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Sequía: estiman pérdidas millonarias

Según cálculos de una consultora, el aporte de divisas del campo en 2012 sería 17 por ciento menor al del año pasado.

El déficit de lluvias en las zonas agrícolas más ricas del país podría hacer caer unos 3.800 millones de dólares las exportaciones argentinas en 2012, con una pérdida para el fisco de unos 1.600 millones, aunque estas cifras no reflejan el efecto multiplicador sobre la actividad económica local. Argentina es el tercer exportador de porotos de soja, detrás de Estados Unidos y Brasil, y el primero de pellets y aceites.

Según cálculos de consultora Federico Muñoz & Asociados, el aporte de divisas del campo en 2012 sería 5.600 millones de dólares, 17 por ciento menor al de 2011. Pero también señaló que hay que considerar la evolución de los stocks de granos, un factor que en 2008 “moderó el impacto corriente de la contingencia climática, al costo de su descapitalización”.

El efecto de la sequía alarmó a todos los actores económicos. El último informe financiero de Delphos Investment vinculó el impacto del estrés hídrico sobre los títulos públicos atados a la evolución del PBI argentino, cuyas cotizaciones no dejaron de caer en las últimas semanas. Esta consultora puntualizó que si los niveles de agua no logran reponerse, se estima que la cosecha llegue a los 45 millones de tonelada de soja, por debajo de los 52 millones previstos para 2012 y un 7 por ciento menos que en 2010/2011.

Las pérdidas para el maíz serían más profundas. Según cálculos de Deplhos, la cosecha cerraría en 24 millones de toneladas, 4 por ciento más que el año anterior, pero con un incremento de 10 por ciento de la superficie sembrada. La pérdida real para este cultivo es de 20 por ciento.

Un reporte elaborado por el Banco Ciudad completó que con la cosecha de trigo ya prácticamente cerrada, en torno de los 13 millones de toneladas, las estimaciones totales fueron corregidas por debajo de los 100 millones. “El Estado afrontará pérdidas de recaudación adicionales por la menor actividad agregada, ya que el efecto directo sobre el crecimiento 2012 podría trepar hasta 0,5 punto porcentual”, estimó el banco. La entidad financiera advirtió, sin embargo, que todavía se está lejos de la crítica situación de la campaña 2008/09, cuando la cosecha cayó 30 por ciento y la soja cotizó a 320 dólares por tonelada (contra los 430 dólares actuales).

Precisamente, para Ramiro Castiñeira, jefe de Econométrica, los efectos deLa Niñallegaron nuevamente al país este año, aunque por ahora “sin la intensidad con que llegó en la campaña 2008/2009”. El economista recordó que en esa campaña el déficit de lluvias hizo descender un 37 por ciento la cosecha, de 96,2 millones a 60,6 millones de tonelada, y desplomar en 11 mil millones de dólares las exportaciones de los principales cuatro cultivos.

Según datos históricos dela Cámaradela Industria Aceiteradela República Argentina(Ciara) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), que representan un tercio de las exportaciones del país, las divisas ingresadas por el sector cayeron 26 por ciento en 2009, desde los 21.920 millones de dólares ingresados en 2008 hasta los 16.199 millones del año siguiente. El ingreso de divisas se recuperó en 2010 hasta un récord de 22.229 millones, y en 2011 superó esa marca hasta los 25.133 millones.

La esperada caída en el ingreso de divisas no es un problema menor para una economía con restricciones a los mercados de capitales para tomar deuda y aliviar los compromisos externos. Para Federico Muñoz & Asociados, ante la merma de divisas comerciales, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, “extremará los medios para frenar las importaciones y defender así el superávit comercial”.

Los analistas anticipan que las consecuencias de este sesgo más proteccionista del gobierno no tadaría en hacerse sentir. Para el Banco Ciudad, “ante una reactivación de las expectativas de devaluación, se abortaría la reciente baja de las tasas de interés y se desaceleraría el crédito, con impacto en la actividad agregada”. Federico Muñoz & Asociados evaluó que un mayor proteccionismo sería nueva fuente de presiones inflacionarias por la reducción de la oferta importada, complicaría muchos procesos productivos por la falta de insumos y derivaría en una probable aparición de trabas a las exportaciones argentinas por represalias desde otros países.

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