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Segunda ola y conducta individual: «Mientras más personas vemos todos, más contagios hay»

El doctor en Ciencias Químicas del Conicet Rodrigo Quiroga explicó cómo evoluciona la pandemia de coronavirus en la Argentina y qué medidas son necesarias para evitar desastres sanitarios como los de Brasil o Chile, ya que el factor estacional es uno de los ejes determinantes de la curva

Rodrigo Quiroga es bioquímico, doctor en Ciencias Químicas y también se dedica a la bioinformática, que es el uso de software para analizar, predecir, simular sistemas biológicos. Particularmente, se dedica al desarrollo de software para diseñar nuevos fármacos. Hace unos meses fue convocado para trabajar como asesor del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires por su seguimiento y análisis de curvas de casos y muertes, internaciones e impacto de medidas.

Quiroga es uno de los tantos prestigiosos investigadores del Conicet que se reunieron hace un año para intentar construir información de calidad frente a la numerosa cantidad de mensajes falsos que circulan entre la población. Desde una mirada multidisciplinar –entre psicólogos, filósofos, sociólogos, biólogos, inmunólogos, entre otros– decidieron poner sus conocimientos científicos al servicio de un problema social como es la pandemia.

En este diálogo con El Ciudadano Quiroga compara los distintos momentos de la evolución de la pandemia en la Argentina, qué medidas se pueden tomar ante la segunda ola y qué actividades y comportamientos tienen mayor impacto en el aumento de contagios.

 

¿Qué diferencias hay entre el aumento de casos que se produce hoy y el rebrote del pasado verano?

—En el verano el aumento de casos fue producto de un comportamiento puntual y diferente que se dio durante diciembre y principios de enero, y que también se vio en todo el mundo. Si uno mira las curvas en enero los casos subieron y bajaron en casi todos los países de Sudamérica. De repente mucha gente que no se venía juntando se empezó a juntar no sólo con más frecuencia sino que también el tamaño de las reuniones aumentó y eso dejó de ocurrir en enero, por eso es que los casos volvieron a bajar. También, si uno mira la movilidad, aumentó enormemente desde principios de diciembre hasta Navidad y a partir de ahí baja. La curva de casos sigue una forma muy similar a esa curva de movilidad pero desplazada en el tiempo, porque los infectados demoran unos cinco días en tener síntomas y luego varios días más en que ese caso se detecte y se reporte.

¿Se parece al pico del año pasado?

—Esta curva sí se parece más a lo que ocurrió durante el pico de mediados del año pasado en el Amba aunque no tanto, porque en aquel momento había una gran dificultad para que el sistema de diagnóstico fuera capaz de diagnosticar a la misma velocidad en que se producían los contagios. No podía y por eso teníamos los porcentajes de positividad que teníamos en aquel momento, cerca del 50 por ciento. Hace un mes en el Amba llegamos a un número muy bajo, del 15 por ciento, y ahora ya están alrededor del 30 por ciento. Va aumentando la positividad. En aquel momento se estaba testeando solamente a personas en las que había mucha certeza de que estaban enfermas, sumado a la prevalencia, es decir que la circulación verdadera del virus en la comunidad era muy alta.

Sin embargo, hoy la velocidad es mucho mayor. Es entendible porque tenemos habilitadas muchas actividades de alto riesgo de contagio que no estaban habilitadas entonces, ya sea bares, restaurantes, iglesias, gimnasios y muchos lugares que están funcionando de hecho, aunque no estén habilitados para tal fin, como locales bailables. Cuando llegan los primeros fríos muchas actividades que eran de alto riesgo, pero se estaban haciendo al aire libre donde disminuye mucho el riesgo, se mudan puertas adentro. Se suma que el uso del barbijo ha ido disminuyendo enormemente como los cuidados en general. Este combo de estacionalidad más relajamiento de cuidados y actividades de alto riesgo que se mudan puertas adentro es lo que gatilló este aumento tremendo de casos. A su vez, la velocidad de crecimiento de casos es muy similar a lo que se vio en Chile, Brasil, Uruguay y Paraguay. Nada más que nosotros estamos un mes atrás al igual que Colombia. Argentina tiene una curva muy parecida a Colombia, tanto en cuándo empezó a crecer como en la velocidad de crecimiento pero estamos un mes atrás de estos países sudamericanos. Todo indica que hay algo muy similar ocurriendo.

Las nuevas variantes detectadas, ¿influyeron en esta situación?

—Entran en juego. Es posible que las variantes hayan acelerado un poco este proceso en los países donde ingresó antes porque tenían menos controles de frontera o por, simplemente, suerte. A veces es difícil de explicarlo pero sí hay un proceso sumamente estocástico. Puede haber un país donde entren 20 personas infectadas con una nueva variante y no arranque la transmisión comunitaria porque esas personas respetaron el aislamiento, se cuidaron. Y en otro país puede volver una persona infectada y arrancar la transmisión comunitaria porque hizo una fiesta el día siguiente de volver y estaba en el momento máximo de contagiosidad.

¿Qué medidas ves necesarias hoy y cuáles son las que ves más factibles de aplicar? Algunas de las anunciadas como la restricción nocturna son muy resistidas; ¿por qué se considera que sirve una medida así?

—Básicamente sabemos que ocurre algo con el Covid que es la sobredispersión. Significa que muchos de los infectados no contagian a nadie pero hay unos pocos que contagian a muchísimas personas. Esto se da dependiendo de los cuidados de cada uno de los infectados, de su conducta, pero también de la temporalidad. A lo mejor hay una persona que no se cuida nada pero justo cuando estaba con alta carga viral se quedó en su casa por lo que sea y no contagió a nadie. Sabemos que en general se empieza a contagiar antes de tener síntomas y que la carga viral que tienen las personas infectadas pueden variar mucho de una persona a otra. Lo que se observa es que un 15 por ciento de los infectados genera el 85 por ciento de los contagios. Para que una persona pueda infectar muchas otras lo que tiene que ocurrir es que esa persona tenga contacto con muchas personas en pocos días, durante los dos o tres días en que esa persona es muy contagiosa. ¿Dónde ocurre el contacto de una persona con muchas personas en un contexto de alto riesgo de contagio? Fundamentalmente en la nocturnidad: boliches, bares, restaurantes. También los gimnasios son los sitios donde más eventos de supercontagios se han reportado en los países que hacen un seguimiento cuidadoso de estos eventos, como en Estados Unidos. Sabemos ya hace mucho que estos son los lugares más peligrosos de la pandemia siempre y cuando funcionen puertas adentro.

Es fundamental controlar el tema de la nocturnidad. Son los eventos donde más probabilidad hay de que haya un evento de supercontagio. Poder cortar esa nocturnidad o al menos disminuir la cantidad y el riesgo de los contagios que ocurren en las reuniones es sin dudas un primer paso muy importante en intentar al menos frenar la velocidad de aumento de casos. La factibilidad es difícil de responder porque depende enteramente de cómo reaccione la población, de si se logra convencer a la ciudadanía de lo importante que es volver a cuidarnos al menos hasta que terminemos de vacunar a los grupos de riesgo. Si no hay acatamiento las medidas no sirven para nada. La mayoría de los contagios ocurren en las reuniones sociales familiares y de amigos porque sabemos que se relajan mucho los cuidados ahí y sabemos también que es un gran problema la nocturnidad. Si pudiéramos reducir eso sin duda la velocidad del aumento de casos disminuiría. Después, idealmente, habría que tomar también algún tipo de medida con el transporte público para que realmente se respete la ventilación y que todo el mundo use barbijo de manera obligatoria.

Si no se cumplen las medidas dispuestas, ¿cuál puede ser el próximo escenario?

—Si no hay medidas lo más probable es que terminemos como los países vecinos. En algún punto intermedio entre Chile y Brasil porque eso depende también en gran medida del avance de la vacunación y la reacción de la propia ciudadanía. Por eso es tan dificil predecir qué va a ocurrir, depende de un montón de cosas: qué medidas se toman y cuánto acatamiento tienen, cómo tratan el tema los medios. Lo que sí sabemos es que en los países vecinos, particularmente Chile, Brasil, Uruguay y Paraguay, no se tomaron medidas a tiempo y la situación siguió empeorando hasta que su sistema de salud colapsó. Recién ahí se empezaron a tomar medidas y eso también genera un cambio grande en el comportamiento, porque ver por televisión que hay gente muriéndose en su casa porque no hay camas para atenderlos genera un impacto social fuerte. Nosotros tenemos un sistema de salud más robusto y de mayor capacidad que estos países pero todo indica que únicamente el colapso del sistema de salud generó un cambio de comportamiento. En la Argentina necesitaríamos hacer algo diferente si pretendemos un resultado diferente.

¿El pico es natural o lo construimos con nuestras acciones cotidianas? ¿O un poco de las dos cosas?

—El pico, el aumento de casos en general y el cambio de tendencia que hace que los casos empiecen a disminuir, dependen de un montón de factores, como decía antes, pero hay varios factores muy fuertes, algunos naturales y otros sociales. La estacionalidad algo tiene que ver, en verano hay menos contagios y cuando empiezan los fríos aumentan. Esto sirve para muchas enfermedades respiratorias, no solamente Covid, y eso tiene un componente tanto biológico como social. Sabemos que las altas temperaturas tienden a disminuir la vida media del virus, hay una cierta relación. La radiación solar parece inactivar también el virus más rápidamente. El factor estacional también está relacionado a lo social porque cuando hace frío nos reunimos más puertas adentro. Y ahí aumenta mucho el riesgo de contagio por aerosoles. Al mismo tiempo, nuestra conducta está directamente relacionada a la cantidad de contagios. Esto es tajante, es ciento por ciento indiscutible. Mientras más personas vemos todos más contagios hay. Sabemos que el contagio es cuando compartimos charla con otra persona y el riesgo aumenta mientras eso se da en un lugar cerrado; si es sin barbijo aumenta el riesgo al igual que si es por mucho tiempo o si hablamos más fuerte y gritamos. No hay ninguna duda de que los contagios dependen inherentemente de nuestro comportamiento. Las cuarentenas funcionan por eso, los datos son contundentes. Cuando se hace un cierre a los 15 días los contagios bajan y esa demora depende del diagnóstico y cuántos contagios haya dentro del hogar de las personas que están aisladas. En definitiva sabemos que dependen del número de contactos que tenemos por día. Hacer que los casos bajen va a depender fuertemente de nuestro comportamiento, porque si dependemos de la cantidad de infectados para que los contagios empiecen a bajar eso se paga con decenas de miles de muertos. Si nuestro comportamiento tiende a seguir aumentando la cantidad de contactos, o mantenerla igual, vamos a depender únicamente de los contagios para que los casos bajen; lo que va a terminar sucediendo es lo que pasó en Brasil, que probablemente van a duplicar el número de muertos del año pasado.

¿Cómo incide el inicio de clases presenciales en el aumento de casos? ¿Fue un error? ¿Es posible generar burbujas?

—Desde el punto de vista epidemiológico, sí: no era un buen momento para aumentar la circulación y la cantidad de contactos diarios. Al mismo tiempo, desde el punto de vista social y educativo, era un problema la virtualidad total. Entonces no creo que haya sido un error pero sí fue un error volver a las clases sin decirle a la ciudadanía que lo más probable era que eso iba a generar un aumento de casos y que íbamos a tener que modificar nuestro comportamiento diario para poder compensarlo si no queremos que ocurra un desastre. La escuela es uno de los factores que tendió al aumento de los casos pero no es un factor clave. No se le dijo a la población que eso iba a aumentar los casos, se les dijo que las escuelas eran seguras, cuando en realidad lo que había que decirles es: sabemos que estamos corriendo un riesgo mayor, tenemos que adaptar nuestros comportamientos si queremos priorizar las escuelas. Ese no fue el mensaje. Francia, por ejemplo, mantuvo mucho tiempo las escuelas abiertas pero puso un toque de queda, entonces no estaba en la mente de la gente tener que buscar un equilibrio o qué iba a sacrificar para poder garantizar la presencialidad en las escuelas.

Contagios en niñas, niños y adolescentes

Quiroga afirmó que hay un aumento importante en los contagios en este sector de la población.»Es un riesgo que decidimos tomar como sociedad para no perjudicarlos en otros planos, con toda la profundización de las desigualdades que trae aparejada la virtualidad total. Tanto económicas como de género», señaló

«Los contagios están muy altos, han aumentado y en parte se debe a que las escuelas están abiertas. No necesariamente porque los contagios estén ocurriendo en el aula, porque se están llevando adelante con todos los protocolos necesarios en la mayoría de los casos, pero también puede estar habiendo contagios por una mayor socialización de los niños y adolescentes producto de tener las escuelas abiertas, el pre y post escuela, el transporte», especificó al tiempo que sostuvo que es muy pronto para saber la gravedad que pueden llegar a alcanzar estos cuadros.

«Vamos a ver un aumento en la cantidad de niños y adolescentes internados pero con el correr del tiempo, quizás lo veamos la semana que viene o dentro de dos semanas. Al ser un evento raro tiene que haber mucho contagio para que empiece a ocurrir», concluyó.

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