Al cumplirse 104 años del genocidio armenio, se realizó este miércoles en el Parque de las Colectividades, en el sector del Monolito a los Mártires Armenios y el Memorial No Me Olvides, un conmovedor homenaje a las más 1.500.000 de víctimas.
Del acto, convocado por la Colectividad Armenia de Rosario, participaron la intendenta Mónica Fein, instituciones de la sociedad civil y autoridades del gobierno local y provincial.
En la ocasión, Fein afirmó: “Estamos acá para rendirle homenaje a esas más de un millón y medio de personas que murieron por decisión del gobierno otomano y generaron el primer genocidio del siglo XX. También venimos a asumir el compromiso de que este genocidio sea reconocido por Turquía, porque es imposible construir futuro sin reconocer lo que fueron capaces de hacer, la desaparición y muerte de tantas personas”.
Luego, la mandataria, en nombre de la ciudad, expresó: “También venimos acompañar a los que emigraron a nuestras tierras, acá construyeron sus familias que son parte de nuestra comunidad, justo en este lugar, el memorial del No me olvides, un lugar donde nos paramos y nos comprometemos a luchar a su lado por este reconocimiento”.
Durante la ceremonia de homenaje, Stefanía Sahakian, integrante de la comunidad armenia en Rosario, señaló: “Es hora de que Turquía reconozca que cometió un genocidio. 29 países del mundo lo reconocen y el nuestro es uno de ellos”. En este sentido, recordó que en la ciudad viven “500 descendientes de los 500 mil armenios que pudieron sobrevivir a aquella masacre».
El acto de conmemoración contó, además, con las palabras del presidente de la Colectividad Armenia de Rosario, Juan Danielian, quien manifestó agradecimiento por la hospitalidad que el pueblo argentino brindó a los sobrevivientes armenios “para que nuestro pueblo lograra sobrevivir en la dispersión. Aquŕ sanamos nuestras heridas y recuperamos nuestras fuerzas y por eso queremos aportar para seguir engrandenciendo a este país”.
Posteriormente, dio un mensaje Paul Haidostian, el rector de la universidad Haigasian del Líbano, y, por último, la escritora Ana Arzoumanian leyó un fragmento de su libro Infieles, en alusión a la comunidad.
Al cierre, se dio lugar a que los presentes realicen una ofrenda floral recordando a las víctimas, con un minuto de silencio.
Cabe destacar que en el año 2007 se promulgó en nuestro país la ley 26.199, que instituyó el 24 de abril como Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos, precisamente en conmemoración del genocidio armenio. Sólo 22 países, entre ellos la Argentina, son los que han reconocido la existencia de ese genocidio.
No Me Olvides, símbolo del centenario del genocidio armenio
En el 102º aniversario fue inaugurado el memorial No me olvides, flor elegida como símbolo de las conmemoraciones del centenario del Genocidio Armenio. La distintiva representación fue seleccionada entre decenas de propuestas recibidas por la comisión del 100° aniversario.
El símbolo representa las doce columnas de piedra del Monumento al Genocidio de Dzidzernagapert, mientras que los cinco pétalos invocan a los cinco continentes donde los armenios encontraron refugio después del exterminio, dando creación a la gran Diáspora armenia.
El genocidio armenio
El genocidio armenio fue la deportación forzosa y exterminio de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas, a manos del gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.
Se caracterizó por su brutalidad en las masacres y la utilización de marchas forzadas con las deportaciones en condiciones extremas, que generalmente llevaban a la muerte a muchos de los deportados.
La fecha del comienzo del genocidio se estableció el 24 de abril de 1915, el día en que las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad de armenios en Estambul; en los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a 600.
Posteriormente, una orden del gobierno central estipuló la deportación de toda la población armenia, sin posibilidad de cargar los medios para la subsistencia, y su marcha forzada por cientos de kilómetros, atravesando zonas desérticas, en las que la mayor parte de los deportados pereció víctima del hambre, la sed y las privaciones, a la vez que los sobrevivientes eran robados y violados por los gendarmes que debían protegerlos, a menudo en combinación con bandas de asesinos y bandoleros.