Los une la vocación por el servicio del voluntariado. Los une además un parentesco: son padre e hijo. Y los une pertenecer al cuerpo de Bomberos Voluntarios. Javier Perrone tiene 41 años y su hijo Matías 18. Vinieron por su cuenta desde La Paz, Entre Ríos. Sin ayuda de nadie ni siquiera monetaria, buscaron brindar desde su lugar un aporte para tratar de colaborar tras la explosión del edificio de Salta 2141.
Javier es jefe de Bomberos Voluntarios de Entre Ríos y por decisión propia decidieron, junto con su hijo y cuatro de los once bomberos de La Paz, colaborar en Rosario.
“Vinimos a prestar colaboración a Rosario. Llegamos el jueves a las tres de la madrugada. Si bien uno se prepara toda su vida para algo como esto, es increíble la magnitud de esta tragedia. Si el infierno existe, esto es el infierno, ver todo este desastre, el peligro. De afuera no se puede percibir lo que es estar ahí adentro, es conmovedor, más allá de que uno se prepara para esto”, relató consternado Javier.
Perrone hace 26 años que es bombero. Hace unos años atrás, trabajó en la provincia de Buenos Aires y estuvo acuartelado en el atentado contra la Embajada de Israel. “Nunca vimos algo así, es una mala experiencia. Nosotros ponemos todo lo humano posible para poder colaborar, es un granito de arena en semejantes dimensiones. No existe ninguna persona preparada para semejante catástrofe”, explicó. La tarea de los bomberos es trabajar durante dos horas, descansar 15 o 20 minutos, volver a trabajar otras dos horas, y continuar así hasta que se agoten las fuerzas.
“Trajimos los sacos que usamos para incendio y nos vamos a quedar a dormir en una carpa, no nos queremos ir lejos del lugar, dormiremos un ratito y seguiremos trabajando. No nos queremos ir lejos de lo que es la zona de emergencia. Vamos a hacer todo lo posible para colaborar hasta el último día”, afirmó Javier. Perrone cuenta que es muchísima la cantidad de personas que están trabajando en el siniestro de calle Salta y Oroño. “Para nosotros es sorprendente el apoyo y el afecto de la gente, el aliento que te da. Eso te hace seguir adelante y pelearla. Trabajamos en inundaciones y otros acontecimientos, pero cómo se está comportando la gente en todo esto, es maravilloso. Nos sentimos como si estuviéramos en nuestro propio cuartel, en nuestra casa, el cariño de la gente hacen que uno reponga pilas para seguir trabajando. Por más que uno se siente un ratito, no se siente el cansancio, nos sentamos cinco minutos y queremos ir a trabajar de nuevo”, expresó con orgullo.
Herencia de sangre
Matías Perrone tiene 18 años y entró cuando cumplió la mayoría de edad a la escuela de cadetes. “A los 16 empecé realizando tareas, siempre acompañado de mi papá y ahora a los 18, ya soy bombero”.
“Apenas llegué fue impactante, parece un sueño, es increíble. Lo que más me llamó la atención es como la gente te ayuda, te alienta, te da fuerzas para seguir adelante. Que nos sigan apoyando. Hay que estar siempre unidos, y no sólo ante estos hechos tan trágicos”, remató el joven.