Botafogo demostró que tiene el carácter de un verdadero campeón. El equipo carioca es el mejor de América y lo refrendó al vencer por 3-1 a Atlético Mineiro en la final de la Copa Libertadores. Tuvo un rendimiento parejo y por momentos brillante a lo largo de todo el torneo, con dos argentinos muy destacados: Alexander Barbosa en la defensa y Thiago Almada en el ataque fueron vitales para que uno de los clubes de Río de Janeiro que históricamente vivió a la sombra del gigante Flamengo encuentre ahora su momento de mayor gloria deportiva.
Levanta su primera Libertadores luego de un partido ante Atlético Mineiro que se le planteó cuesta arriba desde el primer minuto. La expulsión de Gregore por una patada descalificadora al argentino Fausto Vera a los 50 segundos trastocó su plan de juego, que era atacar y ser protagonista. Debió replegarse y esperar a su rival en un estadio Monumental copado por hinchas brasileños de los dos finalistas.
Pero Mineiro nunca estuvo a la altura. Fracasó a la hora de aprovechar los espacios y hacer valer esa superioridad numérica. Agazapado, Botafogo encontró el primer gol con Luiz Henrique tras una buena jugada de Thiago Almada. Más tarde, el propio Luiz Henrique fabricó un penal que el árbitro Tello cobró a instancias del VAR y del llamado de Mauro Vigliano. Alex Telles lo cambió por gol y puso el marcador 2-1. Así se fueron al descanso: uno dominante pese a jugar con diez, el otro aturdido.
Para el segundo tiempo, Gabriel Milito revolucionó a su equipo. Los tres cambios del entretiempo le dieron resultado casi instantáneo: nadie marcó al chileno Eduardo Vargas -uno de los ingresados- y el chileno puso la pelota lejos del alcance de John para poner el 2-1 parcial y sembrar incertidumbre en el estadio Monumental. Fue el comienzo de los mejores minutos del Galo en el partido.
Sin embargo, Mineiro pecó de ingenuidad a la hora de definir. Le faltó siempre la puntada final: pensar antes de definir. Vargas erró dos goles increíbles cerca del epílogo y perdonó a Botafogo, que para entonces se replegaba y apostaba a algún contragolpe. Como Racing ante Cruzeiro en la final de la Sudamericana hace una semana.
Y como la Academia, Botafogo encontró un gol al final: Jr. Santos cuidó la pelota, armó una jugada de futsal y la defensa de Mineiro hizo el resto. No lo marcaron y definió a placer, tras un rebote, con el arquero rival fuera de escena. Fue el 3-1 final, que marcó el desahogo del nuevo campeón continental. Tras los festejos, lo espera una agenda recargada: dos partidos por el Brasileirao (que puede ganar la próxima semana), cuartos de final de la Intercontinental con Pachuca (miércoles 11), semifinales con Al-Alhy y potencial final con Real Madrid el 18 de diciembre en Qatar. El año que viene, además, jugará el Mundial de Clubes, luego de haber obtenido el último boleto.