Leer en el 2020 a Ray Bradbury es de alguna forma también poner en valor aquella premisa esencial de que los clásicos no envejecen: así, en coincidencia con los cien años del nacimiento del escritor, la editorial Minotauro acaba de reeditar “Crónicas Marcianas” y la novela distópica “Fahrenheit 451”, obras que no solo siguen frescas y vigentes sino que en los nuevos contextos sociales y científicos han cobrado una renovada fuerza.
La reaparición en estos días de las emblemáticas obras del escritor nacido en Waukegan el 22 de agosto de 1920 y fallecido en Los Ángeles el 5 de junio de 2012, podría leerse como una “paradoja”, según asegura Paola Lucantis, editora de los sellos Planeta y Tusquets y a cargo del relanzamiento de Minotauro, la mítica editorial fundada en 1955 por Francisco “Paco” Porrúa que regresa al mercado con la misión de recuperar clásicos literarios en Argentina.
“Bradbury anticipaba un mundo sin libros pero (y aquí está lo paradójico) la obra se vuelve a reeditar en papel y ocupa un espacio importante en todas las librerías”, explica la editora a Télam.
Un universo que en vez de desaparecer, se expande y puebla los anaqueles de las librerías argentinas, sin olvidar, por supuesto, que “varias generaciones de estudiantes argentinos han leído la obra de Bradbury en los distintos niveles educativos”.
Alguna vez el escritor, con 89 años de edad y “con más de treinta libros por escribir”, reveló el motivo de la escritura de “Fahrenheit 451”: “Quise escribir algo para advertir a las personas sobre proteger las bibliotecas, los libros. Yo no estudié en la universidad porque era muy cara, así que toda mi formación la hice en las bibliotecas públicas”.
La obra fue publicada en 1953 y escrita con máquinas que funcionaban a monedas ya que como cuenta Bradbury no tenía otra forma de poder escribir la novela: “Había estado casado durante un año, tenía poco dinero, vivíamos en un lugar muy pequeño”, recordó alguna vez.
“Deambulé por la biblioteca de la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles), bajé al sótano y busqué. Había 12 máquinas de escribir, por 10 centavos podías alquilar estas máquinas. Entonces me fui a mi casa, tomé una bolsa de monedas, me la llevé a la biblioteca y ponía moneda tras moneda. En nueve días gasté nueve dólares, nueve días escribiendo la primera versión de Fahrenheit. Qué tal, ¿eh?, nueve días para la primera versión”, evocó.
Aquel escenario de máquinas de escribir alquiladas en un sótano ha cambiado, incluso para los escritores más humildes ya que casi todos tienen acceso a un procesador de texto, algunos más modernos que otros.
Lucantis remarca que “este nuevo contexto es beneficioso para nuevas lecturas de Bradbury”, no solo respecto al cambio de tecnologías sino en los procesos que los géneros literarios han tenido, especialmente los próximos a la ciencia ficción. “El fantasy, por ejemplo -destaca la editora- y todas las sagas de fantasía épica, de subversión, neoépica, neogótica, entre otros subgéneros que se editaron en los últimos quince años y que crearon un público lector joven”.
Esos nuevos lectores buscan en los autores clásicos de ciencia ficción –muchas veces de forma inconsciente– construir un entorno cognitivo que encaje con esos supuestos que construyen las historia y los personajes del género.
“Además –agrega Lucantis- también están las series distópicas de televisión que piensan una sociedad futura cercana o más lejana, con la utilización de nuevas tecnologías pero sin dejar de lado los vínculos entre los seres humanos, la condición humana y la infelicidad, todo lo que Bradbury ya había escrito hace 70 años atrás”.
Estas series que están en la frontera de lo que puede suceder en cualquier momento cercano y de lo que ya sucede, como la famosa serie británica “Black Mirror”, creada por Charlie Brooker y que se encuentra en la plataforma Netflix.
La literatura de Bradbury se encuentra en esa misma frontera entre lo actual y lo próximo. Pero de ninguna forma la tecnología deja de lado la condición humana, como señala Borges en el prólogo de “Crónicas marcianas”.
“En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad…”, escribe el autor de “Ficciones”. De esta manera los nuevos lectores encuentran en estos libros una mirada anticipada y de vanguardia a las actuales series televisivas o sagas literarias, con una mirada muy crítica y observadora.
Las historias de escritor tuvieron mucho éxito en el pasaje de una semiótica a la otra, por esos sus libros fueron llevados al cine, como “Fahrenheit 451” de François Truffaut (1966), “El hombre ilustrado” de Jack Smight (1969) y “Crónicas marcianas” de Michael Anderson (1980).
Ahora, la mirada poética y melancólica de los libros de Bradbury sigue vigente y se fortalece en estas ediciones de Minotauro que han sido revisadas en el transcurso de sus 65 años de existencia.
En “Crónicas marcianas”, con la llegada a Marte y la colonización del planeta por los humanos, el narrador habla con un tono melancólico y poético de los sentimientos y las relaciones de los marcianos con los primeros conquistadores.
“Bradbury ha preferido (sin proponérselo, tal vez, y por secreta inspiración de su genio) un tono elegíaco. Los marcianos, que al principio del libro son espantosos, merecen su piedad cuando la aniquilación los alcanza. Vencen los hombres y el autor no se alegra de su victoria. Anuncia con tristeza y con desengaño la futura expansión del linaje humano sobre el planeta rojo -que su profecía nos revela como un desierto de vaga arena azul, con ruinas de ciudades ajedrezadas y ocasos amarillos y antiguos barcos para andar por la arena”, sostiene Borges en el prólogo.
Minotauro, articulado por del editor Andreu Giménez para todos los países hispanohablantes, relanza el fondo enfocado en dos colecciones: por un lado, la “Bibliotecas de Autor” (por ahora completas la de Ray Bradbury y la de Philip K. Dick) y, por el otro, la “Colección Esenciales”, en la cual conviven los autores consagrados del sello con sus libros más representativos: Bradbury, Dick, Matheson y otros.