Atlantic City es una ciudad ubicada en el estado norteamericano de Nueva Jersey. Con una población cercana a los 45.000 habitantes, según últimos datos, recostada sobre la costa este, fue considerada hermana menor de Las Vegas. Sus hoteles, casinos, espectáculos y el movimiento turístico siempre reflejaron la influencia de la gran ciudad.
Cerrando el año 1980, las autoridades de las dos ciudades entablaron una guerra de territorios. Buscaban lograr ser elegida para escenario de grandes peleas profesionales de boxeo. La puja fue intensa y los matices subidos de tono. En 1978, en Atlantic City, en un fin de semana en el Memorial Day se inauguró el Hotel Resorts Internacional, y con él, el primer casino legal de la ciudad.
El 4 de noviembre del mismo año, la etapa frenética del boxeo comenzó cuando uno de los salones del Resort fue habilitado para un combate profesional. Se enfrentaron el medallista olímpico Howard Davis Jr. y Luis Dávila. Se programaron en la noche cuatro peleas.
A partir de ese acontecimiento, los casinos comenzaron a multiplicarse y con ellos floreció el negocio del boxeo. Los festivales impusieron nombres y carteleras rutilantes. Entre 1982 y 1985 se realizaron 524 veladas. Fueron verdaderos shows de gran atracción. Aunque con bajos presupuestos, encontraron la manera de ir sumando atractivos a cada noche. La comparación con Las Vegas se había instalado. No obstante, Atlantic City no podía encontrar espacio para montar un estadio de magnitud que hiciera pensar en atrapar las emociones de las grandes peleas que hacían pie en Las Vegas. Ni siquiera contaban con una playa de estacionamiento como la que tenía el Caesar Palace. Una salida era que un operador de casino alquilara el Convention Center, clásico escenario de Atlantic City, para los concursos de Mis América en el Boardwak, con una capacidad para cerca de 20.000 espectadores. Claro que ningún dueño de los casinos le gustaba que los jugadores dejaran sus hoteles para ir a ver boxeo. Tenerlos fuera, significaba que estaban en manos de otros agentes de casinos rivales, quienes seguramente los tentarían con ofertas para que cambiaran no sólo de hotel, sino de sala de juego. Entonces alguien llegó. Con ideas, dinero y ambiciones. Un empresario con visión y coraje: Donald Trump. Abrió el Trump Plaza, la primera de las tres propiedades del magnate que comenzaron a operar en Atlantic City. Un pasillo enorme de vidrio unía como un puente el hotel y el enorme Convention Center, lo que le permitió organizar grandes peleas como si contara con sede propia. El huésped salía de su habitación y caminaba bajo techo hasta el asiento del estadio.
La maquinaria del Hotel Trump Plaza funcionaba a toda marcha. El casino fue manejado Por Harrah’s, una subsidiaria de Holiday Inn. Al poco tiempo Trump compró Harrah’s.
El primer paso que dio Donald Trump en el mundo del boxeo fue encarar la pelea Larry Spink ante Gerry Cooney. Fue el 5 de junio de 1987. El negocio se puso en movimiento y las luminarias de los casinos encendieron sus luces al mundo de los guantes.
Finalizando el mencionado 1987, Mike Tyson apareció en escena. Su figura fue gravitante en el desarrollo y fusión de: boxeo-Atlantic City. Tyson hizo la primera de sus cuatro defensas del título mundial pesado en la ciudad. Enfrentó a Tyrell Biggs. El hombre de acero y las mesas de juego establecieron una exitosa sociedad. Trump organizó el choque George Foreman ante Gerry Cooney y luego Foreman frente a Evander Holyfield. Estas peleas generaron grandes ganancias provenientes de entradas vendidas y mucho más por el producido en el juego de los casinos. Pero, sin dudas, el gran impulso en la vida de Atlantic City buscando instalarse como otra alternativa a Las Vegas fue el combate que montó Trump entre Mike Tyson y Larry Spinks. Fue el 27 de junio de 1988. La expectativa era enorme. Todo el universo del deporte de los puños se había hecho eco del enfrentamiento. El combate estaba instalado en todos los sectores de la sociedad. Asistieron entre periodistas y fotógrafos 1.300 acreditados. Representaron 22 naciones. La recaudación ascendió a 12.100.000 dólares, superando rñecord y estimaciones preliminares. Fueron promotores oficiales: Don King (representando a Mike Tyson) y Butch Lewis (por Spinks). Duró sólo noventa y un segundos. El nocaut de Tyson fue megatónico. La empresa Donald Trump pagó para lograr que se hiciera en uno de sus hoteles y la supervisión de las entradas. No obstante, la mayor ganancia, el mejor beneficio, llegó por otro lado. En los comerciales promocionales de la TV, Mike Tyson y Larry Spinks cambiaban miradas de amenaza, colocándose frente a frente. Luego mirando a la cámara cerraban el sport diciendo: “Gracias, señor Trump”. Esos pocos segundos y tres palabras significaron mucho en la difusión exitosa de Donald Trump. Su imagen ganadora se metió en todos los rincones de Estados Unidos. Fue un gran éxito de marketing. Luego Trump se convirtió en asesor de negocios de Tyson. “Nunca le cobré un centavo”, aclaro el magnate. Eran los momentos en que Tyson luchaba legalmente para desvincularse de Bill Clayton.
Donald Trump viajó a Tokio y fue testigo de la inesperada derrota de Tyson ante el desconocido Buster Douglas. En el regreso en el avión, le estrechó la mano a Don King y aceptó promover la revancha. Nunca se concretó.
Recorrer hoy Atlantic City permite ver viejos edificios con el nombre de Trump. Sin embargo, lejos de aquellas noches de esplendor y shows de alto nivel, “cuando yo me fui, se perdió la magia”, afirmó Trump.
En una página del New York Daily News, el reverendo Al Sharpton, un líder activista de los derechos civiles, dijo: “Si Don King hubiera nacido blanco sería Donald Trump”.
Atlantic City luce actualmente diferente. Quedó atrás aquella lucha por parecerse o superar las luces de Las Vegas. Mike Tyson, Don King… las noches fulgurantes del boxeo ya no son iguales.
Donald Trump, también cambió: hoy es simplemente el presidente electo de Estados Unidos…