El Clásico rosarino tiene una relevancia emocional que nadie puede ignorar. No da lo mismo ganar que perder. Para nadie, jugadores, técnicos, dirigentes e hinchas saben que siempre hay consecuencias. Entra en juego el futuro futbolístico; la tranquilidad o los cuestionamientos a los entrenadores, que muchas veces no resisten una derrota y son despedidos; los futbolistas pasan a formar parte de la historia o se suben al cadalso a la espera de una sentencia inevitable; y la gente sabe que cambiará su humor por días y meses, con el folclore golpeando fuerte.
En ese contexto, Newell’s llega en los últimos años con demasiada presión. La racha estadística adversa es pesada, no importa quién sea el entrenador o los once futbolistas que salen a la cancha. El hincha, con total derecho, reclama una victoria. Es que en los últimos 15 años sólo hubo cuatro festejos. Dos en un 2008 soñado para la Lepra en Clásicos, aquel del gol agónico de Maxi que tanto se celebró, y el del gol de Juanchón García en 2002, también en Arroyito.
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Sebastián Méndez sabía de esto. Cuando aceptó ser el DT leproso conocía esta historia, al quinto partido tenía un examen final y no había demasiado tiempo para prepararse. Y en su decisión hubo coraje, sin dudas. Ahora habrá que ver si ese coraje, esas ganas de enfrentar un partido tan trascendente a poco de haber asumido, alcanza para lograr lo que otros entrenadores no pudieron. Ni muchos de la casa, ni foráneos, ni reconocidos con gran currículum, ni apuestas. Al fin y al cabo, los que tuvieron su día soñado en el banco fueron Diego Osella y Javier Sanguinetti, y un poco antes Caruso y Gamboa. Y Méndez, en la previa, no tiene menos chapa que ellos.
¿Cambiará esquema para equilibrar el medio sorprendiendo con el Pitbull? ¿Saldrá a esperar o buscará ser protagonista? ¿ Logrará que el equipo levante anímicamente tras el golpazo con Estudiantes? Las preguntas sobran, pero hay una más trascendente, ¿Podrá darle al equipo ese toque de coraje que tuvo al agarrar Newell’s? Si lo logra, entrará a un lugar donde pocos pudieron hacerlo en las últimas décadas.