Linda Brown fue la mujer afroamericana que en 1954 forzó una histórica sentencia de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos por la que finalmente se puso fin a la segregación racial en las escuelas del país. Esa mujer, ahora de 76 años, murió el último domingo en la localidad de Topeka, en Kansas.
A los nueve años, su padre, Oliver Brown, intentó inscribirla en una escuela elemental de Topeka, entonces frecuentada sólo por blancos. Cuando la escuela bloqueó su inscripción, el señor Brown denunció a las autoridades educativas de su ciudad e inició una acción legal a la que luego se sumaron otros cuatro casos de discriminación, por lo que las causas terminaron en manos de la Corte Suprema estadounidense.
En mayo de 1954, el máximo tribunal se expresó con una sentencia que definía como una medida injusta y discriminatoria separar las estructuras escolares. La sentencia sentó jurisprudencia y derivó en el fin de la segregación del sistema educativo en Estados Unidos, lo que convirtió al caso Brown en un caso testigo para la década que vendría después, donde florecieron la lucha por los derechos civiles en la que los negros tuvieron un rol preponderante.
Una escuela cercana
Para llegar a su escuela, donde cursaba tercer grado, Linda Brown recorría un largo trayecto: cruzaba una vía de tren y luego tomaba un autobús. Y cuando se hacía de noche, el lugar adquiría una densidad importante, sobre todo por lo desierto del paseo. Para aminorar ese riesgo, su padre intentó inscribirla en un colegio más cercano a su casa. Así fue que fueron juntos, padre e hija, a matricularse a un nuevo colegio llamado Sumner Elementary School. En Kansas, Misouri, la segregación durante los años 50 del siglo pasado no llegaba a los niveles de los estados más sureños como Alabama, Mississippi o Georgia pero igualmente la gente negra tenía serios inconvenientes para llevar una existencia más acorde a sus necesidades, entre ellos los relacionados con la educación. Las escuelas, sobre todo las primarias, eran un bastión de la defensa de la exclusividad para los blancos, por lo que a Linda le fue negada la posibilidad de inscribirse allí. La excusa, vaga pero contundente fue que en ese establecimiento sólo estudiaban niños blancos.
Cambiar la historia
Nadie a esta altura puede negar que Linda Brown cambió la historia del racismo reinante en buena parte de Estados Unidos, sobre todo en lo referente a lo institucional. El caso, con la sentencia de la Corte Suprema, terminaría con la segregación racial en las escuelas del Estado. Diez años más tarde, el Congreso aprobaría una serie de leyes que terminarían con el “apartheid” norteamericano, más allá que continuaran sucediéndose episodios de este tipo, que darían lugar a la lucha por los derechos civiles de la década siguiente.
La hora de las zonas comunes
Aunque el racismo siguiera funcionando, tal como ocurre hoy con el gatillo fácil de la policía hacia la población negra, lo que instauró ese fallo fue que por ley ya no podía haber zonas separadas para blancos y negros en lugares como los ómnibus, las salas de cine, los baños públicos o los hoteles.
El apellido Brown terminó por tener cierta celebridad y sirvió para que se crearan organizaciones como la Asociación Nacional para el Avance de Personas de Color, que llamó a las familias afroamericanas a inscribir a sus hijos en las escuelas que antes eran sólo para blancos. Cuando surgió el caso Brown salió a la luz que ya había otras situaciones similares en las que a niños negros se les había negado el ingreso a ciertas escuelas. Varios de esas víctimas de discriminación habían iniciado demandas, que se sumaron a la de Brown y fue un componente de apoyo al representante de esas familias, el abogado negro Thurgood Marshall, especialista en derechos civiles que más tarde sería el primer negro en integrar la Corte Suprema de Justicia.
Barreras a la integración
Linda Brown no resultó beneficiada con la sentencia de la Corte porque unos años después, cuando entró en la escuela secundaria no tuvo problemas de segregación pero sí para llevar a cabo actividades extraescolares. Aunque gracias al mismo fallo sus hermanas más pequeñas no tuvieron que caminar a oscuras y con frío hasta el colegio. De todos modos, ese fallo marcaría la vida de Linda Brown, quien estuvo ligada desde muy pequeña a la lucha por la igualdad y contra el racismo. En 1979, su familia impulsaría la reapertura del caso judicial de 1954 con el argumento de que todavía se mantenían barreras a la integración laboral de afroamericanos en el Estado de Misouri. Ya en los ochenta, Brown coordinaría una fundación dedicada a cuidar que se cumplieran los logros que el famoso fallo había consignado. Pero durante toda su vida sostuvo que el verdadero impacto fue el aumento de los trabajadores negros, que allí finalmente se logró una diferencia en el tipo de aspiraciones de la población de color.
En una entrevista que se le hicieron cuando en 2015 la policía acribilló al negro Michael Brown, que estaba desarmado, Linda Brown dijo que aquel fallo había cambiado las cosas para los negros pero no demasiado ya que Estados Unidos era un país “racista” y que eso venía trasladándose entre generaciones por lo cual nunca estarían a salvo de brotes de ese tipo como lo demostraban los sucesos que venían dándose con la muerte de ciudadanos negros. “Seguimos siendo ciudadanos de segunda clase”, había dicho Brown. Y lo decía alguien que había transitado buena parte de su vida denunciando los atropellos y que con apenas 9 años la obligaron a caminar largas cuadras a oscuras para seguir estudiando.