“Creo en la democracia y siempre he luchado por ella. Enfrento un golpe de Estado no tradicional”, definió ayer, mediante una conferencia de prensa la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en su primera aparición pública luego de quedar al borde del juicio político (impeachment) por la votación de anteayer en la Cámara de Diputados. Expresó estar “indignada” por la actitud de los legisladores pero avisó: “Voy a continuar luchando, como luché toda mi vida”, e insistió en que no cometió ningún delito que justifique su destitución.
“No hay en mi contra una acusación de desvío de dinero público, no hay una acusación de tener dinero en el exterior. Por eso creo que (el pedido de impeachment) es una injusticia. Personas con cuentas en el exterior presiden la sesión de una cuestión tan grave”, señaló Rousseff en referencia al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, investigado por corrupción.
Poco antes, Cunha había transmitido a su par en el Senado, Renan Calheiros, el informe que recomienda el impeachment de Rousseff.
Rousseff apuntó contra la oposición y también contra su vicepresidente, Michel Temer.
“No se puede pedir un proceso de impeachment o destitución ya que esto es una tentativa de elección indirecta que ocurre porque quienes quieren llegar al poder no tienen los votos para hacerlo”, lanzó.
Y agregó: “Es injusto que el vicepresidente conspire contra la presidenta de la república abiertamente, en ninguna democracia en el mundo ocurre esto”.
“Recibí 54 millones de votos y me siento indignada por la decisión”, recalcó.
“El mundo y la historia nos observan, tengo la fortaleza suficiente para enfrentarme a este juicio y a esta injusticia, pero tengo valentía y no voy a paralizarme ni a desalentarme, voy a seguir luchando”, exclamó.
“De cierta forma, estoy teniendo mis sueños torturados, mi derecho torturado”, dijo con voz emocionada Rousseff, quien fue presa política y sufrió tormentos en la década de los 70 durante la dictadura militar (1964-1985). “No van a matar en mí la esperanza porque sé que la democracia es siempre el lado correcto de la historia”, sostuvo. “Enfrenté la dictadura por convicción y hoy hago lo mismo. Un golpe de Estado que no es igual al de mi juventud, es el de mi madurez”, evaluó.
En otro tramo de su discurso, consideró que el proceso en su contra es “un golpe en el que se usa una apariencia de proceso legal y democrático para perpetrar un crimen que es la injusticia”.
“Los actos por los cuales me acusan fueron practicados por otros presidentes antes que yo y no se caracterizaron como ilegales o delictivos. (…) Fueron prácticas basadas en informes técnicos. Ninguno de ellos me benefició personalmente”, aclaró.
La jefa de Estado también repasó en su discurso lo que fue su segundo mandato, desde el 1º de enero de 2015, en el que –dijo– fue víctima de lo que llamó el “cuanto peor, mejor”. “Peor para Brasil, para mi gobierno; mejor para la oposición”, explicó.
“Esperamos que esta semana se le autorice a asumir a Lula”
Dilma Rousseff afirmó ayer que espera que el Supremo Tribunal Federal (STF) desbloquee esta semana la designación de su predecesor y mentor, Luiz Inácio Lula da Silva, para ocupar el cargo de ministro jefe de gabinete.
Un magistrado la había paralizado por sospechar que el nombramiento obedecía a una estratagema para poner a Lula al abrigo de la justicia ordinaria, que investiga si obtuvo beneficios de la red de corrupción de Petrobras. Pero aun así, el ex sindicalista puso en juego todo lo que le queda de poder y prestigio para tratar de articular alianzas que le permitan a Rousseff salvarse del impeachment. “Lula ha ayudado mucho y esperamos que esta semana se le autorice a asumir” el cargo ministerial, señaló Rousseff.
“Espero que pueda venir a aportar una gran contribución”, agregó.
Rousseff anunció además que habrá una “gran recomposición ministerial” para “construir un gran camino”. Pero antes de eso, tendrá que evitar que el Senado abra en su contra el proceso de impeachment.
Lo que se viene: más tensión
Corresponde ahora al Senado brasileño someter a votación plenaria la apertura de un juicio de impeachment de la presidenta Dilma Rousseff. “La estimación es que esa definición ocurra hacia el 11 de mayo”, indicó la estatal Agencia Brasil. Si la moción se aprueba y el juicio se instala, la jefa de Estado sería separada transitoriamente del cargo y sustituida por el vicepresidente Michel Temer, a la espera de que los propios senadores declaren, en un plazo máximo de 180 días, a Rousseff culpable o inocente. En la primera hipótesis, Temer concluiría el mandato hasta fines de 2018.
Según encuestas de la prensa brasileña, la oposición ya cuenta con la mayoría simple del Senado (de 81 escaños en total) necesaria para hacer avanzar el proceso.
La bancada del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) en la Cámara de Diputados denunció ayer en un comunicado una tentativa de “golpe de Estado (…) liderado por Temer y por al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, con apoyo de medios financieros y empresariales que quieren mermar los derechos económicos, sociales y laborales del pueblo brasileño”.
Brasil se encuentra en una situación de incertidumbre a menos de cuatro meses de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.