Martín Prieto dejará de ser en poco tiempo director ejecutivo de la sección andina de Greenpeace en medio de un escándalo que amenaza no cesar. Carga desde hace tres meses con denuncias judiciales de acoso sexual y laboral por parte de cuatro ex empleadas de la organización ecologista. Las antecedieron acusaciones internas acumuladas desde 2014 por varias y varios más, del mismo tenor. El funcionario acaba de renunciar por pedido de la propia ONG, también cuestionada por minimizar las críticas en su contra. Prieto dejará el cargo a fin de octubre, pero no las controversias: la elegida para reemplazarlo está sospechada de haberlo encubierto.
La intimación a que renuncie fue el corolario de una investigación interna de Greenpeace Internacional, con sede en Ámsterdam, en la que se comprobaron varios de los hechos expuestos por las y los denunciantes. No había otra salida luego de una carta pública firmada por unos 400 miembros de la organización en todo el mundo para pedir su separación. Prieto pidió licencia al principio de las averiguaciones, pero reasumió en abril pasado con la autorización de la filial local, que siempre lo defendió. El 30 de agosto, finalmente, le llegó la orden para que deje sentada su desvinculación. Dejará el cargo el 31 de octubre.
La gota que rebasó el vaso de la tolerancia hacia el directivo cayó en mayo último: cuatro ex empleadas de la ONG presentaron denuncias ante el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional 53. El fiscal que entiende en la causa la caratuló como abuso sexual, violación de correspondencia, extorsión, robo y reducción a la servidumbre, entre otros hechos.
Alto director, bajos instintos
Prieto fue durante varios años uno de los directivos de mayor peso e influencia global en la ONG. Abogado, de 56 años, está casado con su colega Gabriela Pastorino que, paradoja, es secretaria letrada de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Ocupa el puesto de Director Ejecutivo de Greenpeace Argentina desde 1996. En 2012, promovió la fusión de las oficinas de Argentina y Chile y encomendó la apertura de la organización en Colombia para crear Greenpeace Andino, que dirige desde entonces.
Ex empleados y empleadas de Greenpeace recuerdan a Prieto por uno de sus hábitos: mirar películas pornográficas a todo volumen en horario de trabajo y en presencia de mujeres. En los viajes encomendados por la organización, agregan otros, solía aparecerse frente a sus compañeros y compañeras en slip o cubierto sólo por una toalla. Hacía comentarios de contenido sexual con regularidad, relataron otras mujeres. “Que no se hable más de tus tetas que de la campaña”, es uno de los ejemplos de los deslices que, por reiterados, incomodaron a sus colegas.
Campaña, carta y denuncia judicial
En marzo pasado, una carta pública con 44 firmas lanzó los cuestionamientos al directivo más allá de la organización. Fue el 8 de ese mes, el Día Internacional de la Mujer. Antes, varias ex empleadas de la ONG ecologista habían comenzado a contar por redes sociales lo que sufrieron bajo la dirección de Prieto. Aprovecharon una campaña de la propia entidad sobre igualdad de derechos para desnudar la contradicción. Greenpeace Internacional tomó nota, inició una investigación interna pero no convocó a ninguna de las denunciantes ni tuvo en cuenta los posibles delitos penales que los testimonios exponían.
Las abogadas Florencia Arietto y Alejandra Bellini tomaron entonces el caso de algunas ex empleadas o colaboradoras voluntarias que se habían expresado: «Consideramos que existe material para probar en la Justicia las denuncias que se hicieron públicas contra Martín Prieto. La organización lo sigue protegiendo, las respuestas son escasas y poco claras. No realizan una investigación independiente sino que se ocupan de desacreditar las denuncias. ¿Qué mujer se puede sentir segura en Greenpeace si aquellas que cuestionan y denuncian son despedidas y luego difamadas?», dijeron las letradas.
Lista larga y vergonzosa
La lista de las conductas abusivas que le adjudican al director saliente de Greenpeace es contundente: discriminación de género y distribución desigual del trabajo en detrimento de las mujeres, abuso de poder con empleadas, acoso sexual, hostigamiento, descalificación a las mujeres, lenguaje soez y comentarios sexuales a las empleadas, incumplimiento del artículo 179 de la ley de Contrato de Trabajo –hora de lactancia en el transcurso de la jornada de trabajo–, discriminación por aspecto físico, exposición en ropa interior ante empleadas, violación de correspondencia privada y su divulgación, falsas acusaciones a colegas, presiones a las empleadas para evitar que hagan reclamos colectivos, amenazas, extorsión, diferencia salarial en detrimento de las mujeres, abuso de poder y circulación de fotos íntimas de voluntarias, recompensas y castigos para las mujeres que abandonan la organización (compensación económica y cobertura social).
“Yo era directora en un consejo donde era la única mujer. Sufrí hostigamiento por parte del director ejecutivo, Martín Prieto“, recordó María Eugenia Testa, ex jefa de campaña política de Greenpeace. Fue una de las primeras en hacer pública la situación. La acompañaron Lorena Pujó y Consuelo Bilbao, ex coordinadoras de la ONG. “El acoso es sistemático en la organización y está focalizado en las mujeres que no asumen una actitud de obediencia para con él. Prieto le imprime a la institución ese esquema de denigración a la mujer”, explicó la primera. Las tres fueron obligadas a renunciar por sus denuncias, anteriores a que todo salga a la luz. “Las que cuestionábamos las diferencias éramos tratadas como locas, como gatas agazapadas, que debíamos ser más dóciles si queríamos mostrar un liderazgo externo”, agregó Consuelo.
La Corte, Peña Brown y un ex, rosarino: combo verde amarelo
UNO. Gabriela Pastorino, esposa de Prieto, escaló a la Secretaria Letrada de la Oficina de la Mujer de la Corte tras un empujón de su entonces titular Flora Acselrad: fue su mano derecha hasta que desplazaron a su mentora en medio de la queja de numerosas organizaciones de género con las que trabajaba en sintonía. Desde la oficina del máximo tribunal, la pareja del director de Greenpeace convocó a los medios de comunicación para expresar su preocupación por la cantidad en ascenso de “falsas denuncias” por violencia de género. Justo en medio de las movilizaciones del Ni una Menos. Su marido la contrató, ya siendo alta funcionaria del Poder Judicial, para dictar un curso con perspectiva de género en la ONG. Fue luego de que las denuncias estallaran en la casa central de la organización, y poniendo en entredicho su declamada independencia respecto de gobiernos y Estados.
DOS. Greenpeace demandó en abril pasado ante la Justicia por amenazas a dos figuras vinculadas al gobierno nacional, una de las cuales perteneció a sus filas. Su campaña contra los desmontes derivó en cruces y amenazas. Reforzó esa acusación ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y avisó a la Casa Rosada que había empezado acciones penales. Uno de los acusados es un primo del confirmado jefe de Gabinete, Marcos Peña: el empresario Alejandro Braun Peña. El otro, el diputado nacional macrista Juan Carlos Villalonga, quien fue director político de Greenpeace desde 1994 hasta 2011, se abrió para formar el partido Los Verdes y desde allí se vinculó al PRO en la gestión porteña primero, y en la nacional a partir de 2015. “Gasté mucho tiempo y dinero para ser uno de los empresarios más ricos del país, pero también para estar en las sombras y ser desconocido. Hice mucho esfuerzo para mantener un perfil bajo y ustedes me jodieron”, les dijo el primo Braun Peña a los integrantes de Greenpeace –según la denuncia– durante una mediación entre la ONG y el empresario del 8 de marzo pasado por la Finca Cuchuy, en Salta. Los ecologistas lo acusan de desmontar ilegalmente la zona. “Como ustedes hicieron la campaña enfocada en lo personal y dañaron mi imagen, voy a gastarme 2 o 3 palos verdes para joderlos a ustedes”, agrega Greenpeace textuales de las intimidaciones en texto. Y acopla una frase inquietante de su abogado: “Tengan en cuenta que por suerte estamos en otra época del país. Él no es (Alfredo) Yabrán, si no, imagínense”.
TRES. Villalonga es rosarino. Comenzó su carrera ambientalista en la ONG Taller Ecologista de la ciudad en 1985. De ahí escaló a Greenpeace –director de Campañas y Político entre 1994 y 2011–, se desvinculó, fundó Los Verdes, se acercó al PRO y presidió, entre 2013 y 2015, la Agencia de Protección Ambiental porteña.
Greenpeace agrega en su denuncia ante el juzgado porteño número 20 que, días después del entredicho con Braun Peña, el ahora diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires Villalonga completó las amenazas. La presentación judicial sostiene que llamó a la directora ejecutiva de la ONG en Argentina, Natalia Machain, para tratarla de “hija de puta” y «pelotuda” antes de advertirle: “Ya vas a ver lo que te va a pasar por meterte conmigo”. Tanto el primo del funcionario de Cambiemos, como el legislador de la misma fuerza política, desmintieron las acusaciones.