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Se desploma el poder adquisitivo y se hunde el consumo de productos de primera necesidad

La alta inflación que atraviesa Argentina, junto con la falta de actualización de los salarios, acarrean como consecuencia que familias tengan que dejar de consumir productos de la canasta básica.

El poder adquisitivo se desploma a un ritmo acelerado en medio de la fuerte suba de precios que soportar la Argentina desde hace meses.

Entre diciembre y enero la inflación se disparó 50 por ciento, con fuertes remarcaciones en alimentos, bebidas y productos de higiene.

Ante este escenario, que se refleja en un hundimiento del consumo de productos de primera necesidad, las proyecciones de las consultoras ya hablan de un hundimiento del Producto Bruto, que ya se nota en sectores como la industria y la construcción.

El deterioro del poder de compra de los ingresos de los trabajadores ya alcanza niveles récords, como consecuencia de que las paritarias corren de atrás a la escalada de precios.

Un informe de la Fundación Capital advierte que en los próximos meses se verá una caída adicional en el poder de compra de los salarios, tanto del sector privado formal como de los ingresos informales.

«El ingreso real de los trabajadores formales en diciembre de 2023 tocó mínimos desde la crisis del 2002. Frente a lo que podría ser el séptimo año de caída en el poder de compra de las familias, se enciende una luz de alerta que podría ser un freno a la política económica, más aún si la recuperación se demora en llegar», indicó esa entidad.

De acuerdo con los últimos registros oficiales, los salarios tocaron en diciembre el menor nivel desde marzo de 2003.

Comparados con el 2017, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios del sector privado registrado ya suma 18,9%.

En este contexto, donde todos los asalariados pierden contra la dinámica inflacionaria, el consumo muestra un derrumbe.

La pérdida del poder adquisitivo de la mayoría de la población está impactando de manera dramática en los niveles de consumo masivo.

Las ventas de los supermercados cayeron alrededor del 10% durante enero, en relación al mismo mes de 2023, de acuerdo a los últimos registros de la consultora Scentia.

Se trata de un retroceso histórico: no es habitual que las ventas de las grandes cadenas muestren semejante caída aún durante un ciclo recesivo de la economía.

Las principales alimenticias también admiten que en enero la caída del consumo fue mayor a la esperada, sobre todo en productos de primera necesidad.

En las cadenas de supermercados se expenden los productos de la canasta básica, aquellos difícilmente reemplazables en el día a día a la hora de la alimentación y en la adquisición de los productos de limpieza e higiene.

La CAME (cámara de las pequeñas empresas y comercios) informó que el nivel de las ventas de esos negocios cayeron 28,5% en enero, también respecto del inicio del año pasado.

La drástica caída en el consumo se da en el marco de una inflación persistente, y en ascenso, tras el shock inflacionario de diciembre (25,5%) y enero, que fue del 20,6%. Para febrero se espera un nivel del 20%.

En este escenario, el consumo interno de carne vacuna se desploma frente al aumento de los precios en la hacienda y el mostrador, mientras las exportaciones crecen favorecidas por el levantamiento de las restricciones y contribuyen al encarecimiento de los valores en el mercado local.

El consultor privado de ganados y carne vacuna, Víctor Tonelli, precisó que en lo que va del año el índice del mercado del novillo, en el Mercado Agrogranadero de Cañuelas (MAG), se ajustó en torno al 18%, “pero si tomamos en cuenta el valor de noviembre, cuando todavía estaba el ciclo de liquidación funcionando, el ajuste fue casi del 70%”.

Dijo que la recuperación de los precios de la carne vacuna se debe a que “estaban un poco atrasados”, pero también a “una participación cada día más importante de las exportaciones dentro de la oferta total disponible”.

Las exportaciones representaron un poco más del 30% total en diciembre y estuvieron cerca del 33% en enero, lo que para Tonelli es producto de “la liberación de las prohibiciones y restricciones a las exportaciones”.

A la par del crecimiento de las exportaciones, aseguró que se ve “una caída fenomenal del poder adquisitivo y del volumen de consumo que promedió en torno de los 40 a 42 kilos por habitante por año”, por efecto de la inflación.

El consultor estimó, que los precios actuales de la hacienda, que están en torno a los $1.700 a $1.800 el kilo vivo, de un novillito de consumo bueno, y de $1.600 y fracción del Índice de Novillo en Cañuelas, “se van a mantener durante febrero”, lo que “implicaría que estaríamos hablando de un precio promedio a la carne de entre $6.000 a 6.500″, que sería una suba de 10% respecto de enero.

El presidente de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores (Camya), Sergio Pedace, dijo que “los precios se van a ir afirmando y de a poco van a ir subiendo y acompañando la inflación” y explicó que la suba “ya no depende del consumo interno, porque la gente se ha volcado más al cerdo, que está muy barato, y al pollo, que ya llegó a su techo”.

Asimismo, remarcó que “el precio de la carne vacuna va a ir dependiendo del valor del dólar y de la exportación, y de la cantidad de novillos que tenga la Argentina para poder exportar”.

Debido a la sequía, agregó que “hay un millón y pico de terneros menos, y menos hembras también” y estimó que “el rodeo se va a ir recomponiendo si hay previsibilidad, dentro de un año y medio o dos, no antes”.

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