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Sean Connery, un James Bond icónico, cumple este martes 90 años

El actor nacido en Escocia, que en algún momento pensó en dedicarse al fútbol, fue uno de los más contratados por la industria cinematográfica estadounidense y del Reino Unido. En la actualidad, descansa en su mansión que puso a la venta por unos 34 millones de dólares

Héctor Puyo, Télam

El nombre de Sean Connery, ese actor que se despidió formalmente del cine en 2003 con La liga extraordinaria volvió a ser noticia a principios de agosto por la puesta a la venta de su mansión en Niza, cuya cotización bordea los 34 millones de dólares, pero más allá de la suntuosa novedad lo que importa es que el exespía 007 cumple 90 años este martes.

En ese sitio se filmaron secuencias de Nunca digas nunca jamás y en los círculos más cercanos al actor se especula con que la transacción responde a evitar posibles altercados sucesorios entre su actual mujer, Micheline Roquebrune, y su hijo Jason Connery, fruto de su matrimonio con la fallecida Diane Cilento.

Connery y su actual esposa

 

Fuera de la anécdota, lo importante es que los astros también envejecen aunque el público pueda tener de ellos una imagen inalterable, sobre todo con una figura de la potencia actoral de Connery, que sumó una apostura varonil impar a un tono de voz que no dejaba indiferente a nadie, como puede comprobar cualquiera que lo escuche en su personaje de William von Baskerville de El nombre de la rosa (1986).

Nacido como Thomas Sean Connery en Edimburgo, Escocia, el 25 de agosto de 1930, en el seno de una familia humilde, con padre católico y madre protestante, pensó en ser jugador de fútbol pero desistió cuando a los 18 años llegaba a la altura de un metro noventa y no sabía hasta cuándo iba a seguir creciendo.

Se alistó en la Marina Real Británica, de la que fue licenciado por problemas de salud, volvió a sus orígenes y desempeñó varias tareas de supervivencia, por su físico fue modelo en una escuela de arte y participó como secundario en una puesta del musical South Pacific, primero en Edimburgo y luego en una gira por las islas británicas.

Hacia 1954 accedió al cine en pequeños papeles, hasta que tres años después el director Cy Enfield, que lo había visto en el escenario, se obsesionó con él y lo incluyó en su película Hell Drivers, en la que por primera vez tuvo un papel de cierta relevancia.

Antes de llegar a El satánico Dr. No, que es lo que interesa, hizo muchos trabajos para la TV británica y ya en Estados Unidos actuó en La gran aventura de Tarzán (1959), con Gordon Scott como el “hombre mono”, y formó parte del multitudinario elenco de El día más largo del siglo (1962), con varios directores férreamente controlados por el productor Darryl F. Zanuck.

Curiosamente, Dr. No (1962), de Terence Young, en la que Connery se metió en la piel del agente James Bond por primera vez, no tuvo de entrada el éxito esperado; se habló más de la música de Monty Norman y de la impactante Ursula Andress que de la película en sí, que sin embargo comenzó a ser valorada en sus reposiciones y por la explosión que se produjo al año siguiente con De Rusia con amor, también de Young.

La serie Bond prosiguió con Goldfinger (1964) -en la Argentina Dedos de oro-, de Guy Hamilton, Operación Trueno (1965), de Young, Solo se vive dos veces (1967), de Lewis Gilbert, Los diamantes son eternos (1971), de Hamilton, y Nunca digas nunca jamás (1983), de Irvin Keshner, su despedida del personaje luego de 12 años.

Muchas de esas películas podrían contener situaciones comprometidas en los tiempos actuales, porque las compañeras de Bond –Bond, James Bond, se presentaba- eran mujeres de físicos monumentales que siempre caían en brazos del héroe, aun las más avispadas, menos en el caso de Pussy Galore, el personaje de Honor Blackman en Goldfinger, de la que se deslizaba su identidad lésbica en un alarde desacostumbrado para la época.

Se supo que Connery llegó a hartarse del personaje de Bond -luego interpretado por George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y el actual Daniel Craig- y por eso mechó otras interpretaciones entre los títulos del espía «con licencia para matar”.

Y logró que el público aceptara otros personajes con su rostro, a través de La colina de la deshonra (1965), El gran golpe (1971), Hasta los dioses se equivocan (1972) y Crimen en el Expreso de Oriente (1974), de Sidney Lumet, Marnie (1964), de Alfred Hitchcock, Sublime locura (1966), de Kershner, Shalako (1968), de Edward Dmytryk, con Brigitte Bardot.

La lista de esas incursiones extra Bond es muy larga y abarca títulos memorables como La tienda roja (1969), del soviético Mikhail Kalatozov, Odio en las entrañas (1970), de Martin Ritt, Zardoz (1974), de John Boorman, El hombre que sería rey (1975), de John Huston, El viento y el león (1975), de John Milius, Robin y Marian (1976), de Richard Lester, con la exquisita Audrey Hepburn, Un puente demasiado lejos (1976), de Richard Attenborough.

También, Highlander, el último inmortal (1986) y Highlander II (1991), de Russell Mulcahy, El nombre de la rosa (1986), de Jean-Jacques, Los intocables (1987), de Brian De Palma, Indiana Jones y la última cruzada (1989), de Steven Spielberg.

Es que Connery es un intérprete mayor y como tal fue reconocido por un Oscar como actor secundario por Los intocables, un David di Donatello en 1977, un premio Cecil B. de Mille en los Bafta 1996, además de numerosas nominaciones y premios de otras entidades del cine.

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