¿Cómo sería Rosario más linda? Era una de las preguntas que resonaban hace más de 7 años en un consejo de niños y niñas propuesto por la Municipalidad ¡Llenando la ciudad de Mariposas!, fue una de las propuestas. Así empezó la tarea de indagar cuáles son las plantas y árboles que hospedan a unas particulares orugas, las que tras una complicada y sorprendente metamorfosis se convierten en insectos voladores de alas coloridas.
Allá por 2014, una de las políticas públicas del Municipio apuntó a iniciativas para generar una ciudad más verde, con mejor calidad de vida para sus habitantes y mirada vuelta al ambiente, de acuerdo a los fundamentos oficiales de entonces. Fueron muchos los proyectos presentados ante las convocatorias ciudadanas. Uno de ellos: sembrar asclepias, nombre de la planta nativa y huésped privilegiada, por los colores de sus flores, de los huevos que pone la mariposa Monarca. De ellos nacen las orugas que, a la vez, se alimentan vorazmente de las hojas, luego arman en otro sitio las pupas o crisálidas y finalmente emergen las mariposas más conocidas en el mundo.
Ana María Soljan trabajaba en ese momento como docente en un jardín. Supo de la propuesta y que en el Jardín de los Niños distribuían semillas y plantines de asclepias. Se acercó un domingo al espacio de la zona norte con su hija de 8 años y dio inicio a una nueva travesía en su vida: conocer la vida de las mariposas, difundir lo aprendido e intentar llenar los espacios con plantas huésped de diferentes especies de mariposas. “Como meta o sueño, era crear plazas de mariposas, que en los espacios públicos existan plantas o árboles hospederos y que la ciudad se llene de mariposas”, confió a El Ciudadano una utopía que quiere transformar en realidad.
“Ese consejo de niños y niñas fue una propuesta de Chiqui González. Me acuerdo que venía el pedagogo (italiano) Francesco Tonucci y trabajaban con chicos de diferentes colegios de entre 4 y 5 años. Cuando salió la propuesta de llenar las calles de mariposas, en mí se despertó algo. Soy de un pueblo, me crié en el campo y estaba acostumbrada a verlas por todos lados, a jugar con ellas. Cuando llegué a la ciudad, me percate de que casi no había y me propuse rescatar esa vivencia de mi infancia, volver a tenerlas cerca”, recordó Ana.
“A mí, como docente de nivel inicial en el Jardín de Infantes Nº 63 Juana de Ibarbourou, me interesó y acudí al Jardín de los Niños, en Vélez Sársfield 164, porque tenía la necesidad de recuperar mi pasado con las mariposas en la ciudad”.
No conocía sobre las mariposas monarcas ni a la planta asclepia. En la institución educativa donde trabajaba propuso desandar esa ignorancia y mucho más: llenar el cielo de Rosario con mariposas. “No sabía lo que era una planta hospedera, ni lo que eran las crisálidas, por ejemplo. En ese momento me dedicaba a tareas diferentes en el jardín, tenía un taller en un espacio de huerta y allí, entonces, empezamos a plantar las asclepias. Nadie valoraba las plantas porque las veían comidas, o solo los troncos, y era porque las orugas se alimentan de ellas, no porque estuvieran abandonadas o moribundas».
Curso sobre mariposas
El interés de Ana María fue a más. Un día de paseo por Buenos Aires en el Jardín Botánico se enteró de un curso sobre mariposas. Lo propuso en la escuela y comenzó a viajar una o dos veces a la semana a la Ciudad Autónoma. “Hace dos años hice el curso, éramos 4 ó 5 mujeres, nos enseñaron cómo hacer jardines de mariposas y no sólo aprendí de las monarcas, aprendimos a valorar las plantas nativas. Las mariposas monarcas son las más famosas a nivel mundial, por su color, su tamaño y su capacidad de migración. Hay una variedad de monarcas que viajan desde América del Norte a México”.
“En Argentina tenemos la mariposa bandera argentina. Es un emblema nacional. No la conozco, porque se alimenta de un árbol: el coronillo que llegó a la ciudad por las obras en el Parque de la Independencia del reconocido paisajista francés Carlos Thays (nombre que lleva el Jardín Botánico)”, puso otro ejemplo a modo de tentación.
De mariposas y colores
Además de las mariposas monarcas y de las bandera argentina, Ana recordó que hay muchas especies en la Argentina. “Algunas que sólo se ven en Buenos Aires y otras están exclusivamente en nuestra zona. Hay un listado con árboles autóctonos que tenemos que conservar y preservar”, destacó sobre los que atraen a las mariposas para poner los diminutos huevos.
La bandera argentina, dijo sobre la complejidad del proyecto, no se ve en Rosario porque aunque el árbol coronillo está en el Parque Independencia, la especie necesita «correderos»: el mismo árbol replicado en la zona.
Lo que sí se ve en la ciudad es la especie Duende de las Sombras, cuyo hospedero son las palmeras Pindó. Y las «espejitos», cuyas orugas se nutren del llamativo Mburucuyá o planta de la pasión. “Son orugas negras las que se debería proteger por su bajo número”, sugirió Soljan.
La mariposa Dama Pintada es otra presencia en la ciudad, lo mismo que la llamada Limoncito, o las Lecheras. “Las Cuatro Ojos es divina, y el hospedero es un yuyo, la oruga de la Bataraza se alimenta de una planta que suele estar cerca de las vías ferroviarias”, siguió con la enumeración.
El boom de las asclepias y las mariposas monarca
Ana María sostiene que hoy hay más conocimiento y ganas de criar monarcas, y ello en particular por iniciativas surgidas en escuelas. Pero insiste en la necesidad de incorporar plantas o árboles hospederos también en los jardines particulares y en los espacios verdes públicos.
“Yo hice un curso de paisajismo, porque como las orugas se comen toda la planta, para que no quede feo se pueden poner por ejemplos gramiñas alrededor, cercando a las plantas y así contribuir al diseño de espacios ecológicos con biodiversidad. Hay que buscarle la vuelta creativa, que quede un jardín vistoso y útil”, resumió la idea.
Sembrando Mariposas
Ese es el nombre de su proyecto. Ana María tiene su vivero en Fisherton, donde sobresalen las asclepias. Y se encarga de llevarlas a algunos colegios. Hasta allí, además, llegan vecinos de Rosario, Funes o Roldán para buscar semillas o plantas. En la última de esas localidades, el Concejo declaró de interés público la creación de ambientes para aumentar la población de mariposas.
“Quiero llevar las plantas a todos los colegios, es un aprendizaje muy grande: en ecología, en aprender de la metamorfosis, es reconciliarnos con la naturaleza y brindar un alojamiento. Es darle un servicio a nuestro ecosistema. Es aprender a comprar una planta, no sólo por tenerla, sino pensando en qué servicio puede ofrecer. En el caso de las asclepias, es aprender que es una planta que se puede tener en cualquier sitio, no requiere mucha agua y se adapta a las sequías”, detalló.
Se la puede encontrar en las redes sociales como Facebook (Sembrando Mariposas Monarca En Fisherton) o Instagram (@sembrando.ma)
Devolver lo aprendido
Hace unas semanas, Ana María fue al Jardín de los Niños, donde comenzó todo el periplo. Llevó mariposas para soltar, y semillas para que los domingos se repartan entre las familias que visitan el espacio.
La metamorfosis
Las mariposas están asociadas al misticismo, a lo mágico y son seres especiales ya que antes son orugas y atraviesan una metamorfosis asombrosa hasta su estructura final.
Todo el proceso, desde el huevo, la larva, el gusano, la crisálida o pupa hasta la mariposa, dura alrededor de un mes.