se encontraron “más de cinco elementos balísticos”, al decir de un detectiva por lo que se investiga si hubo más de un tirador o si el ataque fue repelido.

Matar en vez de declarar

En Tablada los problemas se arreglan a los tiros y reina el hermetismo. Por eso, la mayoría de los homicidios queda sin resolver, aunque calles adentro se saben los apodos, los nombres y los domicilios de todas las piezas que conforman las complicadas bandas en rivalidad, en su mayoría vinculadas con la venta de drogas. Ayer, los vecinos dijeron con naturalidad datos que no sería de extrañar que nunca lleguen a las fojas de expedientes judiciales y, peor aún, que podrían convertirse en otra sentencia de muerte. “Fue el Checho y el Porro: vinieron en una moto roja, se escondieron atrás de una chata y esperaron que salga. Apenas se asomó lo rosearon a tiros. Ya no saben a quién tirarle para vengar la muerte de Joel Alcaraz”, dijo un muchacho de la zona antes de perderse entre los pasillos.

En ese sentido, una fuente allegada a la investigación explicó la “compleja lógica” que enfrentan cuando la gente no quiere hablar. “Las resoluciones judiciales pueden decir lo que quieran, pero el fallo de la calle dice así: «No declaramos más y salimos a matar directamente»”. Y agregó: “En vez de criarse con un libro bajo el brazo lo hacen con un arma bajo la almohada”.

En la cadena de ajustes que conforman las crónicas policiales de barrio Tablada el nombre de Checho resonó hace pocos meses. Fue a fines de septiembre pasado con el homicidio de Gustavo Gabriel Benavente, de 34 años, ejecutado de un disparo en el tórax en Grandoli al 3900. Por ese hecho fueron detenidos y luego desvinculados con falta de mérito un muchacho de 24 años apodado Caballo y un hombre de 39 conocido como Chaqueño. Sus nombres aparecieron en la investigación luego de que el padre de la víctima y una chica que dijo haber estado junto a Benavente durante el ataque declararan ante la jueza María Luisa Pérez Vara y señalaran a los dos apresados y a otros dos muchachos: Checho y un tal Miguelito, como los autores materiales del crimen.

La muerte de Benavente tiene como antecedente lejano el homicidio de Joel Alcaraz, un pibe de 19 años que a fines de 2009 fue acribillaron de 12 balazos frente a la casa de Jesús, el menor de los hermanos Benavente, que recibió siete disparos y quedó parapléjico, el único procesado por la muerte de Joel ya que los otros dos recibieron falta de mérito, y luego fueron sobreseídos por el homicidio.

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