En una Rosario muy diferente a la actual, con menos población, menos edificaciones y menos inseguridad. El 1º de junio de 1855 comenzó a funcionar el primer servicio de vigilancia que tuvo la ciudad, el primer cuerpo de serenos que entre sus tareas, además de velar por la tranquilidad de los vecinos, anunciaban cantando la hora, se apostaban en las esquinas de las farmacias, recordaban tomar la medicina a algunos rosarinos y ayudaban a trasladar elementos pesados con una soga alrededor del cuello.
El primer censo general en la provincia fue años después, pero no habrá sido mucho el cambio demográfico: lo hicieron en 1887 y arrojó que Rosario tenía una población de 50.914 habitantes, de los cuales 30 mil eran criollos y el resto inmigrantes; el 40% españoles, un 12% italianos y porcentajes menores de franceses, croatas y otras nacionalidades europeas (en el censo de 1900, la cifra de habitantes llegó a 112.461).
El historiador Eduardo Guida Bria recordó ante la consulta de El Ciudadano que el cuerpo de serenos fue creado por iniciativa del vecindario y costeado con lo que se recaudaba por suscripciones voluntarias. No sin controversias entre distintos estanentos estatales.
“Su instalación fue autorizada el 30 de mayo de 1855 por la Legislatura de Santa Fe, llegando la comunicación a Rosario unos días después. Mariano Comas, presidente de aquel cuerpo colegiado, estaba en Rosario el día de la inauguración del servicio, pero no tenía conocimiento de la iniciativa. Se enojó, y tras esgrimir que no había una autorización del gobierno, amenazó con una resolución legislativa para prohibirlo. El jefe político de Rosario, Nicasio Oroño, le salió al cruce y le contestó que no se podía prohibir a los vecinos organizarse para hacer cuidar sus vidas e intereses”, recordó Guida Bria.
Serenos cantores con lanza
Guida Bria explica que los serenos vestían un traje llamativo, con gorra y caperuza, armados de una lanza y llevaban una linterna encendida. “Cada uno recorría un determinado sector de la ciudad, cantando cada hora una información sobre el estado del tiempo. Por ejemplo, si llovía, cantaba con entonación especial «las diez han dado y lloviendo»”, contó.
Había en un servicio especial para las farmacias. Las boticas, como se las denominaba en ese tiempo, contaban con servicios de turnos establecido por la policía en 1859. Comenzaba los 22 de enero de cada año con un orden: primero la botica de Puccio, después la del Águila, le seguían la del Globo, Pina, del Mercado y así sucesivamente. Y para que los comercios en turno atendieran a los vecinos necesitados, éstos debían hacerse acompañar por el sereno de la manzana correspondiente.
Otra de las funciones del cuerpo de serenos, además de dar la hora o velar por la seguridad de la población, era despertar en la madrugada a un vecino para recordarle que tenía que tomar una medicina recetada.
Mozos de cordel
El docente e historiador rosarino recuerda que en 1880 sucedió un hecho significativo: aparecieron los llamados “mozos de cordel”. Eran hombres, generalmente jóvenes, que calzaban una soga al cuello para ayudar a llevar paquetes pesados.
Cárcel de mujeres, persecusión de hechiceras y huelguistas
Siguiendo con la seguridad, en 1896 en la manzana delimitada por las calles Laprida, Virasoro, Buenos Aires y Gálvez se crea una cárcel de mujeres. En realidad, era una especie de asilo administrado por monjas católicas de la orden del Buen Pastor. Allí se instruía y “aleccionaba” a las alborotadoras y a las “huérfanas” de la clase obrera rosarina.
El Buen Pastor fue en esos años un proveedor de mano de obra femenina no calificada para los sectores burgueses de Rosario, que ahí reclutaban personal de servicio.
Los registros del asilo dan cuenta de a quiénes se apuntaba como ciudadanas que representaban un riesgo social: figuran mujeres que ejercían la hechicería, el curanderismo o el encubrimiento de delitos, y por supuesto jornaleras que terminaban privadas de la libertad por intervenir en huelgas por mejores condiciones laborales. Entre estas últimas estaban las que se adhirieron a las protestas sociales de septiembre de 1905, el año sacudido además por la fallida revolución del radicalismo instransigente.
Vigilante de la esquina
El 25 de abril de 1941 se puso en vigencia un sistema de seguridad que se denominaba “Vigilante de la esquina”. Su función era asegurar la presencia policial nocturna en las calles rosarinas. La distribución comprendía la de un uniformado por cada tres cuadras. Debía ocuparse de verificar que las puertas y ventanas de las casas de su sector estuvieran bien cerradas.