El mundo intelectual y de las letras quedó sin unas de sus voces más lúcidas tras el fallecimiento anteayer del escritor, filósofo y semiólogo Umberto Eco, quien con la novela El nombre de la rosa se hizo reconocido en todo el mundo, pero que dejó un legado invaluable con el Tratado de semiótica general.
El escritor nacido en1932 en Alessandria, en el norte de Italia, falleció en su casa de Milán; hecho que se replicó sin descanso en las redes sociales de Twitter y Facebook, definidas por Eco como “la invasión de los idiotas” porque permitían “la opinión de los necios”.
Este doctor Honoris Causa de 38 universidades alrededor del mundo y premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades que se desempeñaba al frente de la cátedra de Semiótica de la Universidad de Bologna –donde puso en marcha la Escuela Superior de Estudios Humanísticos o Superescuela, que difunde la cultura internacional entre licenciados con alto nivel de conocimiento– es autor de una poderosa obra ensayística y de ficción atravesada por la filosofía tomista y sobrevolada por la cultura medieval.
El nombre de la rosa es el bestseller que lo lanzó a la fama mundial en 1980, novela donde el célebre Fray Guillermo de Baskerville debía esclarecer los crímenes cometidos en una abadía benedictina en el año 1327 ayudado por el novicio Adso de Melk, que ganó el premio Strega en 1981 y el Medicis Extranjero en 1982 y en 1986 fue llevada al cine por Jean-Jacques Annaud y protagonizada por Sean Connery.
Traducida a cerca de medio centenar de lenguas contó con más de 30 millones de copias vendidas; mientras que El péndulo de Foucault podía leerse como la crítica de El código Da Vinci, dijo Eco, una historia de tres intelectuales que inventan un supuesto plan templario para dominar el mundo, publicada en Italia en 1988 e intempestivamente tildada por la Santa Sede como “bufonada”, “charlatanería”, y “blasfemia”.
Para este experto en comunicación –autor de ensayos como Apocalípticos e integrados– toda expresión cultural debe situarse en su contexto histórico, como se ve en escritos caracterizados por análisis semióticos alejados de cualquier visión metafísica y en obras que han contribuido a difundir temas de estética y arte contemporáneo.
Conceptos como signo, código, metáfora o símbolo fueron desarrollados en su famoso Tratado de semiótica general; mientras que en su última novela, El libro del año cero, retoma sus duras críticas sobre la crisis del periodismo, nacida a su entender en los años 50 a partir de la aparición de la televisión en los hogares.
“Los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera”, resumía este miembro del foro de sabios de la Unesco que en sus últimos años alternó su quehacer académico literario con colaboraciones en distintos medios, conferencias y coloquios.
Diario y redes del mundo lamentan la pérdida de Eco
La muerte de Eco causó estupor y tristeza en el mundo de la cultura y fue tapa de los principales diarios de todo el globo con títulos y frases que recurrieron a su genio y fina ironía para inmortalizarlo.
“Adiós Umberto Eco, el hombre que sabía todo”, tituló el diario italiano La Repubblica, mientras que el Corriere della Sera destacó al “escritor que cambió la cultura italiana”; y desde España El País tituló “Muere Umberto Eco, el humanista total”, en tanto que el diario El Mundo señaló al “profesor vuelto novelista”.
The New Yorker se refirió a Eco y una tesis de la escritura que era una guía para la vida; y El Universal de México habló de “un autor de catedrales literarias exitosas”.
Fue el francés Jean-Jacques Annaud, director de El nombre de la rosa, film que llevó al cine al best-seller homónimo, quien recordó a Eco como “un erudito al que todo le divertía”, con quien mantuvo “una relación de admiración total” y que “tenía una memoria monstruosa”.
Menos destacado, el diario británico The Guardian remarcó sus facetas de novelista e intelectual; mientras que The New York Times destacó en la sección de artes la muerte del “best-seller y académico que navegaba entre dos mundos”.
En Facebook la red medievalista también despidió “con tristeza” al premio Príncipe de Asturias 2000. Al pésame por su muerte se unió en Francia el ministro francés de Exteriores, Jean-Marc Ayrault, quien remarcó que Eco encarnó “el talento de Europa, del mestizaje de culturas, del diálogo entre idiomas y civilizaciones”.