“Estoy nerviosa”, dice en la entrada en calor del equipo la arquera de la categoría sub 12 de Newell’s, que porta la cinta de capitana. A Renata se le escapó una pelota. Su entrenadora es Brunella Piccini, jugadora de la Primera de la Lepra, y para calmarla le dice: “No pasa nada”. Y siguen precalentando. “Andá vos a hacer el sorteo que sos la capitana”, se escucha en la cancha 3 de Malvinas, donde la categoría sub 12 del rojinegro jugó contra Unión Americana. Mientras tanto, en la cancha 2, una pregunta entre la multitud que está pegada al alambrado rompe el sonido de la mañana del domingo: “¿Quién es la 2?”. “Es mi hija”, responde la mamá de la pequeña de menos de 10 años que viste la camiseta de Gálvez y se enfrenta a Central. En el mismo sector, un grupo de niñas, llenas de ansiedad, preguntan a qué hora les toca jugar.
Desde este 2022, en Rosario todas las niñas que deseen jugar a la pelota y que tengan menos de 10 años van a poder hacerlo. El parate obligatorio que tenían cuando llegaba el momento de competir, será historia. Muchas de las mujeres que se convirtieron en grandes figuras del fútbol nacional e internacional sufrieron, en algún momento de sus vidas, un bache deportivo. Luego del fútbol mixto en la infancia, recibían un “no podés competir porque sos mujer”. Las ligas, en su gran mayoría, no contaban con torneos para las más chicas y no las dejaban competir con sus compañeros varones. Los niños, sin embargo, tenían la oportunidad de desarrollarse deportivamente desde el baby y hasta la Primera. Esa tira de divisiones inferiores, las más importantes en la vida de los atletas, ya que forma su futuro, no existía para las mujeres. El semillero se escribía en masculino. Ahora, las puertas se abren y las oportunidades aparecen. De a poco, el fútbol femenino comenzará a tener la misma dinámica.
El torneo de inferiores de la Asociación Rosarina volvió a copar los clubes y tuvo el fin de semana del 15 de marzo su estreno en el 2022. Son 16 los clubes que participan de lo que se considera la primera edición (NdR: el año pasado se realizó un torneo a modo de prueba).
En Rosario se vive una realidad que era impensada hace unos años. La institucionalización de los torneos de fútbol femenino, y su obligatoriedad para los clubes, hizo que, en un muy corto período de tiempo, muchas mujeres y niñas coparan las canchas cada fin de semana.
En el segundo semestre del 2017 y después de 10 años, el fútbol femenino volvió a estar bajo la órbita de la Asociación Rosarina. De aquel torneo participaron 14 clubes. Desde ese año, el torneo local sólo estuvo parado en una ocasión, consecuencia de la pandemia de Covid-19. Hoy, cinco años después, son 43 los equipos que participan de las tres categorías del torneo.
Desde ese año, 2017, desde la Asociación que nuclea a los clubes de fútbol de la región se lleva adelante un proceso de obligatoriedad de contar con un equipo femenino participando de forma oficial para poder competir en los torneos masculinos. La medida comenzó en la antesala de lo dispuesto por Conmebol, la entidad que agrupa a todas las asociaciones de fútbol de Sudamérica. A fines de 2018, Conmebol estableció que, para poder competir en torneos internacionales, desde 2019 todos los clubes del continente debían tener un equipo femenino y por lo menos una división formativa. Es decir, para competir en la Copa Sudamericana y Libertadores, los clubes tenían – y tienen – que contar sí o sí con un equipo femenino en competencia.
En 2019 la Asociación del Fútbol Argentino dispuso que, con la semiprofesionalización del fútbol, se sumara el torneo de Reserva (para jóvenes de menos de 19 años). Y este año comenzaron los torneos de sub 16, aunque aún no es obligatorio para los equipos que compiten del torneo de la máxima categoría.
En Rosario, se apostó por más. Hay competencias para sub 10, 12, 14 y 16. Eso significa que ninguna niña que desee jugar a la pelota se va a quedar sin poder hacerlo.
Los torneos, además de dar oportunidades a las niñas de practicar y competir, les brinda espacios a las jugadoras más grandes para poder formar a las próximas generaciones. Muchas de las entrenadoras, además, son profesoras de educación física y cuentan que en las escuelas las nenas piden jugar al fútbol. Porque el fútbol no tiene género y no tiene techo.
El desafío ahora es que las instituciones estén en condiciones para recibir este tipo de eventos. Que las canchas estén bien, que haya baños y vestuarios adecuados. Que los árbitros y las árbitras también formen parte de la revolución. Que quienes estén a cargo de la formación de las futbolistas tengan las herramientas para hacerlo y que no se envicie de lo negativo del masculino.
Es momento de estar a la altura. Por todas aquellas niñas a las no pudieron jugar sólo por ser mujeres. Por todas las mujeres que, en otro contexto, tal vez más difícil, lucharon, muchas veces en soledad, por contar con estos espacios.
En las dos tribunas en Malvinas hay mamás, papás, hermanos, hermanas. Hay familias y profes. Hay emoción y orgullo. Y están ellas, las que esperan para entrar a jugar.