Después del mítico concierto donde interpretó La Misa Criolla frente al papa Francisco en la Capilla Sixtina del Vaticano, Patricia Sosa vuelve a Rosario con un show donde incluirá temas de A tu lado voy, su próximo disco (aún no editado), además de temas de La Torre y clásicos de todas sus épocas.
El espectáculo, que se realizará esta noche en City Center (Circunvalación y Oroño), propone un ida y vuelta con el público ya que, como contó la artista a El Ciudadano, le gusta “hacer un jazz de sentimientos, vibraciones y que todos pasemos por lo mismo”.
La cantante se presentará a las 21 acompañada por su banda, formada por Daniel Leis en guitarra y coros, Gustavo Giuliano en bajo, Nacho Abad en piano y coros, Mariano Mere en teclados y coro, Pablo Garrocho en batería y Sofía Sobral en coros.
—¿Sentís que en tus shows creás un puente espiritual con el público?
—En un mundo tan violento me parece absolutamente necesario tratar de pacificar. Y creo que, con la música, la palabra y ciertas expresiones de deseo, uno puede intentar lograrlo. Así salga renovado el 2 por ciento de mi público la tarea estará cumplida.
—¿Cuánto poder y responsabilidad creés que tienen los artistas para ayudar a construir una identidad y una memoria al tiempo que brindar herramientas para llegar a esa pacificación social?
—Hay muchos artistas comprometidos con esto, y no se trata de posturas políticas. Me refiero a una postura espiritual. Muchos tenemos un compromiso interior y pretendemos llevarlo a cabo, contagiarlo y estar en acción permanentemente. Otros no, y no se puede decir que sean malos artistas. En mi caso, hago porque no soporto a los que se quejan y no hacen nada. Yo hago desde la pacificación, todo el tiempo. No sé si son ocho las guerras simultáneas que hay en el Planeta; en ese contexto ¿voy a hacer mi propia guerra? Siempre intento que mi música sea conductora de paz.
—En tu carrera editaste muchos discos y recibiste grandes premios. Cuando se alcanza ese nivel, ¿cómo lográs reinventarte? ¿Es el valor de la autosuperación el que entra en juego?
—No trabajo para la superación ni para el éxito. No me planteo qué significa “evolucionar”. Yo hago porque vivo así: me divierte sentarme sola a escribir canciones y juntarme con músicos a intercambiar ideas de melodías y letras. Lo único que respeto es cuidarme la voz pero no voy en la búsqueda de ser la número uno.
—¿Con qué pulso nace la canción “A tu lado voy” que dará nombre a tu futuro disco?
—“A tu lado voy” la compuse en Córdoba, donde tengo una casa y a donde voy cuando necesito encontrar una paz determinada. Hace muchos años me di cuenta que no estamos solos y, ahora, decidí componerles a mis guías espirituales. Y sé que todas las preguntas y dudas que uno lanza al universo algún día van a ser respondidas. Uno no está solo, está siendo guiado. Las personas, muchas veces, se rehúsan a ver. Si uno aprende a molestarlos, los guías espirituales aparecen.
—Ante todo sos de la idea de accionar: sobre el mundo, sobre lo que se ve pero también sobre lo que no se ve. Hacer y no quedarse con lo que simplemente se ve…
—Es cierto. No hay que quedarse con lo que se ve, eso sería muy pobre. Es más importante quedarse con lo que se siente. Trato de bajar esta línea en mi espectáculo porque estamos en un momento donde hay mucha más energía sobre el planeta que en otros momentos. La tierra entró en un lugar donde está recibiendo una energía mayor del Sol, de nuestra galaxia y de otros soles de otras galaxias. Nunca estuvo así. Por lo tanto, se ensancha el campo áurico y cuando eso sucede manda la intuición. Hay que darle rienda suelta a la intuición. Por eso quedarse con lo que se ve es muy pobre. Hay un mundo enorme que es tanto más rico y te hace tanto más feliz.
—En el tema “A tu lado voy” aparece la esperanza. ¿Cómo será ese disco terminado?
—Sí, claro, y la ayuda espiritual. Yo no sé cómo será el disco porque dejo que fluya, no es que tengo una temática y haga una obra de concepto. No tengo todo terminado porque primero, en mayo, tengo que viajar a España por un proyecto musical.
—¿En qué estás trabajando?
—Seré la cantante del nuevo álbum de Chucho Valdés. Ese proyecto es para mí un ícono muy luminoso porque es uno de los mejores pianistas del mundo y me eligió como la voz de su próximo trabajo.
—¿Cómo será?
—Son canciones cubanas de la década del 20 y del 30. Y eso para mí es maravilloso porque vamos a tocar con la formación con la que él se presenta en el famoso Festival de Jazz de Montreaux. Es un honor. Producto de esto, dejé un poco de lado la salida del disco nuevo.
—El 2014 fue un año muy intenso para tu carrera, ¿Cómo viviste la experiencia de cantar “La Misa Criolla” en el Vaticano?
—Pensé que estaba preparada para todo pero ese día me di cuenta que no: me temblaba el cuerpo, me transpiraban las manos. En ese momento pensé que iba a hacer el papelón de mi vida frente a 800 millones de personas que lo seguían por televisión. El Papa pasó por mi lado, me miró de reojo y me levantó el pulgar: ahí se me hizo un nudo en la garganta. Cuando empecé a cantar la voz fluía y me di cuenta que estaba absolutamente asistida espiritualmente y eso iba a salir muy bien.
—Y salió muy bien…
—Fue algo precioso. Se me pasaron muchas imágenes. Cuando apareció una bandera de los Pueblos Originarios sentí que eso era la “argentinidad al palo”. Más allá de que Guadalupe sea la virgen de Latinoamérica, me sentí llevando la bandera de un país, homenajeando a mi querido Ariel (Ramírez) con Facundo Ramírez y Rodolfo Ruiz, uno de los mejores charanguistas, a mi lado. Fue un entorno soñado… La verdad que ni lo soñé, ni en los sueños más fantásticos. Y el Papa hablando de unidad. San Agustín decía: “El que canta reza dos veces”. Y lo comprobé, era verdad.
—Decías que no te proponés metas de autosuperación. En esta suerte de devenir artístico, ¿en qué momento de tu carrera te sentís?
—En este momento dejo que todo fluya. Cero estrés, eso me propuse. La calma y la templanza son mi eje. Que la música llega, solamente la tengo que tomar, transformar y hacerla mía. Cuando uno sabe hacer bien las cosas, y con alegría desempeña su vocación, las cosas, a su tiempo, llegan.