Hernán Calatayud tiene una larga militancia en el Partido Demócrata Progresista y una todavía más larga experiencia como empresario en la ciudad, donde su padre llegó desde Arroyo Seco para potenciar su negocio de venta de electrodomésticos. Llegó al PDP, reconoce risueño, porque en las reuniones hacían «unos tallarines muy ricos», pero se quedó allí convencido del rol que cumplía el partido en el control y la fiscalización de los actos de gobierno. Algo de eso quiere llevar al Concejo, en los dos años que le quedan de mandato tras reemplazar a Miguel Ángel Tessandori en diciembre del año pasado, pero también sueña con incorporar al sector privado como motor de la obra pública en la ciudad. «Si no tenemos plata para bancar desde el Estado, hay que pensar las obras desde lo privado y que en un futuro queden para el Estado», advierte.
—¿Cómo fue tu acercamiento al PDP?
—En mi época era costumbre que a los 18 años todo el mundo se tenía que anotar en un partido político. Era costumbre, más cuando estaba la primera democracia, después vino el golpe. Pero después volvió con fuerza la democracia y todo el mundo se afiliaba. Yo en esa época, como mi padre era radical me había afiliado al radicalismo, pero nunca hice nada, ni milité, ni nada por el estilo. Yo soy oriundo de Arroyo Seco, y ahí la Democracia Progresista se movía mucho, hacían muchas comidas, y me entraron un poquito por el estómago (risas), hacían unos tallarines muy ricos. Estamos hablando de épocas en que la gente realmente se afiliaba, pero no se militaba. Bueno, pasaron los años y yo me vine a Rosario con el comercio de mi padre, un negocio que ya tiene 65 años.
—¿Y por qué se vinieron a Rosario?
—Porque el negocio de mi padre creció, primero tenía un negocio mayorista, prácticamente viajaba todos los días y decidimos instalarnos acá.
—¿Cómo se inició tu vida política?
—Mi vida política comienza de grandecito, a los 37, 38 años comencé a transitar por el partido. Siempre digo que cuando uno comienza tiene que mirar, observar, nunca actuar de movida, porque no sabe. Primero tiene que adaptarse y saber dónde está parado y qué está haciendo. Y ahí comencé mi vida política, no activa, pero sí participativa. Estaba en esa época (Rafael) Martínez Raimonda, (Carlos) Favario, (Alberto) Natale, la guardia vieja, a la que yo siempre critico, no solo a la de nuestro partido, sino de todos los partidos, porque fueron egoístas en la formación de las generaciones siguientes. En todas las fuerzas políticas, las grandes personalidades no han querido sombra, o se movieron con el «acá mando yo». Y eso está mal, porque tiene que mandar el que mejor está, el que más sabe. Y si hay otro que lo supera, bienvenido sea.
—¿Cuántos años llevas como comerciante?
—Toda la vida. Yo terminé el liceo militar de Santa Fe en 1979 y entré a trabajar en el negocio. En esa época quise ir a la facultad, pero había que rendir examen. Cuando llega Raúl Alfonsín se abre, pero cuando perdés unos años se complica. Comencé a estudiar Derecho, pero la facultad en ese momento era un despiole fenomenal de efervescencia democrática. Poco a poco me fui metiendo más en el negocio. Sí estudié cuestiones comerciales.
—Estuviste en todas las épocas, tenés un máster en administración en tiempos difíciles.
—Y sí, porque lo que te enseña la experiencia es increíble. A un argentino de mi edad lo único que le falta vivir es una invasión extraterrestre. Porque las vivimos todas, hasta la pandemia. Mi generación fue la que fue a la guerra.
—Más allá de la buena comida (risas), ¿por qué el PDP?
—Cuando vos mirás el PDP, al radicalismo, al socialismo, siempre históricamente han estado relacionados. Del PDP me gustó el tema de ser controlador, fiscalizador.
—¿Creés que ese ejercicio de contralor está faltando hoy en el Concejo o en la política en general?
—En la política en general. Uno aplica el concepto a su ciudad, porque estamos para esto, pero es importantísima la fiscalización, las auditorías… Bueno, por ejemplo, uno puede tener muchas críticas del gobierno nacional, pero en la parte de fiscalización, cuando uno se opone a eso se está comprando un problema, porque está dando razones. Si es algo público te tenés que atener a que te controlen.
—¿Te referís al debate sobre la Universidad pública?
—Ponele, un caso, pero hay un montón de casos. Porque fijate, pasa algo, le pegan al gobierno y atrás está pasando esto. Nunca termina una auditoría. Obviamente que yo quiero que tenga recursos la educación, porque la educación es todo, si no tenemos educación no podemos vivir. El hambre tenemos que calmarlo junto con la educación, en forma obligatoria, porque si no nunca vamos a salir de la encrucijada.
—Este tema de la fiscalización, ¿puede ser uno de los aportes en tu ingreso al Concejo?
—Si me da el tiempo… (risas) porque los tiempos en la política son muy lentos. Primero tenés que llegar a los organismos, porque estamos hablando de organismos distintos. En lo legislativo no hay tanto para controlar. Sí tendríamos que ser el control del Ejecutivo, y de todos los organismos que están en derredor. Tenés que ir agarrando de a uno y pidiendo las cosas. Y todo eso no es fácil, porque también la vida política tiene mucho, no sé si llamarlo show, pero sí tiene mucho de buscar el rédito político. ¿Qué va primero? El rédito político tendría que ser la consecuencia de una acción, no la causa. Y eso es una de las cosas que observo como un error.
—Integrás la comisión de Obras Públicas, ¿qué objetivo tenés en ese tema?
—Te doy un ejemplo de lo que quiero. Salgo a caminar y encuentro una pérdida de agua, puede ser un árbol que tiene una problemática, una vereda rota, lo que sea, pero vamos al tema del agua, a la empresa podés mandarle un WhatsApp, pero la devolución de eso tendría que ser un expediente abierto, donde comience una historia. Y que esa historia se pueda continuar por la web, no estoy diciendo una locura. Y los concejales podamos ver quién está operando, no el público, porque le van a taladrar la cabeza, pero sí llegado el momento, del otro lado, se pueda hacer un seguimiento. Porque hay que identificar un poco al operario, sin que lo identifique el público.
—A vos te gustaría avanzar en brindarle herramientas al ciudadano para que pueda autogestionarse las dificultades, y que los concejales tengan la posibilidad de monitorear. ¿El transporte?
—Ahí hay que partir de la premisa de que el Estado tiene un problema de caja. En todos los estamentos. Yo estoy de acuerdo en que una parte sea subsidiado, pero en el mundo no subsidian a todos. Yo creo que está la persona que tiene que ser subsidiada. Y quien no. En los años previos a la conformación del Mercosur viví unos años en España. Había una depresión tremenda en Argentina, no se vendía nada y yo me fui a Valencia unos años. Valencia era una ciudad muy parecida a Rosario. Por eso digo siempre que hay que pensar la ciudad en grande, porque Valencia hoy es un monstruo europeo. Y éramos iguales en aquella época. Para el colectivo, el autobús, vos comprabas una tiquetera, que creo que sigue, pero en forma digital, había una etapa de subsidio, pero no todo el mundo requería tener un subsidio. Acá un trabajador tendría que tener, y en muchos casos las empresas podríamos ser partícipes de eso con nuestros trabajadores.
Acá hay que arremangarse y trabajarlo el tema del transporte, porque también lo tenés que tener modernizado. Porque lo podemos tener gratis y «agarrate Catalina». Hay gente que se queja muchísimo por las frecuencias.
—¿Qué es lo que traerías de aquella Valencia que conociste?
—La valoración del privado. Hoy en Valencia están haciendo el Roy Arena, Roy es el dueño de Mercadona, un supermercado que llegó a ser uno de los más grandes de Europa. Bueno, el tipo lo está haciendo ciento por ciento privado. Va a quedar el día de mañana para todos. Hoy nosotros no tenemos plata para bancar desde el Estado, hay que pensar las obras desde lo privado y que en un futuro queden para el Estado. Te doy una concesión de 20, 30 años, pensemos cuánto, pero que sea con el espíritu de la ciudad, con la idea de la ciudad, y nos queda a nosotros.
—Vos planteás obras que se financien desde el sector privado.
—Hay que amigar al capital con el Estado. Es como el trabajador y el que da trabajo, es una asociación indivisible. Lo que sobra es plata en el mundo. Lamentablemente la tienen muy pocos, pero tampoco podemos estar pensando en que la van a repartir, porque la realidad es que no la van a repartir. Entonces, ¿cómo hacemos para darle seguridad a ese capital más cercano de que puede invertir y luego recuperar? Hoy hay muchos mecanismos, muchas herramientas, en cuanto a lo económico. Y en cuanto a lo constructivo, el que construye va a querer tener un rédito, si no ¿para qué lo va a hacer? La verdad es que queremos motivar a que todos agarren ese camino.
—¿Tenés algún proyecto en ese sentido?
—Hay varias cocheras subterráneas que pueden tener una proyección de futuro también. También estamos considerando propuestas, trabajos sobre la costa. También hacen falta viviendas. No digo barrios, sino espacios, porque habría que distribuir un poquito por todos los barrios que ya existen, y no crear nuevos barrios, porque si no termina en formato gueto, y no. Pero que sean espacios municipales. Tiene que estar bajo el control del Estado. Como si fuera un comodato.
Hay que hacer la ecuación en función de los números que uno proyecta. Hay espacios que hoy son del Estado, que pueden ser muy valiosos. Hay que llevar una propuesta. Y sobre esa propuesta tal vez salga después otra cosa, pero por favor pensemos en proponer cosas. Eso, ya que tiene un valor puede generar nuevos espacios para los que están viviendo allí, y para muchos más.