La educación y la salud son derechos básicos que tienen todas las personas. Por la importancia de cada uno de ellos, han sido abordados por la ciencia desde su especificidad. Aún así, la definición de estos términos tiene una base filosófica y hasta ideológica que los emparenta en el bienestar personal y social de un individuo.
En determinadas situaciones, este lazo es tan estrecho que no puede entenderse uno sin el otro. Es el caso de los maestros que acercan los servicios educativos a niños que por determinadas circunstancias tienen vulnerada su salud y se encuentran en situación de internación hospitalaria o domiciliaria. En este sentido, las escuelas hospitalarias son una síntesis de la relación indisoluble entre estos derechos.
La psicóloga Elsa Sampallo sostiene que la salud es un derecho humano, básico y universal, entendido como un proceso social de construcción. Sostiene que es un estado “óptimo de bienestar físico, mental y social” al que se busca llegar, dado que no sólo es ausencia de enfermedad o dolores sino la libertad para desarrollar y mantener las capacidades físicas, emocionales e intelectuales.
Por su parte el pedagogo Paulo Freire señala: “La práctica educativa es el proceso concreto, no como hecho consumado sino como movimiento dinámico en el cual tanto la teoría como la práctica se hacen y rehacen en sí mismas, dado el contexto en el que se desarrolla y la dialogicidad entre los intervinientes, educandos y educadores”.
En las escuelas hospitalarias se conjuga la “libertad para desarrollar y mantener las capacidades físicas emocionales e intelectuales”, como el trabajo en un contexto dinámico y hasta sensible, donde dialogan educando y educadores en una relación modificante de la salud, mediatizada por los aprendizajes.
La profesora Marcela Menechelli es vicedirectora de la primera Escuela Hospitalaria y Domiciliaria de Rosario y junto a su directora, la profesora Patricia Clement, nueve maestros de grado, un docente de tecnología, uno de nivel inicial itinerante y otro de inglés llevan adelante la tarea de educar a niños en contextos de internación en los hospitales de Rosario.
Menechelli sostiene que la escuela hospitalaria es la alternativa a seguir enseñando y aprendiendo en un contexto distinto, en una situación singular, pero con un mismo objetivo, que es garantizar el derecho a la educación de todo niño y adolescente.
La historia de la Escuela Hospitalaria de Rosario comienza en 1972, cuando un grupo de ex alumnas del colegio Normal 1, entendieron que era necesario llevar educación a los niños que por causa de enfermedades no podían concurrir a la escuela. Ese año, se dictaron las primeras clases a tres niños con afecciones cardíacas internados en el Hospital Escuela de Granadero Baigorria.
Frente al incremento de asistencia de alumnos en situación de internación, en abril de 1982 el Ministerio de Educación autoriza el servicio en carácter experimental, y el 25 de agosto del año siguiente se crea la “primera Escuela Domiciliaria y Hospitalaria de Rosario” con el número 254, que es incorporada al Servicio Provincial de Enseñanza Privada.
Con los años, se transforma en la escuela 1254 y, frente a la dificultad para sostenerla con aportes privados, se realizan gestiones para que sea transferida a la esfera oficial. Hacia fines de 2011, la escuela pasa al ámbito oficial, con la que cambia nuevamente su numeración por la actual escuela N° 1391.
“En nuestra ciudad –dice la docente– se atienden, entre el nivel inicial y primario, cerca de seiscientos alumnos por año”. Estas cifras ascienden en la provincia de Santa Fe a más de 5 mil estudiantes atendidos desde que se reglamentó esta modalidad educativa.
—¿En qué hospitales desarrollan su actividad la Escuela Hospitalaria?
—Nuestra escuela, por la especificidad de su servicio educativo, cuenta con una sede en el edificio de la escuela Nº 527, ubicado en calle Uruguay 1598. A su vez, posee sedes hospitalarias en las cuales se desarrolla el abordaje pedagógico con los niños hospitalizados en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela; Hospital de Niños Zona Norte Dr. Carra y las Salas de Pediatría de los hospitales Centenario y Provincial. En caso de ser requerido a través de la coordinación de la modalidad, se asiste a niños internados en otros efectores, públicos o privados.
—¿Los hospitales tienen salas especiales para realizar la tarea docente?
—En general, se trabaja con los niños a “pie de cama”. En todos los hospitales contamos con una Sala de Escuela Hospitalaria, pero dada la lejanía con respecto a las habitaciones donde se encuentran internados los niños se dificulta el traslado. Sólo en el hospital Centenario se encuentra ubicada en el interior de la sala de pediatría`, pero debido a su diminuto tamaño no puede asistir más de un niño. En la sala del hospital Provincial hay una mesita y sillitas para poder llevar a los chicos a trabajar allí cuando tienen permiso del médico. En todos los casos, se adapta el abordaje pedagógico a la situación de salud y estado de ánimo del niño.
—En esta vinculación entre educación y salud, ¿algunas cuestiones se trabajan junto a los médicos?
—Sí, en especial todos los temas que tienen que ver con evitar el contagio y la propagación de enfermedades. En particular, cuando la problemática de salud de un niño nos inquieta, acudimos a enfermeros, médicos o psicólogos, quienes nos dan las respuestas que buscamos.
“Es prioritario –dice la docente– que el niño continúe en contacto con sus compañeros y docentes. Esta premisa es siempre sugerida al equipo directivo, solicitándole que de ser posible, los compañeros y «seños» envíen cartas, dibujos o videos para el chico que se encuentra internado. Es realmente gratificante y contribuye a la mejoría del niño, la alegría que generan estas acciones en los que reciben muestras de afecto, solidaridad y apoyo”.
“El ámbito hospitalario está plagado de distractores. En primer término, se considera el respeto por el tratamiento médico que está llevando a cabo el niño y la comprensión por lo que está padeciendo, pero tratando en todo momento de abordar lo educativo desde lo que el niño puede, desde su potencialidades no afectadas por su enfermedad. Es para nosotros nodal trabajar con la parte sana del niño enfermo”, señala la docente y agrega: “Últimamente, observamos cómo van creciendo los casos de niños en grave estado de vulnerabilidad de derechos, y un importante número de chicos sin escolaridad”.
La profesora Menechelli sostiene que la educación ayuda a curar porque coadyuva a la conexión del chico con su capacidad de superación, promoviendo en todo momento una actitud resiliente en los niños y en sus familias. “El niño siente que no ha perdido la escuela aunque esté en el hospital, que puede seguir aprendiendo. Además, es una forma de concentrar sus energías en otro tema distinto a su enfermedad, que le permite distraer su mente y estar ocupado, por ejemplo, con las tareas o pintando mandalas”, concluye.