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Serrat, que llegará a Rosario el martes, actuó en Buenos Aires

El catalán, que se presentará el 30 y 1 de diciembre en nuestra ciudad, ofreció anoche ante un Gran Rex repleto un concierto de intenso disfrute de la canción en el marco de la presentación del disco tributo a Miguel Hernández "Hijo de la luz y de la sombra".

Sobrio y austero, pero también intenso, el catalán acercó hasta el escenario su nuevo homenaje al poeta que murió a los 31 años en las cárceles franquistas y lo hizo a partir de unos textos que siguen sonando dolorosamente vigentes y a los que vistió con correctos ropajes que multiplicaron su impacto gracias al sexteto que lo secundó.

Con dos teclados (en manos del histórico Ricard Miralles y de Josep Mas «Kitflus»), los sólidos bajos de Víctor Merlo, la ajustada batería de Vicente Climent, las precisas guitarras de Israel Sandoval y el vibrante violín de Olvido Lanza, todos ellos munidos de auriculares, el cantautor pudo abismarse en el hondo universo poético del artista del que se celebra el centenario de su nacimiento.

Metido de lleno en esa atmósfera, Serrat esquivó los desbordes pasionales de una audiencia que lo adora y salvo al inicio de la velada, a eso de las 21.40, cuando comenzó cantando en bambalinas «Llegó con tres heridas» y una ovación acompañó su aparición en escena, fue riguroso para volver a evocar a uno de los letristas que lo han marcado.

La primera mitad del concierto -también ilustrado con pobres cortos de cineastas españoles que pasaron por una pantalla dividida en tres al fondo del tablado- estuvo íntegramente dedicada al natural de Orihuela y en ese recorrido destacaron «Hijo de la luz y de la sombra», «El hambre» y «Si me matan, bueno».

De su primer acercamiento del año 1972 también rescató «Nanas de la cebolla», la conmovedora «Elegía a Ramón Sijé» y «Para la libertad», y hasta animó un conmovedor encuentro intimista entre «Tristes guerras» y «Menos tu vientre» que abordó a guitarra y voz.

El demorado cántico «olé, olé, olé, Nano, Nano, Nano» puso fin a ese recorrido y mientras los instrumentistas ejecutaban una versión jazzeada de «Vagabundear» y sus nombres e imágenes se reproducían en la pantalla, ahora de un solo paño, el artista no quiso aligerar la velada.

Aunque introdujo algunos comentarios entre pícaros y nostálgicos, a la hora de la música regaló contundentes versiones de algunas canciones no tan habituales en sus conciertos como, por caso, «La bella y el metro» y «Los recuerdos».

Con vibrante y genial actualidad entonó «Disculpe el señor» (sobre ese criado que le informa al patrón que millones de pobres están allí exigiendo comida porque «no se han enterado que Carlos Marx está muerto y enterrado») y también «Pueblo blanco».

Con casi dos horas de show encima, el ritual de los bises y las idas y vueltas entre el clamor, el coqueteo y los deseos de más, sorprendió con una recuperada versión de «Señora» sobre la que comentó «aquí usurpo una personalidad que caducó pero que es mía y hago con ella lo que quiero».

Ya en la medianoche, Serrat acercó una contenida mirada sobre «Penélope» y otra de igual signo para «Es caprichoso el azar» y se despidió, previsible pero gozosamente, con «Fiesta» para sumar otra gema de Antonio Machando a la celebración.

El segmento local del tour «Hijo de la luz y de la sombra» ya pasó por Comodoro Rivadavia, Trelew, Bahía Blanca y concretó dos noches porteñas a las que seguirán las de hoy y mañana.

El 30 de noviembre y el 1º de diciembre llegará al Metropolitano de Rosario, el 3 al Orfeo de Córdoba y el 6 al Auditorio Bustelo de Mendoza, para regresar al Gran Rex donde cerrará la gira argentina los días 9, 10, 12 y 13 de diciembre.

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