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Segunda ola en América Latina: los juegos peligrosos del “veranito” pandémico

Una población extenuada y ansiosa por volver a sus rutinas se ha volcado a la búsqueda de diversión, estimulada por los días cálidos y el clima vacacional. Sin embargo, la segunda ola ya está aquí: los "juegos peligrosos" del verano y las nuevas cepas del virus no auguran el mejor pronóstico para el 2021

Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

 

Hace unos días uno de mis hijos, que vive en Francia, me contaba las alternativas de sus días durante el invierno parisino. Por primera vez lo noté abrumado por las limitaciones cotidianas que impone el gobierno, agudizadas por las sucesivas olas de rebrotes que se vienen sucediendo en Europa. Durante el transcurso de la charla pude ver que su agotamiento se encontraba habitado además por una sensación de cuasi incredulidad al pensar en el cambio radical que había producido la pandemia en nuestras vidas. Y casi al final me confesó: “Nunca pensé que esto iba a durar tanto”.

No, si alguien se hubiera atrevido a pronosticar, a principios del 2020, que las limitaciones en la circulación de personas, bienes, servicios y productos se iban a transformar en la “nueva normalidad” durante el 2021, seguramente lo hubiéramos tildado de loco, exagerado, pájaro de mal agüero… o mensajero del demonio. Un mundo ralentizado, donde cada acción, cada gesto, cada deseo, se convierte en un desafío, y genera una incógnita de difícil resolución, no formaba parte de ningún futuro predecible. Al menos, eso es lo que creíamos los ciudadanos comunes, muy poco informados sobre lo que ocurre en el “detrás de escena” del drama diario que nos transmiten los noticieros.

En Europa, la mutación del virus conocida como “cepa británica” vino a complicar aún más el difícil escenario provocado por la pandemia de coronavirus, aumentando el desasosiego de una población extenuada y ansiosa por volver a sus rutinas. Sin embargo, es evidente que, al menos en el corto plazo, ello no ocurrirá. Los países que relajaron sus controles, como Portugal, están pagando un alto precio, y su situación actual, de acuerdo a lo consignado por el portal de la BBC, es “dramática”.

En el país europeo, que había sorteado con relativo éxito la «primera ola» de la pandemia, el número de casos está disparado y la fuerte presión sanitaria ha llevado a la apertura de hospitales de campaña y al traslado de pacientes a las islas portuguesas, y a otros países de la Unión Europea, como Alemania y Austria, quienes ya ofrecieron su ayuda. En los últimos días, Portugal registró la tasa de infección por covid-19 más alta de la Unión Europea y también la tasa de mortalidad más alta: 247,55 por cada millón de habitantes. Las autoridades lusas atribuyen la disparada de los números principalmente a dos factores: la expansión de la variante británica del coronavirus, más contagiosa, y una mayor relajación de las restricciones durante la Navidad.

La situación es especialmente difícil en la región de Lisboa, que aglutina la mitad del total de infecciones y fallecidos reportados en el país. Muestra de ello son las imágenes de las filas de ambulancias esperando durante horas a que se libere un espacio para dejar a los pacientes en los centros hospitalarios. Ante ello, las autoridades optaron por blindarse para intentar frenar el avance de esta ola de coronavirus y decretaron un endurecimiento de las medidas. Desde hace algunos días, los portugueses sólo pueden salir de sus casas para ir a trabajar –siempre que no sea posible el teletrabajo– comprar bienes esenciales, ir al médico, ayudar a ancianos o dependientes, hacer deporte al aire libre en solitario y dar pequeños paseos, durante los cuales está prohibido permanecer en parques o sentarse en bancos. Al renovar el estado de emergencia, el presidente del país, Marcelo Rebelo de Sousa, recientemente reelegido, hizo una apelación a la responsabilidad ciudadana: “Lo que hagamos hasta marzo determinará lo que va a ocurrir en primavera, verano y quién sabe si hasta el otoño”.

En América latina, está claro también que la segunda ola es inminente o ya llegó, según el país. Además, todo indica que, como sucedió en las últimas semanas en Europa, los contagios podrían ser mayores que en la primera. En Paraguay, por ejemplo, la situación hospitalaria se está tornando muy complicada. La coordinadora de Terapia y Servicios de Urgencias del Ministerio de Salud, Leticia Pintos, informó que existe una ocupación total de camas de hospitales en el departamento Central, cercano a Asunción, y que a nivel nacional ya es del 97%, por lo que alertó que se está llegando al límite, según publicó el medio paraguayo ABC.

Mientras, en Perú el gobierno nacional ya declaró la emergencia por la aparición de una segunda ola y, si bien se niega a una nueva cuarentena estricta para proteger la economía, los reclamos de los sectores de la Salud, los sindicatos y autoridades locales no paran de multiplicarse, y algunos han pedido la renuncia inmediata de la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, por su gestión de la pandemia, según la agencia de noticias DPA.

Brasil es otro ejemplo de un colapso sanitario. Por segunda vez, la mayor ciudad de la selva amazónica, Manaos, vive momentos dramáticos debiendo evacuar pacientes por falta de recursos hospitalarios, una situación de la que el presidente Jair Bolsonaro volvió a decir que no es responsable. Chile, en tanto, avanzó en su campaña de vacunación al inmunizar a los primeros adultos mayores, pero también anunció nuevas medidas restrictivas por el constante aumento de casos, con alrededor de 4.000 contagios diarios desde la semana pasada.

En Argentina, los contagios llegaron a duplicar los chilenos con casi 9.000 diarios y ahora, afortunadamente se redujeron a 5.000. Según las autoridades, el aumento se correspondió con las fiestas navideñas, cuando la gente no tomó las debidas precauciones. De manera que, por el momento, el gobierno se resiste a aplicar nuevas medidas restrictivas, apelando a la responsabilidad ciudadana como modo de controlar la difusión de la pandemia. Una apuesta más que arriesgada en los tiempos que corren, y que no augura el fin de la pesadilla que anhelamos, dado que muchas personas no dimensionan adecuadamente la situación que atravesamos. Es cierto, en los momentos más críticos la búsqueda de diversión es aún más intensa, ya que sirve para descomprimir… Sólo que la diversión, en este contexto, resulta un “juego peligroso” que puede costar la vida.

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