Fundación Pueblos del Sur (*)
Especial para El Ciudadano
Los últimos datos de empleo difundidos por la Secretaría de Trabajo de la Nación no son para nada alentadores. La crisis del trabajo se profundizó en los últimos meses, sobre todo en el sector privado. Esta baja en la cantidad de empleos registrados se explica, principalmente, por la caída en la actividad económica, pero no puede explicarse en su totalidad si no se observan los fundamentos de un modelo económico al que le sobran personas.
Desde el punto de vista coyuntural, la situación económica del país empeoró drásticamente en los últimos meses. Según el Indec, el producto bruto llegó al nivel más bajo registrado durante la gestión de Cambiemos, por lo que, tras dos trimestres seguidos de caída, la economía argentina se encuentra técnicamente en recesión.
En un contexto de crisis es sabido que el trabajo escasea. A septiembre de 2018 la cantidad total de empleos registrados ascendió a 12.182.350, alrededor de 70.000 empleados menos que hace un año atrás. Al desagregar estos resultados, se observa que la destrucción se focalizó en el sector privado y en los trabajadores inscriptos bajo el régimen de Monotributo Social. En términos absolutos, la cantidad de empleados contratados por empresas se redujo en 35.600 personas (pasó de 6.221.484 en septiembre de 2017 a 6.185.922 en septiembre de este año) y cayó en 64.031 el total de personas inscriptas en el Monotributo Social.
Misma (mala) suerte sufrieron los asalariados del sector público y los trabajadores autónomos, total que también cayó, pero en menor cuantía (4.300 y 2.900 personas, respectivamente). La excepción fue el empleo en casas particulares que creció en alrededor de 21.000 personas, lo cual no necesariamente refleja un crecimiento en la cantidad de puestos de trabajo sino que, tal como lo precisa la Afip, evidencia principalmente la registración de trabajadores “en negro”.
Como se observa, la situación se viene agravando en el segundo semestre del año, puesto que entre agosto y septiembre de 2018 se destruyeron 22.297 puestos de trabajo en blanco, siendo el sector privado el que más bajas registró, seguido del sector público. Particularmente, los asalariados de empresas cayeron en 20.379, mientras que los públicos bajaron en 6.570. Vale recordar que estas cifras sólo dan cuenta de la destrucción de empleos registrados, correspondería sumarle la destrucción de los trabajos “en negro” que siempre son los que primero se pierden en tiempos de recesión (pero se sabe que no hay datos al respecto).
La retracción en el nivel de actividad, más la caída en el consumo de las personas y del gasto público generaron un combo dramático para la creación de empleo, con impacto directo sobre los sectores que mayor cantidad de trabajo demandan: la industria manufacturera y el bloque comercial; entre los dos explican alrededor del 25% del empleo total y cerca del 41% si se considera solo el sector privado (es decir, se excluye el ámbito público).
Desde el recambio presidencial, en diciembre de 2015, el grueso de las decisiones estatales atentó directamente contra ciertas ramas de la economía que son intensivas en mano de obra. Pero entre enero y setiembre de 2018, la caída en el nivel de actividad de ambos sectores se profundizó, acumulando cerca de un 12% en promedio, lo que se refleja directamente en la menor cantidad de personas contratadas (7.300 empleos industriales y 3.900 empleos comerciales).
Si bien los argumentos de la recesión pasan por la necesidad de bajar la inflación y achicar el desequilibrio fiscal y externo que enfrenta el país, la caída en los sectores demandantes de mano de obra es una característica ya observada y conocida desde el inicio de la gestión de Cambiemos, cuando se propendió hacia un modelo de tipo aperturista, primarizador y con énfasis en la renta financiera. Ocurre que en este esquema, los sectores que resultan ganadores y beneficiarios de la política económica del actual gobierno, son justamente los menos intensivos en mano de obra y los que menos demandan trabajo (agricultura, minería, intermediación financiera).
En consecuencia, el problema del empleo plantea dos aspectos a tener en cuenta, uno coyuntural y el otro estructural: en cuanto al primero, la relación directa que se evidencia entre la recesión y la destrucción de puestos de trabajo. Respecto al segundo, el hecho de que la característica intrínseca del actual esquema económico afecta en mayor magnitud a aquellos sectores que más recursos humanos solicitan. Esto quiere decir que el trasfondo de esta nueva crisis del empleo en Argentina no sólo puede ser explicado por una “turbulencia cambiaria” (como algunas pretenden acotarla), sino por las consecuencias propias del tipo de país al que aspira un sector minoritario de la Argentina, muy bien representado por Mauricio Macri y el partido Cambiemos.
En vista de la férrea defensa que está haciendo el poder político del actual esquema económico, no cabe esperar un cambio significativo en la perspectiva del empleo, mucho menos de los sectores mencionados. La promesa de generar empleo genuino se confronta nuevamente con la realidad, que se encamina a repetir la triste historia de un desempleo de dos dígitos.
(*) fundacion@pueblosdelsur.org