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Sin contradicción: Wenceslao Moreno tiene parálisis cerebral y un gran futuro

Wenchy tiene 22 años. En dos semanas rinde su última materia para recibirse de médico. Es cinturón negro de taekwondo, y compitió en atletismo. Sufrió bulliyng e incomprensión. No se quedó con eso. Además de la superación individual, busca la inclusión de personas con discapacidad

“Ser consciente de las limitaciones de uno mismo, pero no dejar que nos condicionen con lo que queremos hacer”. Así define Wenceslao Moreno lo que hizo en su vida y lo que proyecta. Casi todos lo conocen como Wenchy. Tiene 22 años y nació en Mar del Plata con parálisis cerebral. Le dificulta la motricidad fina: no puede escribir y tiene movimientos corporales atípicos. Llegó a Rosario a los 11 años y su historia de superación lo llevó a dar charlas motivacionales en distintos lugares.

Cuando llegó a la ciudad siendo un niño se interiorizó en el mundo de las artes marciales. Llegó a ser cinturón negro de taekwondo. “Fue una etapa bastante grande en mi vida. Practiqué varias artes marciales como aikido, jiu- jitsu y kick boxing. Arranqué en 2006 con taekwondo y de a poco fui incursionando en otras hasta llegar a ser cinturón negro”, explica Wenchy.

“El deporte me ayudó mucho a desarrollarme y conocerme como persona”, resume y recuerda que él se comparaba mucho con sus compañeros, pero sus entrenadores le explicaron que la limitación la tenía en su cabeza y no en el cuerpo. “La verdadera competencia era conmigo”, rememora que le dijeron.

“Estaba operado de la cadera y mi flexibilidad y movilidad no eran las mismas que las de los otros. Me tuve que operar por la parálisis. Me rotaron los dos fémures y tuve que aprender a caminar de nuevo”, relata. Entrenó en el Club Atlético de Fisherton (C.A.F), donde piensa volver.

Dejó el taekwondo en 2016 después de recibir un llamado de Martín Arroyo, entrenador de la atleta Yanina Martínez y miembro del comité paralímpico argentino. Quería que Wenchy compitiera en la pista de atletismo junto a otros chicos con parálisis cerebral. “Fue la primera vez que competí con otros chicos con discapacidades. Entrenaba y corría carreras de 200 y 400 metros llanos. En los nacionales conocí muchos chicos con parálisis cerebral, pero ninguno con mi misma condición”, señala Wenchy.

La lesión en una pierna y la proximidad de su graduación universitaria, entre otros motivos, llevaron a Wenchy a decidir dejar el deporte en 2018. Se dedica de lleno a finalizar sus estudios para convertirse en médico neurólogo. “Desde chico me trataron neuropediatras y neurotraumatólogos. Conviví con esa profesión, la conozco bastante y me gustaría dedicarme a la neuropsiquiatría infantil”, dijo.

Parálisis cerebral

Encefalopatía crónica no evolutiva, abreviada por sus iniciales como Ecne y conocida como parálisis cerebral es el nombre de un grupo variado y no claramente delimitado de trastornos neurológicos residuales. Son producidos por lesiones no progresivas en el encéfalo, resultado de la acción de distintas noxas –agentes nocivos que se manifiestan antes, durante o después del nacimiento– que producen perturbaciones o deficiencias a nivel psíquico, sensorial, de lenguaje, o funciones vegetativas. Ecne también abarca ciertos trastornos específicos, caracterizados por una lesión ocurrida en los centros motores del encéfalo y manifestada por la pérdida del control motor.

La parálisis cerebral de Wenchy es producto de la falta de oxígeno que sufrió en el canal de parto al nacer. “Fue un parto natural, pero complicado. Terminé en neonatología con un pronóstico desfavorable. Nadie sabía qué secuelas iba a tener. Hay muchos nenes que tienen un paro cardíaco al nacer y eso les genera una parálisis cerebral. Es que unos segundos sin oxígeno en el cerebro hace que la lesión sea muy aleatoria. Por eso muchos chicos tienen diferentes discapacidades con el mismo cuadro”, resume el estudiante de medicina.

Superación

Hasta los 11 años Wenchy cursó la primaria en una escuela en Mar del Plata donde sus compañeros le hicieron bullying. Se mudó a Rosario junto a su madre y sus dos hermanas. Fue al colegio Stella Maris de Fisherton y consiguió construir vínculos respetuosos con sus compañeros que perduran. El ámbito universitario no fue tan sencillo. Lo peor, lamenta mientras habla con El Ciudadano, es que también vino de los profesores. De hecho, confiesa que estuvo a punto de abandonar la carrera varias veces.

Por afuera de clase Wenchy convive con situaciones hostiles a diario. “Hace poco me subí a un colectivo y me trataron como a un nene de 5 años. Es increíble el prejuicio a la discapacidad que existe”, cuenta y agrega: “No tengo limitación en cuanto a mi desenvolvimiento en la vida cotidiana, pero sí me limita la motricidad fina y en la facultad fue un tema”.

Su dedicación a la carrera, que cursa como un excelente estudiante, no evita que de charlas. La última fue para una financiera, y lo han llamado para campañas contra el bullying, o para la Semana del Bebé Prematuro.

Wenchy conoció a muchas personas con dificultades cognitivo-motoras muchos más severas que la que tiene. “En uno de las competencias nacionales tenía que correr con un chico. Me consideraba mucho mejor física y médicamente que él y sin embargo me ganó. Después me enteré que era campeón panamericano. Fue la mejor situación para aprender sobre prejuicios”, reflexiona. La lección a compartir con quien la quiera escuchar fue desarrollar la resiliencia, esa capacidad para superar circunstancias traumáticas.

Wenchy no puede escribir de puño y letra. Usa un teclado. Tiene Facebook, Instagram, una cuenta de e-mail y WhatsApp. “Hoy quiero contar mi historia. Siento que progreso día a día gracias al esfuerzo y la perseverancia. Quiero que todos se animen a hacerlo. Tendemos a pensar que no podemos. Es lo que creamos. Somos quienes sustentamos nuestro propios límites”, concluye Wenchy.

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