Una serie de capas conviven en Duele, nuevo material teatral de producción local que a primera vista se revela como muy atractivo porque une el trabajo de dos creadores locales de vasto recorrido, que de algún modo invierten roles para concretar este proyecto. Se trata de una obra teatral para un solo personaje, una tragicomedia sobre el amor y el desamor, inevitablemente atravesada por la problemática de la violencia de género, en la que Ignacio Amione, también autor del texto, es dirigido por la talentosa actriz Ofelia Castillo, que de este modo se prueba formalmente como directora.
Amione, que viene de participar como actor en la versión local de Cachetazo de campo, dirigida por Romina Bozzini, es Eduardo, un hombre que sufre por sus manías pero a su vez las necesita para sobrevivir. “En su mundo, amar y ser amado se parece a un milagro; ella apareció y fue la única cosa hermosa con la cual él se obsesionó”, adelanta este tándem creativo acerca de Duele que se conocerá este sábado en La Manzana, donde seguirá en cartel durante mayo y junio.
“Más allá de algunas colaboraciones como asistente, nunca había dirigido formalmente una obra. Nacho me convoca porque le interesaba mi trabajo como actriz. Y de movida la convocatoria fue un desafío, porque además me interesaban mucho los trabajos de Nacho como director. Así arrancamos: él tenía un texto que venía escribiendo, era un texto largo que atravesaba un montón de temáticas y como suele pasar, a partir de los ensayos, lo destrozamos (risas)”, adelantó Castillo, actriz identificada con el unipersonal de humor pero que viene recorriendo otros horizontes, como pasó con la versión de Las de Barranco, de Gregorio de Laferrère, bajo la dirección de Alejandra Gómez, quien también la dirigió en la reciente reposición del clásico local El Timbre.
“Con Nacho nos cruzamos en un taller que ofreció en Rosario Alejandro Catalán; él se acercó con la propuesta, lo que marca una serie de paradojas: el actor convocó al director, cuando por lo general es al revés, pero la directora no es directora sino actriz, y el actor es más director que actor. De todos modos, esta propuesta era el empujón que me faltaba dado que siempre tuve la inquietud de dirigir y no me animaba porque es un trabajo de extrema responsabilidad pero al mismo tiempo apasionante, es algo artesanal esto de ir armando el personaje, sus modos, sus conductas, sin perder de vista que ante todo soy actriz y sé cómo me gusta que me dirijan a mí”, evaluó Castillo, quien también descolló en De cómo estar juntos, una comedia de bodas, que se presentó en el marco del ciclo municipal Un verano fresquito.
“En ese proceso –continuó Castillo– fue quedando lo que me parecía atractivo para actuar: es un texto teatral bastante poético, fragmentado, que propone un relato integrado por distintas narraciones, donde le di prioridad a la intuición, a eso que como actriz a mí me gustaba que el actuara, son capas que van por debajo de esa historia de amor que se cuenta en primer plano”.
Tono de tragicomedia
“Depende de cómo se cuenten las historias, se pude ver una comedia o una tragedia; los textos no son cómicos pero creo que ahí aparece mi impronta: yo no puedo concebir una obra de teatro donde no haya humor. Al menos en la forma del decir del personaje, pero el humor es inevitable para mí, y el resultado son textos poéticos con ciertos rasgos trágicos pero con un modo de contarlos que los apartan de lo real”, expresó la directora. Y continuó: “Aparecen muy marcados unos trazos gruesos que lo acercan al grotesco, más allá de que no hay ni un género ni un estilo definidos. La obra es la vida de un hombre atravesada por sus vacilaciones, dudas y certezas, una historia de amor desgraciado, con ese contraste donde lo cómico intenta reparar justamente aquello que más duele; es así que el humor aquí aparece para apaciguar el dolor”.
Como pasa con el psicoanálisis, todo personaje que se desnuda a través de una confesión en primera persona como en este caso, desnuda sus exilios internos. “Este es un personaje que está varado en un lugar, pero no se sabe cuál es ese lugar”, analizó Castillo en relación con esa quietud en tiempo y espacio que plantea Eduardo, un personaje que se encuentra sumergido, “buscando razones, conjeturas interminables que finalmente no explican nada y cobran matices desmesurados hasta la caricatura”.
“Tenemos la sensación de que el personaje está varado en el lugar de los recuerdos y las obsesiones –continuó—, es un especie de prisionero de su sufrimiento, con mucho de amor y al mismo tiempo de una gran obsesión, por eso el lugar de la escena es indefinido. De algún modo, cuando pensábamos en el espacio que contiene a este personaje, llegamos a la conclusión de que es como un limbo: es ese lugar donde uno guarda los recuerdos, donde se guardan los pensamientos”.
Violencia de género
En tiempos del #NiUnaMenos, donde la agenda cotidiana está atravesada por sucesivos casos vinculados a la violencia de género, cierta oscuridad que transita el personaje deja entrever que no todo fue amor en su historia pasada. “Este es un tiempo en el que se ha vuelto difícil escaparle a las temáticas vinculadas al género; no es un tema que esté trabajado en la obra en primer plano pero es algo que se va a ver, yo lo veo, está. Es un tema que aparece porque es algo que nos atraviesa, de todos modos estamos esperando las devoluciones del público con respecto a eso. Lo que se ve en un primer plano es una historia de amor y desamor, de alguien que cuenta lo que tuvo y ya no tiene, y allí no se está hablando sólo de esta mujer que se fue. Por momentos hay indicios de que en este personaje habita algo más que un pobre hombre abandonado, hay algo oscuro en esa historia que esperamos que se vea”, expresó finalmente Castillo.
Para agendar
Duele se conocerá este sábado, a partir de las 21, en el Teatro La Manzana, de San Juan 1950, donde continuará en cartel los restantes sábados de mayo y junio en el mismo horario