“Con las semillas en nuestras manos contribuimos al desarrollo de nuestra identidad cultural”, sostiene el lema. Y aunque suene algo extraño para una ciudad, y más si se trata de una de las tres mayores urbes del país, ayer se hizo realidad: rosarinos que continuamente pasaban por la plaza San Martín se detenían a mirar y no pocos se quedaban a escuchar. Delante de sus ojos había calabazas y zapallos de tamaños, formas y colores como no se ve en ninguna verdulería comercial; ajíes pequeños y dulces junto a otros más grandes y picantes que demostraban que no era tan cierta la regla que indica lo contrario; frutos de tasi, la antigua y nativa enredadera que es prácticamente desconocida por los vegetarianos modernos, aun pese a la recomendación era “cortarlo al medio, ponerle adentro queso y llevarlo al horno apenas un ratito”; papas, pero “del aire”, maíz pero morado o veteado en distintos tonos. “Rosario Cultiva Diversidad” se llama la actividad que sin distinciones atraía tanto a jóvenes de jean como a hombres de pulcros trajes, pasando por chicas, mujeres y señoras como las que miraban con suma curiosidad –y por primera vez en vivo– a un maracuyá, el fruto cuyo jugo ahora causa sensación en las playas de Brasil.
La seguidilla de mesas montadas ayer en la hora pico en Córdoba entre Moreno y Dorrego tenía como objetivo difundir las actividades del Banco de Semillas Ñanderoga y del Programa de Agricultura Urbana municipal. Aunque es usual que sus productores participen de ferias en la misma plaza San Martín, en La Pérgola o en la plaza López, entre otros espacios, la movida de ayer tenía varios condimentos extra.
Uno de ellos es que a cada transeúnte que se arrimaba, promotoras y promotores encabezados por el propio titular del programa, Antonio Lattuca, se le ofrecía ser “madrina” o “padrino” de semillas. Si aceptaba –y no pocos lo hicieron– se le entregaba un pequeño paquete de semillas “de estación” y el compromiso era que las plantara, regara y cuidara los brotes hasta que dieran nuevas semillas. El ciclo finalizará con el “padrino” comiendo lo que él mismo sembró, y devolviéndole semillas al programa.
En ese marco, y para evitar que las semillas se pierdan por impericia o falta de costumbre “verde” de madrinas y padrinos, allí estaban las explicaciones de Lucho Lemos: la tarea del experto, además de contar qué eran y de dónde venían las innumerables variedades que estaban a la vista, era aleccionar sobre su germinación, cuidado y uso, incluyendo sugerencias de cocina para las que no se ingieren crudas.
“Red de Madrinas y Padrinos de las Semillas Locales y Criollas”, se llama la iniciativa, y trata de convencer a todos del honor que significa esa membresía en un planeta donde, sólo en los últimos 200 años, “se redujo en más de un 75 por ciento la variedad de plantas utilizadas para la alimentación y la agricultura”. Según explican, de las 7.000 plantas que el ser humano supo utilizar para alimentarse y curarse –en muchas culturas no hay distinción entre una cosa y otra– ahora se consumen menos de 150.
Con todo, a las actividades se agregaba una invitación: los vegetales expuestos eran también una muestra –que continuará hoy entre las 11 y las 19 con una feria en Presidente Roca y el río– de lo que se ofrecerá el próximo sábado 16, a las 12, en el club Sunderland, en avenida Belgrano 2010: allí la Red de Huerteras y Huerteros de Rosario ofrecerá un almuerzo completo –la tarjeta cuesta 50 pesos– preparado con lo que ellos mismos cultivan. El objetivo es juntar fondos para el próximo viaje de “intercambio”, donde ellos llevarán las semillas que ya reprodujeron para trocarlas por otras que no tienen y continuar el ciclo.