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Si no está la palabra habrá fascinación, pero no amor

En la comunicación existen dos planos: lo que se oye y aquello que se hace con lo que se oye.

Demandas de amor. Los hijos demandan, los padres les demandan a sus hijos. El marido a su mujer. La mujer a su marido. Los amigos en la infancia y adolescencia. A su vez, las demandas van variando en el transcurso del tiempo.

Los hijos no demandan lo mismo de pequeños que ya adultos, al igual que las demandas de los padres a sus hijos no son las mismas.

De manera continua y reiterada, se realiza un pedido al otro. Que no es más que un pedido de amor, de reconocimiento.

Dice Lacan: “Una palabra sólo es palabra en la exacta medida en que hay alguien que crea en ella. La palabra es esencialmente un medio para ser reconocido”.

No se puede dejar de lado la dimensión de las emociones y de los sentimientos que se ponen en juego en la comunicación.

Sin esta dimensión del orden de las emociones, la comunicación sería sólo algo que se trasmite como un movimiento mecánico.

La palabra existe a partir del momento que quiere hacer creer algo y exige reconocimiento. Es por eso que suele hablarse del lenguaje de los animales: hay lenguaje a partir de que allí hay alguien dispuesto a comprenderlo.

Las palabras no tienen una única significación. La significación de las palabras va a estar dada por la suma de sus usos o empleos. Por ejemplo, la palabra “derecho” refiere a ir derecho, tener derecho, estudiar Derecho.

Es decir, las palabras tienen un más allá. No tienen un único sentido, ni un único empleo.

Hegel decía sobre el concepto: es “el tiempo de la cosa”. ¿Qué quiere decir con esto? Que el concepto está allí donde la cosa no está. Se trata de cuando uno, con el concepto, con la palabra, trae a escena la cosa.

Los gestos del sujeto están del lado del lenguaje y no de la actividad motora. Con los gestos, con las miradas también se habla, se dice algo.

En la comunicación existen dos planos. Lo que se oye y aquello que se hace con lo que se oye. La palabra es la que funda la relación entre los sujetos, modificando a ambos.

Dice Lacan que “el amor aspira al desarrollo del ser del otro”, mientras que “el odio aspira a lo contrario: a su envilecimiento, su pérdida, su desviación, su delirio, su subversión”.

Dice Lacan: “Amar es amar un ser, más allá de lo que parece ser”.

El amor apunta a la particularidad del sujeto amado. Si es así, y no se trata de un amor pasional, puede aceptar sus debilidades, errores y rodeos. En el amor, se trata de dirigirse al ser del otro. Es la palabra la que permite afirmar el ser. Entonces, si no está la palabra, sólo va a haber fascinación imaginaria, pero no amor. Dice Lacan: “Hay amor padecido, pero no don activo del amor”.