“Mejor arreglemos entre nosotros”, era la frase que Luis Marcelo Escobar, el locutor de 42 años imputado de abusar 18 chicas entre 2014 y 2016, usaba con sus víctimas después de hacerse pasar por policía antidrogas. En la tercera jornada del juicio, el tribunal integrado por María Isabel Mas Varela, Patricia Bilotta y Mariano Aliau escucharon el relato de cuatro víctimas cuyos testimonios son las pruebas que la fiscal Carla Cerliani usará para pedir una condena de 50 años de prisión al hombre. Los testimonios dieron cuenta de cómo se manejaba Escobar: las contactaba en la parada de colectivo y les mostraba una credencial falsa. Después las acusaba de vender drogas y las subía a su auto con la excusa de llevarlas a la comisaría. Siempre según se ventiló en el juicio, él hablaba por handy o por teléfono celular con una persona a la que nunca le escucharon la voz. El fin del engaño era el mismo: llevarlas a un descampado y violarlas.
Romper el silencio
“Quiero declarar lo que me hizo para que se haga justicia y que vaya preso”, dijo J., una de las 18 víctimas en el caso. Hoy tiene 25 años y trabaja como empleada doméstica y cadete.
En forma pausada y con la mirada hacia abajo recordó lo que vivió el 10 de noviembre de 2014 y contó a los jueces lo que nunca pudo a su familia. Como muchas mujeres víctimas de violencia, J. sintió vergüenza. “Tenía miedo que no me creyeran y pensaran que yo tenía la culpa”, dijo después de llorar. La noche del 10 de noviembre de 2014, ella salía del club donde practicaba patín artístico y fue a esperar el colectivo para ir a lo de su abuela. Según contó, eran cerca de las 22 cuando un hombre morocho de unos 35 años se le acercó. Le dijo que era de la policía antidrogas y le mostró una credencial. La acusó de vender y le dijo que tenía que llevarla a la comisaría. J. tenía 21 años, pero el hombre le dijo que las leyes habían cambiado y que aún era menor de edad. “Estaba asustada. No quería que me metieran presa por algo que no había hecho y le creí”, contó la chica y subió al auto en la parte delantera como él le pidió. Durante el trayecto el hombre hablaba por un teléfono celular similar a un handy, pero nunca alcanzó a escuchar una voz del otro lado. “Me decía que tenía que revisarme. Que en vez de llevarme presa podíamos arreglar entre nosotros. Pensé que se refería a firmar algo. Le dije que estaba asustada y que quería avisarle a mi abuela. Nunca había pasado por algo así. No quería estar en la comisaria”, contó la joven. Después de varias cuadras, el hombre frenó en un lugar oscuro y descampado. Ella bajó y él la puso de espaldas contra una de las puertas traseras. Con la excusa de revisarla la tocó por debajo de la ropa. Después la violó y la obligó a practicarle sexo oral.
Minutos antes, el teléfono de J., empezó a sonar. Ella corrió y atendió. Era un amigo que la llamaba para saber si había llegado a su casa. “Intenté decirle lo que pasaba, pero no pude. Él me hizo decirle que me habían robado. Se enojó porque atendí”, contó. Asustada, J. colgó. “Estaba de espaldas. Me di vuelta y le pregunté por qué me lo hacía. Le dije que no quería. Él me dijo que si me resistía me iba a pegar un tiro en la cabeza y me iba a tirar al arroyo”, recordó.
De nuevo en el auto J. contó que el hombre la dejó ponerse el short y las medias. “Estaba enojado. Me decía que no hablara. Le jure que no iba a hablar y que sólo quería llegar bien a mi casa. Me pidió que lo agendara por si necesitaba su ayuda y me dijo que se llamaba Sebastián”, contó.
Con la excusa de irse a un operativo, el hombre, siempre según el relato de la joven, la acercó hasta una esquina. Le dio plata para un taxi y partió. Antes le dijo que cuide que no le roben los patines porque la zona era peligrosa. Ella bajó del auto y corrió hasta frenar un taxi. Asustada y llorando, fue hasta la casa del amigo que la había llamado. Entre lágrimas le contó lo que había pasado. Llamaron a la Policía y fueron hasta la guardia del hospital Roque Sáenz Peña donde la atendieron. Después la trasladaron a la Comisaría de la Mujer, donde denunció lo que le había pasado.
Meses después J. envió un mensaje al número que había agendado. Quería encontrarlo. Pero nunca le respondieron. J. dejó el club y tardó un tiempo en retomar el entrenamiento. Tenía miedo de salir sola. “Por la calle veía hombres parecidos y pensaba que podían ser él. Siento rechazo y hasta violencia al ver hombres robustos, a que me miren o digan cosas”, contó.
Secuestro
Casi 20 días después, otro episodio incluido en la causa ocurrió. M. tenía 18 años y volvía de acompañar a su hermano menor a tomar un colectivo cuando un hombre que bajó de un auto se le acercó. Le dijo que era policía y le mostró una credencial falsa. Tenía pantalón beige, campera negra y un revólver colgado en la cintura. Era gordo, de pelo negro y barba candado. Le dijo que el chico que había subido al colectivo llevaba droga y que lo habían detenido a dos cuadras. También que lo acompañaba una chica cuya descripción coincidía con la de ella. Le prometió llevarla a la casa para avisarle a la madre que iban a ir a la comisaría. Ella subió al auto, pero el hombre tomó otro camino. Hablaba por teléfono y le decía que estuviera tranquila. En medio de un Fonavi él frenó. La tocó con la excusa de revisarla. Le pidió que apagara el teléfono celular y volvió a dar marcha al auto. Ella le dijo que tenía que ir al baño y él manejó hasta una estación de servicio. “Pensé que ahí me podía escapar. Bajó conmigo y dejó el arma en el auto. Me di cuenta que todo era una mentira. Me saqué las ojotas y corrí. Escuché tiros. Llovía. Paré autos, pero nadie frenaba”, recordó M. La chica entró en una cancha de fútbol y se escondió. “Pensé que me querían secuestrar. Prendí mi celular. Llamé a mi tío y me vino a buscar. Me llevaron a hacer la denuncia”, contó. Ella estuvo cuatro días sin salir de la casa. Dejó de salir a bailar y hasta hoy no le gusta andar sola por la calle. Hace dos años dejó el barrio y se mudó con su novio.
Otras dos víctimas dieron su testimonio este lunes, pero a pedido de la Fiscalía y con acuerdo con los abogados de la defensa y la querella, lo hicieron sin la presencia de la prensa. La fiscal Carla Cerliani, de la Unidad de Delitos Contra la Integridad Sexual, pidió 50 años de prisión para Escobar por 11 de casos de abuso sexual con acceso carnal agravado por arma de fuego, dos de abuso sexual con acceso carnal, dos hechos de tentativa de abuso sexual carnal agravado por uso de arma de fuego, dos abusos simples agravados por uso de arma de fuego y un abuso sexual simple. El tribunal deberá determinar la responsabilidad del imputado.