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Silvio Rodríguez regala más canciones con su sello inconfundible en «Para la espera»

A días de cumplirse medio siglo de la canción “Oda a mi generación”, el trovador cubano publicó este viernes en plataformas digitales su vigésimo álbum solista, un material dedicado a Marcos Mundstock, Luis Eduardo Aute y Luis Sepúlveda, entre otros artistas fallecidos en el último tiempo

Sergio Arboleya, Télam

A días de cumplirse medio siglo de la canción “Oda a mi generación”, el trovador cubano Silvio Rodríguez publicó este viernes en plataformas digitales su vigésimo álbum solista, Para la espera, nueva gema de la canción iberoamericana brotada de la intimidad de uno de los artistas máximos de la vasta región.

El músico y compositor que en aquella “Oda…” escribió «a los 27 días de mayo del año 70/ un hombre se sube sobre sus derrotas/pide la palabra momentos antes de volverse loco/no es un hombre, es un malabarista de una generación/no es un hombre es quizás un objeto de la diversión/un juguete común de la historia/”, logró 50 años después seguir siendo el mismo sin repetirse.

Como lazo con aquella declaración tan lírica como pública, aquí también aparecen señales de la misma intensidad estética e inconforme en piezas como “Después de vivir»: “Allí confirmo lo que hay que salvar/ Por ejemplo, lo que sé: mi buena suerte para encontrar de todo/ incluso lo que no fue”, que también puede escucharse como un eco amable de “El Necio”.

En esa vertiente figura «Si Lucifer volviera al paraíso»: “El ángel más hermoso y consentido/fue desterrado, por contradecir/Y, desde entonces, a todos los nacidos/se nos suele juzgar por discutir/”; y “Modo frigio”: “Dando abrazos y besos me voy/regresando a la cuna de hoy/preguntándome aún cuál será/la absoluta, profunda/ y rotunda verdad”.

En “Viene la cosa” la referencia pesimista es más explícita: “Viene la cosa, por más que sea injusta y ofenda/viene la cosa a exhibir desparpajo total/Viene la cosa invocando lo que le convenga/ porque ha pasado de moda la noble moral”.

“Es una metáfora de muchas cosas, tanto personales como colectivas. Pero lo que repito en esta canción es la necesidad, la voluntad de aprender y de ser autocrítico en cualquier circunstancia adversa, sea momentánea o trascendente”, propuso el hacedor de más de 600 canciones publicadas.

Pero aquel que da su nombre al álbum, el acogedor “Danzón para la espera” abre una posibilidad: “Para decir te espero/para aprender fragancia/para empezar de cero/en la distancia/”, y contiene una historia que define a su mentor.

“Empecé a hacerla cuando los Cinco (espías cubanos arrestados en 1998 en Estados Unidos y condenados por espionaje) todavía estaban presos. Yo quería hacer una canción sobre eso; pero a veces a esos temas tan obviamente políticos es difícil acercarse de una manera que no sea… vulgar. Pero siempre le quedó esa aureola de esperanza; así que la retomé ahora con lo que estamos viviendo y el hecho de que todo el mundo esté esperando y esperando”, contó.

Otras páginas notables de la placa son las dos románticas y surrealistas «Aunque no quiero, veo que me alejo»: “Para que no olvides que te tuve/te dejaré un mensaje en el espejo/y la posdata dibujada en una nube/”); y «Conteo atrás»: “Lo escribo aquí, como señal/no quiero exceso de bondad/al hacer mi conteo atrás”.

El material que contó con cuatro adelantos lanzados desde mediados de mayo (“La adivinanza”, “Noche sin fin y mar”, “Viene la cosa” y “Danzón para la espera”) completa su repertorio con “Una sombra”, “Los aliviadores”, “Jugábamos a Dios” y el instrumental “Página final”.

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De regreso a un formato absolutamente solitario donde no solamente es el compositor de los 13 temas del álbum, canta y se acompaña con la guitarra, sino que también interpreta el bajo, la percusión y hace las segundas voces.

El repertorio grabado en los estudios Ojalá, en la ciudad de La Habana, entre los años 2010 y 2020, llega cinco años después de Amoríos, un material que registró en conjunto. “En general el disco está hecho de canciones que, aunque haya sentimientos afines, son muy distintas entre sí, y eso es algo que me complace. Eso y que no hay violencia. Son canciones introspectivas, suavecitas; aunque nunca me gustaron las canciones bonitas… No las persigo, ni las odio tampoco, pero desconfío un poco de lo bonito, por principio”, dijo Silvio en un reportaje publicado el jueves en su blog Segunda Cita.

Un mes atrás, cuando anunció la salida de Para la espera, el músico, de 73 años, escribió en su cuenta de Instagram: «La placa incluye algunas de las canciones que he compuesto en los últimos años. En todos los casos son primeras versiones, realizadas poco tiempo después de haberlas compuesto”.

Con Mundstock y Cortez en el radar afectivo de Silvio

Silvio Rodríguez quiso dedicar Para la espera a seis artistas: el argentino y fundador de Les Luthiers Marcos Mundstock, los músicos Luis Eduardo Aute (España) y Óscar Chávez (México), el escritor y cineasta español Luis Sepúlveda y dos compatriotas: el sociólogo y cineasta Tupac Pinilla Núñez y el historietista y cineasta Juan Padrón Blanco.

Pero al momento de presentar las canciones, en la estupenda “Modo Frigio (tema soñado)” incluyó a otro argentino, Alberto Cortez, porque, según explicó en su blog: “Hay canciones que sueño. Y cuando la estaba escribiendo me pareció que podía haber sido una canción de Alberto Cortez. Estuve esperando a verlo para mostrársela pero no me dio tiempo, de pronto se había ido”.

Y en la misma declaración, abundó: “Esta me lo recordó porque es dramática. ¿Nunca viste a Alberto Cortez en escena? Fascinaba, se convertía en otra cosa, era un perfecto animal de escena. Yo quería verlo para decirle: «Coño, hice una canción como las tuyas», pero murió y no pude decírselo, no la pudo conocer. A lo mejor tampoco le gustaba. Eso también puede pasar”.

Menos cercano parece haber sido el vínculo con Mundstock. La familia del creador fallecido el 22 de abril pasado no tiene constancia de trato íntimo y su compañero de Les Luthiers Jorge Maronna recordó a Télam: “A Silvio lo conocimos en La Habana una de las dos veces que fuimos, que fue en el 85 y 86. Y en una de esas visitas un grupo de artistas nos invitaron a una reunión y allí estaba él y me acuerdo que nosotros cantamos «Añoralgias» con sendas guitarras que había en el lugar”.

En el caso de Aute, con quien compartió el antológico registro en vivo Mano a mano (1993), la alusión se repite en “Noche sin fin y mar”, escrita en medio de los 48 días en coma que el español pasó luego de un infarto.

“Yo estaba tocando su guitarra porque Miguel, su hijo, la llevaba al hospital para tocarle mientras estuvo en coma. Cuando llegué con el Dr. Calixto Machado, neurólogo cubano que fue decisivo en su recuperación, me puse a cantarle «Noche sin fin y mar», y en ese momento despertó”, evocó Rodríguez.

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