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Se hace muy difícil

Desde que comenzó el Mundial de Rusia 2018, hemos sido testigos de todo tipo de acoso a las mujeres por parte de simpatizantes de distintos países que viajaron para ser parte del gran evento futbolístico. Desde videos de argentinos, colombianos, paraguayos y brasileros haciéndoles decir cualquier tipo de barbaridad a las chicas rusas, aprovechándose de la incomprensión del idioma, hasta acoso a aquellas mujeres periodistas que están haciendo su trabajo.

Y así como comenzaron a viralizarse esos videos y comenzaron a llegar las respuestas, muchos ya no pueden ingresar a los estadios y se pegaron la vuelta. Otros fueron suspendidos o despedidos de sus lugares de trabajo. Sin embargo, continúan con esas prácticas. Parece que no entienden que hay cosas que no se hacen.

Pero, así como se empezó a prestar atención a esas prácticas machistas que son comunes en todas partes del mundo, también comenzó a salir a la luz otro problema: el acoso a las periodistas que están trabajando en el Mundial.

González Theran fue la primera. Enviada por el canal de noticias en español de Deutsche Welle, se encontraba realizando una retransmisión en directo el día de la inauguración de la Copa del Mundo, un hombre apareció en el cuadro de la imagen y le dio un beso en la mejilla sin su consentimiento mientras le tocaba un pecho. Ella continuó informando y él se marchó, sonriendo como si nada…

Hace unos días fuimos testigos de una situación similar. La reportera brasileña Julia Guimarães, trabajadora de Globo Esporte, también estaba realizando su trabajo en vivo cuando un hombre trató de dar un beso en la mejilla. Inmediatamente después del acoso, ella le dio una lección al machirulo y le explicó lo que es obvio: “No te he dado permiso. No es educado y no está bien. Nunca le hagas esto a una mujer”.

En Brasil hay antecedentes. Es que hace unos meses un grupo de periodistas deportivas, más de cincuenta mujeres se cansaron de callar y de padecer cualquier tipo de abuso y acoso por parte de los hombres y gritaron todas juntas: «déjala trabajar».

Todas alguna vez pasamos por una situación similar. Uno que se quiere propasar en el colectivo, otro que te toca el pelo y te «despeina» cuando estás en un boliche. Lo único que faltaba era que no nos dejen trabajar tranquila. Parece que es muy difícil de entender que hay cosas que no se hacen.

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