Sopa para degustar durante una semana con una agenda más que extensa. Porque Sopa es la sigla que identifica al Congreso Internacional de Socialización del Patrimonio en el Medio Rural, una iniciativa nacida hace una década en España que tras las dos últimas ediciones en Europa cruza el Atlántico y se instala en Santa Fe desde el próximo lunes hasta el 6 de noviembre. Es una propuesta para romper la barrera que desconecta, aún hoy aunque menos, los saberes académicos y los que construyen las comunidades. Será con invitados extranjeros, especialistas locales y actividades en las que participan hasta los niños. Desde el Tambo La Resistencia en Nuevo Alberdi a la escuela 1136 y una cooperativa de pescadores en las islas del humedal diezmado por el fuego. Porque, además, los encuentros abordarán los conflictos ambientales, la memoria y las identidades a la par que compartir una mirada crítica sobre el rumbo de la mentada «civilización». Las sedes del extenso compendio de actiidades son Rosario, Melincué, Hughes y Labordeboy.
Habrá talleres participativos, mesas de trabajo, comidas comunitarias, muestras fotográficas, cuentos, presentaciones de libros y visitas a proyectos comunitarios que se despliegan ajenos a las agendas mediáticas y muchas veces política institucional en los ámbitos rurales santafesinos. Los organizadores impulsan una mirada y debate sobre los modelos de gestión social y continuar con diferentes iniciativas que impulsan el acceso y la transmisión de los patrimonios locales, tanto históricos como culturales. Esto es, fortalecer las identidades basadas en la memoria y los proyectos propios, innovadores, en los territorios que están más allá de «los bulevares» de las grandes ciudades.
«El Sopa tiene esa vocación itinerante desde que nació, en 2013», recuerda Juan José Pulido. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Extremadura, arqueólogo y gestor del patrimonio, participa en proyectos de investigación sobre el estudio del arte rupestre en Extremadura y Portugal, y dirigió otros, arqueológicos, en Castilla La Mancha, Andalucía y Extremadura. Llegó a Rosario desde España como co-organizador de las jornadas.
Los ingredientes del Sopa
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No es estricamente un congreso, pero lo llamaron así para «engañar un poco a la academia y lograr que se implicara en procesos participativos». Aclara que no desde el ámbito de la investigación en disciplinas como la antropología, la historia, la historia del arte o la arqueología, que trabajan en campo, pero sí desde las instituciones como tales. Todo, para que «el conocimiento generado no sea siempre unidireccional, desde la academia, sino que el conocimiento rural de las comunidades «sea parte del discurso cultural o científico».
En Rosario están previstos tres días de trabajo y actividades intensas, señala Germán Giordano, coordinador del área de Antropología y Paleontología del Museo Provincial de Ciencias Naturales Ángel Gallardo. Esa institución asentada en Rosario tiene protagonista en la organización de un abultado cronograma, que hizo necesaria una logística acorde para los traslados y la sincronización de actividades.
El lunes arranca todo, a las 9, en el Gallardo, de calle San Lorenzo al 1900, con una recorrida guiada al museo. Por la tarde, después de un almuerzo, el centro será el Tambo La Resistencia, en Nuevo Alberdi, noroeste de Rosario, donde además de debatirse las resistencias territoriales en las zonas periurbanas se profudizará sobre el proyecto Escuela Ética, ambas iniciativas que llevan varios años y que impulsó Ciudad Futura. A la noche, la convocatoria es en Distrito 7 (Ovidio Lagos al 700) para debatir sobre crisis civilizatoria y riesgos de colapsos ambientales. El cierre de la jornada, allí mismo, será con folclore.
Giordano destaca que a lo largo de los siete dás ya tienen comprometida una amplia participación, tanto en Rosario como en las otras tres localidades santafesinas, de bibliotecas populares, escuelas y centros barriales, entre otras referencias institucionales y sociales.
En la mañana del martes está prevista la partida hacia las islas frente a Rosario, desde la zona del Monumento a la Bandera. Habrá intercambio de experiencias y proyectos con integrantes de la cooperativa de pescadores «América Profunda». Estarán antropólogos e integrantes del taller Ecologistas, entre otros participantes. Por la tarde, ya de vuelta en el Gallardo, se presentará una iniciativa de la Escuela de la Isla 1139, Pedro Miguel Romano Ahumada, por su fundador, también conocida como Marcos Sastre, en El Espinillo. Será con parte del equipo docente.
El miércoles será la mudanza a Melincué, a 120 kilómetros de Rosario, en el departamento San Cristóbal, donde el equipo del Museo Gallardo viene realizando trabajos arqueológicos y paleontológicos con participación de la comunidad.
La idea de hacer el Sopa de este año en Santa Fe surgió antes de la pandemia, con el congreso realizado en Olmué y Valparaíso, Chile, en 2018. Allí, el Museo Gallardo presentó su proyecto de investigación arqueológica en el sur santafesino y tomó conciencia de la sintonía de su mirada con la de otros investigadores de todo el mundo. Fue del otro lado de Los Andes que se conocieron Giordano y el español Pulido. Y de las conversaciones surgió el desafío de instalar la décima edición en territorio de «la bota».
De Extremadura a La Bota
La primera, recuerda Pulido, fue en la comunidad autónoma de Extremadura. Al oestye de España, es fronteriza con Portugal y cuna de «personajes históricos», ilustra con ironía, como los conquistadores Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Pedro de Valdivia. Fue a partir de un proyecto de cine itinerante a través de un recorrido por pueblos de todas las regiones ibéricas para difundir cómo se trabajaba el patrimonio rural, la relación con las gestiones locales o nacionales y la participación de las comunidades en las decisiones, entre otros tópicos.
Rápidamente, se dieron cuenta que ese formato quedaba chico y corría el riesgo de quedar en una emergencia esporádica, por lo que se lanzaron a diseñar lo que después se llamó Sopa, ya con carácter internacional a partir del conocimiento de trabajos y sensibilidades coincidentes. Para sorpresa, en la primera edición los primeros cinco colectivos que se anotaron fueron de Azerbaiyán, en el Cáucaso. El eco tan lejano asustó tanto como alentó. Después e sumaron desde México, Colombia, Argentina, entre otras geografías americanas. Y ahora la décima edición, con la historia a cuesta de las anteriores, llega a Santa Fe.
En la página de la Comunidad Sopa está explicitado el abono que engendró la serie de encuentros. «El patrimonio cultural en el medio rural se encuentra, en general, en una situación de desamparo administrativo y mediático en favor de un patrimonio urbano que se piensa más beneficioso a nivel económico. El medio rural contiene gran parte del patrimonio conservado y en peligro de desaparición, entendiendo este como el conjunto de patrimonio construido e inmaterial de todas la cronologías y que forma parte de la historia y las narraciones locales» es el contexto. Y la voluntad es promover y construir «una gestión verdaderamente democrática, que tenga en cuenta lo pluricultural, que deje de lado el centralismo urbano para atender con equidad a todos los territorios».