El Shiatsu es un masaje terapéutico desarrollado en Japón, que combina técnicas tradicionales de masajes japoneses, como el An-Ma, con la medicina tradicional china.
El kanji shi (dedo) y atsu (presión) significa literalmente presión con el dedo, y actúa sobre la armonización del flujo del ki (energía original) y la sangre que circula en el cuerpo a través de diversos canales de energía. Esta presión se practica principalmente con la yema del dedo pulgar, pero también se pueden utilizar el canto y la palma de la mano, el codo, el nudillo o la punta de los dedos.
Al igual que muchas expresiones culturales que se han desarrollado en Japón, proviene de China. Como precursor puede citarse al maestro Tamai Tempaku, que en 1919 publicó Shiatsu Ho, donde reúne conocimientos tradicionales de anma, ampuku (antiguo masaje de presión en el abdomen) y do-in junto con anatomía y fisiología occidentales. Posteriormente, Tokujiro Namikoshi sistematizó una forma de terapia shiatsu sobre la base de la anatomía y la fisiología oriental.
Si bien hay distintas escuelas de esta especialidad, la oficial fue fundada en Japón a mediados del siglo XX justamente por Namikoshi. Su discípulo más importante fue Shizuto Masunaga, que recuperó el vínculo con la medicina tradicional china. Es el fundador del zen shiatsu y en sus libros se nombran los canales de energía y los puntos de acupuntura con sus nombres japoneses.
Esta técnica de masaje llegó a la Argentina en los años 80 desde Brasil junto con la alimentación macrobiótica. Uno de los pioneros es Miguel Ángel Doña, que desde el 2000 dicta cursos gratuitos de anma zen shiatzu en el hospital Bernadino Rivadavia.
“Diversos factores de nuestra vida diaria afectan el fluido del ki a nivel físico y emocional, provocando una desarmonía en nuestra propia naturaleza. La aplicación del shiatsu ayuda a desbloquear y a poner esta energía en movimiento promoviendo y restableciendo el equilibrio del cuerpo y de la mente, calmando el sistema nervioso central, ayudando al cuerpo a recuperar su capacidad natural de combatir los malestares y adaptarse a los cambios ambientales, previniendo y promoviendo la salud y el bienestar”, señaló Ricardo Dokyu, terapeuta que se inició en esta técnica en 1984.
“El shiatsu se puede aplicar en casos de contracturas musculares, principalmente en el cuello y en los hombros; rigidez, sensación de adormecimiento, cosquilleo u hormigueo, dolores a lo largo de la columna, dolor ciático-lumbar, de cabeza, problemas digestivos, insomnio, estrés, mareos o sensación de vértigo, cansancio general y otras molestias derivadas de la falta de circulación del ki-energía original”, explicó Dokyu, cuya formación en la práctica de la medicina tradicional china está estrechamente relacionada con el budismo zen.
Dokyu vivió en Japón desde 1991 hasta 2001 entrenando como monje budista en la Escuela Soto. Desde su regreso, sigue trabajando como terapeuta de shiatsu y también comparte su experiencia con la meditación zen (zazen).
“Para aplicar shiatsu debe coordinarse la respiración con el traslado del peso, que es la fuerza de gravedad de la tierra ejercida sobre nuestra masa corporal, desde el kangen, que es nuestro centro de energía y de gravedad en el vientre. Es como una intención que requiere concentración.
Sincronizando la mente, la respiración y el movimiento podemos dirigir el ki hacia los puntos que vamos tratando con digitopresión. Al trabajo descontracturante que producen las digitopresiones en músculos y tendones, se agregan presiones en puntos específicos relativos al problema que se está tratando, para movilizar el ki y la sangre y equilibrar las tensiones”, señaló Carlos Trosman, psicólogo social, docente y fundador de la Escuela de Shiatzu Kan Gen Ryu.
De esta manera, la técnica de shiatsu puede combinar, de acuerdo al caso y la necesidad, la digitopresión, que se realiza principalmente con los dedos pulgares sobre los tsubos (puntos de energía en los canales de acupuntura), con estiramientos de los tendones y amasado de los músculos.
Entre sus beneficios, estimula los sistemas circulatorio, linfático e inmunológico, equilibra los sistemas nervioso, respiratorio y digestivo, reduce el estrés y la ansiedad, mejora el rendimiento físico, emocional y mental. También alivia las tensiones musculares y mejora la circulación energética general.
Una sesión de shiatsu dura aproximadamente entre 60 y 90 minutos. Se puede trabajar sobre un futón en el piso o sobre una camilla. No se utilizan aceites ni cremas y es preferible trabajar sobre ropa de algodón.
“Se practica con las manos, pero como en las artes marciales, la energía proviene del vientre, del kangen. En ocasiones se utilizan también los codos para ejercer presión. Puede emplearse en forma complementaria la aplicación de calor en algunos puntos (la técnica se llama moxibustión) y/o ventosas”, agregó Trosman, que también es director del Instituto Internacional de Qi Gong Argentina.
Los terapeutas coinciden en que recibir masajes shiatsu regularmente mantiene altas las defensas, mejora la condición física y el metabolismo y previene o ayuda a resolver muchas dolencias o enfermedades. Si bien nadie está exento de enfermarse, se trata de mantener un buen nivel de circulación de la energía y la sangre y una respiración adecuada para mejorar la capacidad de curarse.